Hace cinco años, México fue el primer país en vías de desarrollo que presentó un plan para reducir las emisiones de carbono en el marco del histórico Acuerdo de París. Durante febrero de este año, se unió a los recalcitrantes del clima entre los que se encuentran Rusia y Brasil al no impulsar los esfuerzos para combatir el calentamiento global.
La propuesta actualizada de México a las Naciones Unidas coronó dos años de retroceso medioambiental bajo el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador. Los miembros del Acuerdo de París deben aumentar sus objetivos cada cinco años, pero México mantuvo su objetivo de reducir las emisiones en un 22% para 2030, en comparación con la situación actual.
La decisión encapsula el enfoque que AMLO, ha tomado hacia el medio ambiente desde que llegó al poder en 2018. Ha cortado las rodillas a un mercado de renovables en auge, ha inyectado dinero en la petrolera estatal Petróleos Mexicanos y ha llevado a cabo dos grandes proyectos de infraestructuras que los ecologistas consideran desastres ecológicos.
La postura del gobierno ha sido “al diablo con las emisiones, al diablo con el medio ambiente, al diablo con la calidad del aire”, dijo Jeremy Martin, vicepresidente de energía y sustentabilidad del Instituto de las Américas durante una entrevista para el Financial Times. “No hay nada que pueda señalar que me haga confiar en su capacidad para ser algo más que malos administradores de su medio ambiente y su perfil de emisiones”.
AMLO ha apostado todo su capital político por devolver a Pemex, cargada de deudas, su rol de los años 70 como principal motor de la economía mexicana. Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) están en el centro de su plan para que México sea autosuficiente en materia de energía.
Su historial le otorga la rara distinción de ser un líder con raíces izquierdistas cuya política medioambiental está más cerca de los negacionistas del clima de derechas como el presidente brasileño Jair Bolsonaro o el expresidente estadounidense Donald Trump. A diferencia de Bolsonaro, que ha defendido la apertura de la selva amazónica a la minería y la agricultura, AMLO ha arropado la retórica verde incluso cuando su agenda nacionalista de recursos tiene prioridad.
“Las acciones del presidente reflejan su visión de México, que puede resumirse en devolver el país al control de las dos principales empresas energéticas estatales”, según comentó Rodolfo Rueda, abogado de Thompson & Knight LLP, entre cuyos clientes se encuentran empresas de energías renovables.
Ese impulso se ha producido a costa de un sector de energías limpias en auge. El año anterior a la toma de posesión de AMLO, los proyectos de energías renovables llegaron a lograr algunos de los precios de electricidad más baratos del mundo. Sin embargo, el presidente ha cancelado más subastas y ha cambiado las reglas para ayudar a la empresa estatal a mantener su cuota de mercado. Unos 200 parques eólicos, instalaciones solares, plantas de gas natural y otros proyectos, en su mayoría privados, están en el limbo después de que el presidente ordenara a los reguladores que favorecieran a la CFE y a Pemex.
Las políticas proteccionistas han contrariado a empresarios y a ecologistas. Decenas de empresas de energías renovables han intentado detener los cambios normativos que perjudican sus inversiones en México. El organismo antimonopolio Cofece y el grupo activista Greenpeace obtuvieron recientemente amparos contra acciones que impedirían el avance de nuevas plantas de energía limpia.
México se ha comprometido a proteger el medio ambiente al tiempo que cierra las brechas de desigualdad del país, según informó la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) en un comunicado enviado por correo electrónico. Citó las medidas adoptadas, como garantizar el acceso al agua a los más pobres del país, detener las concesiones mineras y el uso sostenible de los recursos naturales y la ganadería.
Al preguntársele cómo planea México cumplir con su compromiso legal de producir el 35% de su energía a través de energías renovables para 2024, AMLO dijo en una conferencia de prensa en febrero que el país impulsará su capacidad hidroeléctrica mediante la actualización de 60 plantas. Aunque el uso de agua para generar energía no genera emisiones de carbono, la creación de presas puede liberar grandes cantidades de carbono atrapado.
AMLO ha argumentado que los críticos de su política energética utilizan cínicamente el medio ambiente para atacar al gobierno. “Hay mucho engaño. Yo les diría que han agarrado la bandera de las energías limpias de la misma manera que agarran la bandera del feminismo o de los derechos humanos. ¿Desde cuándo los conservadores se preocupan por el medio ambiente?”, dijo.
A lo largo de su presidencia, el presupuesto de la Secretaría de Medio Ambiente ha sido recortado, a pesar de que el gasto general haya aumentado. AMLO ha recortado recursos en todos los departamentos del gobierno para aumentar la financiación de Pemex y los programas sociales y recortar lo que considera una burocracia inflada.
En su intento por revivir Pemex, AMLO está construyendo una nueva mega refinería de petróleo en Tabasco. Un bosque de manglares protegidos -que absorben más carbono que otros árboles- fue talado en el proceso. Pocos analistas consideran que el multimillonario proyecto sea económicamente viable. AMLO también ha pedido a Pemex que aumente la producción en las seis refinerías existentes en México, que utilizan combustóleo altamente contaminante.
Mientras tanto, la CFE ha estado quemando mayores cantidades de fuel oil con alto contenido de azufre, que es peor para el medio ambiente que el carbón. También ha comprado recientemente 2 millones de toneladas de carbón para quemar en sus plantas. Frente a una planta de carbón reabierta en octubre, AMLO rechazó las preocupaciones sobre el impacto ambiental del combustible como “sofismas”.
Incluso su otra gran agenda de gobierno, la lucha contra la pobreza, ha sido a costa del medio ambiente. El Tren Maya, que pretende impulsar el desarrollo conectando atracciones turísticas en la región mas visitada de México, pero también una de las mas pobres, se está construyendo a través de kilómetros de selva tropical, amenazando a cientos de jaguares en peligro de extinción.
México es el 14º mayor emisor de gases de efecto invernadero, por debajo de Brasil y por encima de Australia. Mientras que grandes emisores como China y Japón aumentaron sus promesas de emisiones en sus compromisos actualizados de París, llamados Contribuciones Determinadas Nacionalmente, algunas economías importantes, incluyendo a Estados Unidos, aún no han presentado sus últimos objetivos.
La nueva Contribución Determinada a Nivel Nacional de México “no está a la altura de la responsabilidad” que tiene el país, dijo Anaid Velasco, directora de investigación del Centro Mexicano de Derecho Ambiental. “México se había destacado por asumir el liderazgo internacional. En los últimos dos años, ese liderazgo se perdió”.