Ciento cuarenta kilómetros mar adentro, en pleno golfo de México, un conjunto de cinco islotes de arena blanca bañados por aguas turquesas conforma una de las áreas vírgenes más desconocidas de la península de Yucatán: el arrecife Alacranes. Atraídos por sus corales, allí habitan cientos de especies de peces, tortugas en peligro de extinción y más de una veintena de tipos de tiburón. Pero ese paraíso natural casi intacto, que ha resistido al embate del turismo masivo en la región, se está viendo amenazado por un goteo incesante de barcos que pescan allí ilegalmente.
Más de un centenar de embarcaciones mexicanas han sido detectadas en la zona donde está prohibida la pesca en esa área marina protegida, según revela una investigación de Oceana. Al no ser públicos, la organización ha obtenido mediante solicitudes de información los datos de los sistemas de monitoreo satelital que están obligados a llevar todos los barcos que superan los 10,5 metros de longitud en México. Los resultados no son alentadores.
Un total de 236 embarcaciones han explotado los recursos de siete de las 37 áreas marinas protegidas del país entre 2012 y 2024. Además del arrecife Alacranes, Oceana ha encontrado actividades ilegales en lugares tan importantes por su biodiversidad como Revillagigedo, un parque nacional de 15 millones de hectáreas que supone la mayor zona de no pesca de América del Norte. Patrimonio de la humanidad, allí se encuentran más de 600 ejemplares diferentes de manta gigante, tortugas carey y laúd, ballenas jorobadas y azules, cachalotes y orcas.
Mariana Aziz, directora de campañas de transparencia de Oceana, asegura que el informe demuestra que, aunque sobre el papel esas áreas marinas cuentan con protección, “si no hay una adecuada inspección y vigilancia, la actividad pesquera ilegal va a seguir ocurriendo”. Y las autoridades cada día tienen más difícil la tarea de conservar las áreas naturales del país ante la drástica reducción de su presupuesto en los últimos años. Entre 2019 y 2024, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) ha visto reducidos sus fondos en casi un 60%.
Por ello, desde la organización internacional destacan la importancia de transparentar estos datos para que la Conanp pueda enfocar mejor sus esfuerzos de vigilancia. Hasta ahora, únicamente la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) cuenta con esa información en tiempo real. “Debería haber una verdadera coordinación entre las dependencias para atacar esto, pero parece que no se coordinan”, lamenta Aziz.
La situación es crítica porque, en muchas ocasiones, los barcos pesqueros utilizan gigantescas redes que se llevan a su paso no solamente los peces que pretenden capturar, sino múltiples especies en peligro de extinción. De hecho, Estados Unidos puso contra las cuerdas a México a finales de abril por no estar protegiendo debidamente a las tortugas y suspendió la importación de camarones mexicanos.
Fue un duro golpe para México, que ahora se ha apresurado a impartir talleres en los barcos camaroneros para que utilicen dispositivos excluidores de tortugas, que evitan que queden atrapadas en las redes. Con ello, las autoridades buscan recuperar al comprador del 80% de sus exportaciones de camarón, un sector que en 2020 alcanzó los 242 millones de dólares.
La investigación de Oceana ha descubierto que las actividades ilegales también alcanzan a las zonas de refugio pesquero, donde son los propios pescadores locales los que prohíben la captura en ciertas áreas para permitir la reproducción de las especies y proteger los ecosistemas que las sustentan. En concreto, el estudio ha descubierto que 19 grandes embarcaciones faenaron en la zona de refugio de San Cosme a Punta Coyote, en Baja California Sur.
El estudio también ha obtenido sus datos del sistema de monitoreo satelital AIS, que es obligatorio para cualquier embarcación superior a las 300 toneladas que realice viajes en aguas internacionales, de acuerdo con la Organización Marítima Internacional. Esa información es la que nutre la plataforma gratuita Global Fishing Watch (GFW), creada en 2014 por Oceana, Google y Skytruth para monitorear la actividad pesquera mundial.
Sin embargo, hasta ahora es casi imposible rastrear a las embarcaciones más pequeñas, a las cuales no se exigen estos sistemas. Son ese tipo de barcos los que, por ejemplo, suelen estar detrás de la caza ilegal de totoaba en el alto golfo de California, lo que ha empujado hasta el borde de la extinción a la vaquita marina, la marsopa más pequeña del mundo.
Mariana Aziz explica que recientemente se llegó a un acuerdo para que las embarcaciones pequeñas que trabajan en esa zona del noroeste de México también incluyan sistemas de monitoreo por satélite, aunque todavía no se ha implementado. Según Aziz, ese podría ser un buen programa piloto para tratar de ampliarlo después a todo el país.
La organización espera que, gracias al esfuerzo por transparentar la información sobre la actividad pesquera en México, áreas protegidas como el Arrecife Alacranes o Revillagigedo puedan seguir siendo los ricos ecosistemas que dan vida a cientos de especies marinas.