El contraste que había en Nueva York era increíble. Por un lado, la ciudad estaba tapizada por completo con banderines naranjas, azules y blancos; por otro, contaba con más de 360 obras públicas por toda la ciudad. Nuevas estaciones de transporte, rascacielos, avenidas, monumentos y un ex basurero de 400 hectáreas en Queens, conocido como Flushing Meadows, donde el legendario Fiorello La Guardia -alcalde de la ciudad- estaba afinando los últimos detalles para la Feria Mundial de 1939.
62 naciones, 35 estados y territorios del país organizador, 1400 compañías y 45 millones de visitantes estuvieron presentes durante el macro evento que duró dos temporadas de seis meses a lo largo de dos años. Sin duda, fue el evento mundial donde los países participantes buscaban presentar sus últimas innovaciones, su cultura y el camino hacia “el progreso” que estaban siguiendo.
La exposición se basaba en lo que terminó siendo el tema central del siglo XX: El Mundo del Mañana, una frase que llevaba implícito un desafío, la responsabilidad de actuar en el presente proyectando un futuro donde la ciencia resolvería los problemas humanos y traería prosperidad.
Nuestros padres y abuelos veían “el mañana” como una utopía tecnológica donde el desarrollo industrial y las innovaciones traerían prosperidad, apalancándose de la esperanza.
Hoy en día, aquella visión del futuro se ha apagado. No es que se haya transformado ni adaptado al siglo XXI, sino que la sociedad ya no mira con esperanza al mañana, quedándose en un estado de calma total e innactividad frente al futuro.
La falta de visión hacia ese futuro que tiene la sociedad ha permeado en la falta de innovación característica de muchas empresas de la época. Hoy en día, contrarrestando por completo esta situación, tenemos en México a Redbox, la empresa líder en América Latina en cuestiones de innovación, quienes se dedican a crear soluciones con el eje claro de mirar al futuro, generar valor y hacer la diferencia.
Buscar soluciones basadas en innovación no necesariamente significa inventar nuevos procesos, productos o servicios, sino mejorar algo significativamente o agregar algún diferenciador que -en el contexto empresarial- optimice recursos, mejore la competitividad y se adapte a los cambios del mercado, siendo el motor del progreso y del desarrollo en diferentes áreas de la vida social, tecnológica y económica.
Con casos de éxito que van desde rediseñar la experiencia de los complejos de Cinepolis, conectar a Bayer con agricultores a través de chatbots o ayudar a MABE a crear la lavadora del futuro, hasta cambiar por completo la experiencia de comer en una sucursal de Domino’s, convirtiéndola en una pizzería de barrio contemporánea, o el rediseño de la línea de empaques de El Palacio de Hierro, mejorando el diseño, reduciendo costos y usando material innovador y de producción local.
Ejemplos de industrias tan diferentes nos llevan a entender que Redbox no trabaja por proyectos, sino por retos, y su verdadero nicho son empresas disruptivas que buscan generar valor a través de la innovación.
Redbox nos invita a rescatar esa emoción por el futuro con creatividad, dejando atrás los distractores diarios de la política, la economía y los problemas cotidianos, para concentrarnos en lo que viene y cómo acoplarnos a ello, domando cada vez más esa ola y, de esa forma, convertirnos en estadistas. Mirar hacia adelante y crecer, siempre recordando que “para atrás… ni para tomar vuelo”.