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La moda del cigarrillo está de vuelta.

Hace poco, durante un jueves no tan invernal en el barrio de Bushwick, en el distrito neoyorquino de Brooklyn, cuando los únicos copos de nieve que se veían eran los enviados por mensaje de texto, una pandilla de veinteañeros estaba reunida afuera de la galería de arte Clearing, y compartían un paquete de American Spirits.

Unos días antes, en la Universidad de Columbia, una estudiante de medicina de 19 años miraba con envidia la pantalla de su teléfono —a mujeres parisinas con bonitos vestidos caminando con cigarrillos en la mano— antes de salir a fumar con sus amigas. (Pidió que no la identificaran por su nombre porque no quería que su hábito afectara su carrera en la medicina).

La gente también fuma en internet. En Instagram, Tasmin Ersahin, fotógrafa y estilista, publicó una historia en la que su novio, Arsun Sorrenti (hijo del fotógrafo Mario Sorrenti), atrapaba un cigarrillo encendido con la boca. En TikTok, Charly Jordan, DJ y modelo, hizo una sexi inhalación a la francesa para sus 7,7 millones de seguidores.

“La gente está volviendo a fumar”, comentó Isabel Rower, escultora de 24 años, una de las estadounidenses que se encontraban afuera de Clearing. “Curiosamente, en el último año o dos, todos mis amigos que no fumaban ahora fuman. No sé por qué. Nadie es realmente adicto al cigarro. Es más bien una actividad de placer”.

En toda la ciudad de Nueva York, a medida que la pandemia avanza y retrocede, una actividad social que parecía haber disminuido o mejorado (con vaporizadores, cannabis y educación) parece haber reaparecido. ¿Han perdido su tabú los cigarrillos, esas cosas sucias que causan cáncer, y siguen siendo la principal causa de muerte prevenible en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades?

¿De verdad hay más fumadores?

Kat Frey, una redactora de 25 años que vive en Brooklyn, adquirió el hábito el año pasado. “Estamos teniendo un renacimiento muy sexi y etéreo de la década de 1980, y fumar forma parte de eso”, explicó. “Mucha gente que conozco está publicando fotos haciéndolo. Yo también estoy fumando. Se está poniendo de moda”.

Al mismo tiempo, el consumo de cigarrillos ha disminuido de manera constante entre los adultos en Estados Unidos durante 30 años. David Hammond, profesor de Salud Pública en la Universidad de Waterloo, dijo que el declive ha sido impulsado en gran medida por los jóvenes.

“La disminución en la iniciación entre los adultos jóvenes y la juventud es la razón predominante de la disminución del tabaquismo en la población”, aseguró Hammond. (El consumo general de nicotina se ha incrementado debido al vapeo). Sin embargo, en 2020, por primera vez en dos décadas, las ventas de cigarrillos aumentaron.

Nigar Nargis, directora científica de investigación para el control del tabaco en la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer, dijo que había evidencia de “un nivel más alto de tabaquismo”. “Es probable que no sean solo los jóvenes, sino que hay mayores ventas, lo que indica un mayor consumo”, afirmó Nargis. Aunque nadie sabe si los jóvenes también comenzaron a fumar más, la lógica es la siguiente: una marea alta levanta a todos los barcos.

“Anecdóticamente, se escuchan muchas historias sobre neoyorquinos que celebran estar afuera de sus casas con excesos”, dijo Michael Seilback, vicepresidente nacional adjunto de políticas públicas estatales de la Asociación Estadounidense del Pulmón. “Las preguntas que los investigadores tratan de responder son: ¿estamos viendo más fumadores?, ¿estamos viendo más fumadores frecuentes? O es que el tiempo que no salimos está borrando el recuerdo de lo que era tener fumadores en la puerta de los bares. Todo eso es posible”.

Si las nubes de humo que estamos viendo no son espejismos, la próxima pregunta lógica es de dónde vienen.

Algo que hacer juntos

La respuesta obvia, al estilo de James Carville, es esta: es la pandemia, estúpido.

Kiersyn Cocke, de 30 años, comenzó a fumar cuando era adolescente, pero antes de 2020 no había fumado en tres años. Y entonces llegó el coronavirus. “Sin duda se debió a la pandemia y definitivamente fue el estrés”, relató. “Y, sin duda, me dio algo que hacer”.

Cocke vive en Nueva York y es directora de marca de una empresa emergente. “Llevamos un año y medio viviendo de manera remota y alejados de los demás”, dijo, mientras salía de Minnows, un bar cerca de la frontera entre Greenpoint y Williamsburg, en Brooklyn, para fumar un cigarrillo. Ese “algo que hacer” se convirtió en “algo que hacer juntos”.

“Sabemos que durante la pandemia, la gente se ha sentido muy aislada socialmente”, afirma Adam Leventhal, director del Instituto de Ciencias de la Adicción de la USC, en Los Ángeles. “Sentirse aislado puede conducir a la tristeza. Y es bien sabido que la gente utiliza la nicotina, incluidos los cigarrillos, para automedicar la tristeza y el estrés. Eso, sin duda, está en juego aquí”.

