El peor final se ha consumado este viernes para la plataforma de compra y venta de criptomonedas FTX. El exchange con sede en Bahamas ha anunciado que se ha declarado en bancarrota, y su fundador y consejero delegado, el californiano Sam Bankman-Fried, de 30 años, ha renunciado a su puesto. La organización sufría desde hace días una crisis de liquidez que había provocado una retirada masiva de fondos por parte de sus clientes, y aunque buscaba un comprador que la sacara de apuros, finalmente nadie ha querido asumir el riesgo de rescatar a una entidad al borde del colapso.
La decisión implica que FTX, Alameda Research y unas 130 filiales del grupo se acogerán a la legislación concursal (el llamado capítulo 11 en Estados Unidos) para tratar de sacar el máximo rendimiento posible a los activos de que dispone. El hundimiento de una de las principales plataformas del sector deja en el aire los fondos de alrededor de un millón de usuarios, y puede tener importantes consecuencias para el de por sí ya muy tocado universo de las criptomonedas.
Muchas otras firmas tenían exposición a FTX, con lo que no es descartable que provoque un efecto cascada. De hecho, BlockFi, a la que FTX rescató con un préstamo, ya ha comunicado que congela las retiradas de fondos ante la crisis de su benefactor. El bitcoin reaccionó nada más conocerse la noticia con fuertes caídas, superiores al 6%, y se cambiaba por 16.500 dólares, cerca de mínimos anuales. Y ethereum, la segunda en importancia, perdía un porcentaje similar hasta los 1.200 dólares.
El desmoronamiento de FTX, fundada en 2019, es también el ocaso de su creador, Sam Bankman-Fried, un graduado en Física por el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) que construyó su fortuna operando con bitcoins y había creado todo un imperio gracias a la intermediación de compras y ventas de criptomonedas. Su fortuna ha pasado de 16.000 millones de dólares a prácticamente cero en solo unos días. Como su influencia: era uno de los mayores donantes de campañas políticas, especialmente al Partido Demócrata.
Según el comunicado, Bankman-Fried ayudará ahora a efectuar una transición en el liderazgo de la compañía, que asumirá John J. Ray III. “El alivio inmediato del Capítulo 11 es apropiado para brindarle al Grupo FTX la oportunidad de evaluar su situación y desarrollar un proceso para maximizar las recuperaciones para las partes interesadas”, dijo Ray.
La semana ha sido una montaña rusa de emociones para FTX. En un primer momento, Binance, la mayor plataforma de criptomonedas del mundo, anunció que se haría cargo de la compra, un modo de evitar turbulencias en todo el sector. Bankman-Fried incluso agradeció a Binance que saliese a su rescate. Pero horas después todo eso se desvanecía: tras estudiar los libros de la empresa, desechó la operación. FTX estaba sola y todos querían sacar su dinero.
En ese entorno, nadie se ha atrevido a agarrar el cuchillo en plena caída por temor a cortarse. A los problemas de liquidez que sufría se suma además la investigación abierta por el regulador estadounidense (la SEC, por sus siglas en inglés), ante las sospechas de que FTX pudo utilizar dinero de sus clientes en operaciones irregulares de alto riesgo.
La quiebra de FTX supone una losa más sobre el intento de las empresas de criptomonedas de ganarse la confianza de pequeños y grandes inversores. Este año, en medio del llamado criptoinvierno que ha hecho retroceder el precio del bitcoin y otras divisas digitales, firmas como Luna, Celsius o Three Arrows Capital también colapsaron dejando fuertes pérdidas a sus clientes.