La inflación lleva demasiado tiempo siendo alta y las explicaciones tradicionales para entender por qué son cada vez menos convincentes. Una camada de economistas nuevos ha comenzado a mostrar que la escalada en precios tiene un componente mucho más fuerte de lucha de clases de lo que las interpretaciones más ortodoxas se imaginaban. Y que, en esa lucha, los empresarios van ganando por mucho.
La enfant terrible de esta agenda de investigación es Isabella Weber, profesora en la Universidad de Massachusetts Amherst, quien aboga por interpretar la inflación, ya no solo como un aumento en precios, sino como un reflejo “de las relaciones de poder en la economía”. La explicación es sencilla. Cuando los empresarios tienen mayor poder, estos pueden aumentar su margen de ganancia muy por encima de sus costos. Cuando los trabajadores lo tienen, estos pueden demandar que sus salarios suban por encima de otros insumos de producción. En ambos casos, el resultado es el mismo, una inflación elevada, pero por distintas causas y dejando distintos ganadores.
Así, entender qué factor está contribuyendo más con la inflación equivale a entender la distribución de fuerzas en la economía. Y el resultado de hacerlo es escalofriante.
En pocos lugares el empresariado está ganado más que México. El 68% de la inflación del 2022 se explica por incrementos en las utilidades de las empresas, según ha demostrado un estudio de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) —Inflación se aproxima mediante el deflactor del PIB y la cuenta de generación de ingresos—. Otros estudios muestran datos aún más escandalosos. Según la contabilidad preliminar de los profesores Raymundo Campos y Luis Monroy-Gómez-Franco, del Colegio de México y la Universidad de Massachusetts Amherst, respectivamente, en 2021, el 78% de la inflación en México se explicó por cambios en las ganancias de las empresas.
No cabe duda de que el billonario Warren Buffett tenía razón cuando declaró “Hay una guerra de clases, cierto. (…) Pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra y la estamos ganando”.
En los años postpandemia, los empresarios han estado detrás de la inflación en otros países también. En Estados Unidos, las ganancias corporativas han contribuido con el 54% de la inflación reciente, mientras que los salarios solo con el 8%. En la Unión Europea ha pasado lo mismo. De acuerdo con el Banco Central Europeo, el principal componente de la inflación en los últimos años han sido las ganancias empresariales, algo que clasifican como “excepcional” con respecto a décadas pasadas.
La diferencia es que en México el fenómeno de la inflación por utilidad empresarial no es excepcional, es la norma. En los últimos 17 años, la contribución de la utilidad a la inflación ha sido superior a la de los salarios en el 76% de los años, según Conasami. En ciertos años, como 2006, 2010 y 2017, ha llegado a representar más del 81 por ciento de la composición de la inflación. El estudio de Campos y Monroy-Gómez-Franco corrobora la persistente y sistemática contribución de las ganancias empresariales a la inflación desde 1991.
El desbordado poder del empresariado en la economía es consistente con otros datos atípicos de la economía mexicana. Quizá el más importante es el de la distribución del valor generado por la actividad empresarial. Mientras que, en los países de la OCDE, el empresario se queda con el 31% del valor generado por una empresa, en México es el 58%. Casi el doble. Este nivel está por debajo de todo estándar global, según datos de la OIT.
La gran pregunta es por qué, en México, los de arriba han logrado presionar tanto para ganar tanto más. Y lo han logrado.
Mucha evidencia parece apuntar a la estructura del mercado. México es un país de monopolios, oligopolios y cotos de poder. Por ejemplo, según ha demostrado la Comisión Federal de Competencia (Cofece), la gran mayoría de los productos de la canasta básica son proveídos por empresas con cierto poder de mercado. Eso ha hecho que las familias mexicanas paguen 98% más de lo que deberían por la canasta debido a sobreprecios. Otros estudios han mostrado que, debido al poder de mercado, la fruta, el pan y los lácteos tienen los sobreprecios de hasta el 91 por ciento, y las verduras (29%), las tortillas (26%) y la transportación aérea (23%) tiene precios superiores a los que habría si hubiera competencia de mercado.
El poder extractivo y rentista del empresariado mexicano es evidente en el trabajo de los economistas Jan De Loecker de la Universidad de Princeton y Jan Eeckhout del University College de Londres. Ellos han mostrado que de 1982 a 2016, el margen de ganancia de las empresas mexicanas ha sido en promedio del 57%, comparado con el 33% del resto del mundo. Recientemente, se ha observado un incremento en el margen de las empresas globales que ha denotado un escándalo y múltiples políticas para favorecer la competencia. Lo que en el mundo es escandaloso, en México está normalizado.
Por supuesto, cuando el empresariado es confrontado con esta evidencia, la niega. La piensa falsa. Se piensa inocuo. Dice que no es él.
Sin embargo, uno tras otro, múltiples trabajos han mostrado que México es un país donde el empresariado tiene demasiado poder y lo ha explotado con sobreprecios. Esto lo ha documentado el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el exsecretario de hacienda, Carlos Urzúa, y los académicos Luis Alberto Ibarra, José Alberro, Rainer Schwabe y mi propio trabajo, por mencionar algunos.
Es por todo lo anterior que continuar creyendo dogmáticamente que la política monetaria reducirá la inflación de manera significativa en un mercado monopólico es renunciar a hacer política pública con base en evidencia. Si por décadas la inflación ha estado primordialmente relacionada con las ganancias empresariales y las ganancias en México son superiores a las del resto del mundo, la inflación puede estar mucho más en el campo de la COFECE, la Secretaría de Economía y órganos reguladores, que del Banco de México.
México debe desarrollar una política industrial para promover la creación de empresas en ámbitos donde existe poder de mercado. Y debe regular de una vez por todas la erradicación del poder de mercado de la banca y las telecomunicaciones. Las reformas legales aprobadas por Peña Nieto en esa dirección fueron cooptadas por el poder económico y resultaron insuficientes. Hay que cambiarlas.
Dentro del Banco de México (Banxico) debe haber una reflexión. Habrá que meditar si la amistad que tienen con la Asociación de Bancos de México es productiva. Y sobre todo, habrá que permitir que ideas nuevas entre al Banxico. Continuar interpretando la realidad económica de forma inercial no nos llevará a entender más, sino menos.
Las mejores mentes del país deben avocarse a entender por qué la estructura de mercado tiene tan poca competencia y cómo desmontar los embudos que existen en todas las cadenas productivas. No podemos continuar siendo el país donde el 63% considera injusto lo que se les paga.
En México, la inflación ha tenido ganadores y ese ganador ha sido la empresa. Warren Buffet cree que está ganando la lucha de clases porque no sabe lo que es ganar como empresario mexicano.