Además, cuando se levantaron muchas de las restricciones de la pandemia, y se permitió que la gente saliera, hubo un impulso para darse un gusto.

“Cuando salgo a un bar, es muy divertido salir con mis amigos”, comentó Frey. “Miras a otras personas que hacen lo mismo. Todos salen juntos”. La vida nocturna al aire libre se prestó fácilmente para que se fumara más, al igual que las cabañas para comer al aire libre, construidas fuera de muchos restaurantes y bares de la ciudad cuando llegó el clima más frío.

“Cuando pude estar más al aire libre, volví a empezar”, dijo Laquan Small, un estilista de 32 años de Nueva York, que redujo su consumo de tabaco durante las primeras etapas de la pandemia. “Bebía en los parques y salía donde otras personas estaban fumando. Así fue como retomé el hábito”.

Un tercer efecto pandémico, más oscuro, fue una especie de fatalismo, una actitud de après moi, le déluge (una frase que significa algo así como ‘tras mi muerte, lo que ocurra me da lo mismo’) que se enconó en los meses de soledad, además de las constantes noticias de muerte y enfermedad.

“Todos tenemos ese flamante deseo de morir, por decirlo así”, comentó Ryan Matera, asistente de 25 años en una agencia en Los Ángeles. “Solo miramos al norte y vemos incendios, y el suelo tiembla bajo nosotros, y nos dicen que las aguas están subiendo. Así que nos preguntamos: ‘¿Cuál es la diferencia?’”.

Rower sintió algo parecido en la costa este del país. “Creo que todo el mundo adoptó una mentalidad de: ‘¿Qué sentido tiene?’”.

‘Es extremadamente tonto’

No obstante, estos jóvenes conocen los peligros de fumar, ¿no? En 2019, los CDC informaron que el consumo de cigarrillos entre los adultos estadounidenses había alcanzado un mínimo histórico, del 13,7 por ciento, en 2018. La educación no parece ser el problema.

Nathan Miller, un mesero y diseñador de 24 años en Nueva York, se ríe de su propia indiferencia. “Es muy chistoso”, dijo. Él toma PrEP, un medicamento para prevenir la infección por el VIH, y cuando estaba investigando, se dio cuenta de que puede disminuir la densidad ósea de la columna vertebral en aproximadamente un uno por ciento. “Salí de la consulta del médico inseguro, e inmediatamente encendí un cigarrillo, y me reí”, dijo. “Porque aquí estoy, consumiendo este verdadero veneno. Definitivamente, tenía un doble rasero”.

Rachel Yara, una estudiante de 23 años en Boston, fuma a pesar de haber nacido con un pequeño agujero en el pulmón. “Es extremadamente tonto”, comentó. “Si estoy resfriada, tengo ataques de asma. Y esto, sin duda, lo empeora”.

Pero eso no es todo. “Parte del atractivo es que casi se siente como un rechazo a la cultura del bienestar, la cual es muy estúpida”, señaló. Se siente bien, afirmó, rechazar todo eso.

“No tengo tiempo ni dinero para ir a Whole Foods y hacer yoga y comer tazones de comida saludable”, agregó. “Jamás comeré un tazón de ensalada. Me siento aquí, fumando mis cigarros, y me olvido”.

En un mundo de bienestar, los cigarrillos ofrecen una sólida rebelión, sobre todo cuando hay tan pocas opciones. El cannabis, antaño rey de la contracultura, ahora es una fiesta del bienestar. No solo es legal en muchos estados, sino que también es algo que tu tío ñoño usa para ayudarse a dormir.

“Ahora la hierba se posiciona como una medicina”, dijo Frey. “Y los cigarrillos son la opción mala y atrevida”.

‘No tengas un cargador USB en la boca’

Hablar sobre fumar sin incluir el vapeo es como hablar sobre la televisión sin incluir la emisión en continuo, sobre todo en vista de que una encuesta reciente de Gallup reportó que el diecisiete por ciento de los estadounidenses de entre 18 y 29 años vapean; los CDC han informado que solo el ocho por ciento de los estadounidenses de 18 a 24 años fuman.

Entrar en este debate es lanzarse a una disputa sobre el cuidado de la salud, entre quienes creen que los vaporizadores son una herramienta comprobada para ayudar a los fumadores a dejar de fumar y quienes creen que son la evolución de la industria tabacalera para volver adictas a la nicotina a las nuevas generaciones. (Ambos pueden tener razón, por cierto).

Para la mayoría de los fumadores jóvenes, los dispositivos de vapeo existen en una especie de baile, ya sean los Juul, las cápsulas desechables de Myle o los cigarrillos electrónicos de un solo uso como los Puff Bars. Muchos probaron los cigarrillos electrónicos en su adolescencia, antes de que los sabores fragantes fueran prohibidos en muchos estados, y muchos más se sumaron a la tendencia de los Juul hace unos años. De los fumadores con los que hablé (alrededor de 20), la mayoría usa vaporizadores a la par de los cigarrillos tradicionales, aunque algunos no se acercan a los vaporizadores.

“Si vas a ser adicto a algo, fuma cigarrillos”, comentó Frey. “No tengas un cargador USB en la boca. Se ve mal. Muchos fumadores jóvenes se complementan con vaporizadores, particularmente los de Juul, como un medio para satisfacer sus ansias de nicotina cuando no hay un cigarrillo disponible”.

Al mismo tiempo, varias personas entrevistadas para este artículo expresaron su enfado con el carácter insidioso de los cigarrillos electrónicos: su relativo camuflaje, en comparación con los cigarrillos tradicionales, significa que los usuarios pueden consumirlos todo el tiempo y a menudo lo hacen. El flujo de nicotina de un cigarrillo electrónico se vuelve como el internet: constante, irrompible y ávido de la atención de los consumidores.

“Me decía: ‘Estoy consumiendo demasiada nicotina’”, dice Yara, que se encontró inhalando más de una cápsula Juul al día, la nicotina equivalente a un paquete de cigarrillos. “Odiaba que si no encontraba un vaporizador por un segundo, no podía hacer el trabajo escolar”. Yara volvió a los cigarrillos para disminuir su consumo de vaporizadores.

Lo mismo hizo Emile Osborne, un diseñador gráfico de 22 años. “Volví a los cigarrillos porque pensé que sería más sano que el Juuling”, dijo. “Los cigarrillos parecen un mal conocido, mientras que al vapear no conoces en absoluto los efectos secundarios. Puedo salir a fumar un cigarro un par de veces al día. Es un descanso de lo que estoy haciendo. Es mi dosis de nicotina del día”.

Este método no parece realista para Ken Warner, decano emérito de salud pública de la Universidad de Michigan, que ve en los vaporizadores un arma poderosa en la guerra de la salud pública contra el tabaquismo. “Si son realmente adictos a la nicotina, es muy poco probable que dos o cuatro cigarrillos al día satisfagan una verdadera adicción física”, afirma.

‘Es un placer ser atípico en tu época’

Mientras que algunos fumadores afirman que eligen los cigarrillos en vez de los vaporizadores por razones de salud, otros dicen que la elección es mucho más clásica, aunque detesten admitirlo: se ve y se siente genial.

“Es algo genial”, dijo Frey. “Suena tonto decir eso. Pienso en los chicos guapos que me gustan y dicen: “Voy a salir a fumarme un cigarrillo”. Es un tanto sofisticado. Desaliñado pero sofisticado”.

Y, por supuesto, su imagen en línea forma parte de eso. “La gente publica imágenes de cuando están fuera de un sitio genial, fumando con sus amigos, fuera de bares de mala muerte pero en onda”, señaló Frey. Para ella, como para muchos de su generación, este aspecto le resulta familiar: “Fumar forma parte de ser visto, y creo que la gente quiere ser vista en este momento”.

Para Fernanda Amis, de 25 años, mesera y actriz que empezó a fumar en la Universidad de Nueva York, también es un asunto familiar. Su padre, el escritor Martin Amis, un fumador de toda la vida que suele salir en fotografías con un cigarrillo, ha dicho que son de sus cosas favoritas.

“La gente guapa lo hace. La gente con mucho talento lo hace”, afirmó la actriz, que vive en el Lower East Side. “Va con las cosas que admiro”. De hecho, en la universidad, escribió un pequeño manifiesto sobre el tabaquismo titulado “Notas de una neofumadora”, que incluía frases como: “Fumar es el epítome del masoquismo” y “Es un placer ser atípico en tu época”.

‘No me gusta que sea algo tan presente en mi vida’

Aunque todo esto suena desesperadamente retrógrado, es posible que no sea permanente. En 2020, Monitoring the Future, un importante estudio sobre el tabaquismo juvenil desde 1975, registró el primer repunte en años. A mediados de diciembre, publicó sus hallazgos más recientes: el consumo de cigarrillos ha descendido en todos los grados escolares.

Al mismo tiempo, el tabaquismo, sea cual sea su forma, parece incontenible. A pesar de la ciencia o la época, es una de esas cosas, como los jeans, que siempre ha transmitido la idea de ser genial y siempre simbolizará los impulsos renegados de alguna forma.

“Es algo que siempre te hace ilusión”, dijo Kitty Luo, de 21 años, estudiante de la Universidad de Chicago. Pero eso es también lo que la hace querer dejar el hábito: “Me doy cuenta de que mi vida avanza pensando: ‘¿Cuándo fumaré mi próximo cigarrillo?’. No me gusta que sea algo tan presente en mi vida”.

Y para muchos de los que ahora están bajo el hechizo, hay una esperanza constante de que pronto desaparezca. Lula Hyers, de 24 años, fotógrafa y neoyorquina de nacimiento, dijo que le gustaría dejar de fumar cigarrillos. “Es muy caro”, aseguró. “Son corporaciones realmente malvadas. Me gustaría tener un estilo de vida más saludable que el que tengo ahora. Pero hay muchas cosas de las que hay que preocuparse”.

Y, por ahora, los cigarrillos no son una de ellas.