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La presencia de venezolanos en Michoacán ilustra un nuevo panorama criminal

Los últimos enfrentamientos con militares en la sierra esta semana muestra dinámicas nuevas en las guerras de la delincuencia, atomizadas, pendientes más que nunca del territorio

En un país incendiado como México, la muerte de dos civiles venezolanos a manos de militares en la sierra de Michoacán apenas llamó la atención. Fuentes no oficiales confirmaron a varios medios locales que un convoy del Ejército se enfrentó a balazos con un grupo de cinco hombres armados, venezolanos, en Tumbiscatío, a medio camino entre la sierra y el puerto de Lázaro Cárdenas, cerca también de Guerrero. Dos de los hombres murieron, cosa que ha confirmado la Fiscalía del Estado a este diario. Los otros tres fueron detenidos y puestos a disposición de la Fiscalía General de la República (FGR) que no ha informado del caso.

La presencia de ciudadanos venezolanos en un punto tan alejado de las rutas migratorias habituales, más pegadas al golfo de México, sorprende. Su integración en las estructuras criminales de las mafias regionales ilustra los cambios en el panorama criminal de Michoacán, pendiente ahora de la batalla en la línea que pasa por Arteaga, Tumbiscatío y, algo más al norte, en La Huacana. A falta de información oficial, es presumible que la Fiscalía federal acuse a los detenidos al menos de portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército. Medios locales han informado que los militares les encontraron armas y granadas. Preguntada por el caso, la FGR no ha contestado.

La situación en la región es alarmante desde hace meses. En enero, grupos criminales se enfrentaron a balazos en varias comunidades de Tumbiscatío, usaron drones con explosivos y quemaron casas. No era la primera vez que sucedía. Es una situación que ocurre con frecuencia en la zona desde hace meses, parecida a la que sufren regiones serranas de Guerrero y Chiapas: grupos criminales fuertemente armados, ágiles en la montaña, que luchan por tramos de territorio. La lógica es algo fluida. No es por drogas, o no solo por drogas. El control del territorio les permite acceso a más territorio, mercados que dominar, elecciones que controlar, etcétera.

La información no oficial sobre el caso señala que los venezolanos revelaron a sus captores su filiación criminal. Al parecer, trabajaban para el grupo que encabeza Miguel Ángel Gallegos Godoy, alias Migueladas, con base en La Huacana. Falko Ernst, investigador senior de la organización no gubernamental Crisis Group, explica que el grupo de Migueladas mantiene una guerra en la zona con lo que queda del viejo grupo criminal de “Los Caballeros Templarios, con algún apoyo del grupo de Tepalcatepec, que envía elementos y equipo y algo de financiamiento”.

El grupo de Migueladas, igual que los remanentes de los Templarios, la organización del Tepalcatepec, u otras, caso del Cartel de la Virgen, el de los Blancos de Troya, o los Viagras, integraron hasta hace algo menos de un año, una especia de federación mafiosa, Carteles Unidos, que se enfrentó con grupos ligados al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en una zona algo más al norte, el corredor entre Apatzingán y Aguililla. Su ruptura provocó la aparición de batallas nuevas o el recrudecimiento de viejas rencillas, ninguna tan preocupante como la de la zona serrana del sur de La Huacana.

“Me tocó estar ahí hace poco, en julio del año pasado. Estuve en contacto con ambos grupos”, explica Ernst. “Ese pueblo marca la línea más larga del frente, de Tumbiscatío a Arteaga. Ahí se ve las consecuencias de la ruptura de Carteles Unidos, divididos ahora en dos bloques, que se enfrentan justo en esta zona”. Ernst dice que el motivo de la pelea es el “acceso al puerto Lázaro Cárdenas, a las minas y a la producción y el tráfico de drogas, particularmente metanfetamina. Pero más allá de eso”, añade, “se trata de quedarse con territorios antes de las elecciones”. En junio, México celebra elecciones a presidente, estatales y locales.

Ernst cuenta además que en su estancia en la zona en julio, los grupos le contaron “la tendencia de buscar a gente de Colombia, como una moda. Se hablaba mucho de exintegrantes de las FARC, que traen conocimientos específicos de usar tácticas de campo de batalla, como el tema de usar minas caseras, para proteger microterritorios”. No está claro si la presencia de venezolanos en las filas de estas organizaciones responde a la misma lógica. “Estoy tratando de preguntar por celular, para saber si los han reclutado por su experiencia, o simplemente eran migrantes, forzados a unirse a las filas del crimen organizado”, dice el investigador.

Otra fuente conocedora de las dinámicas del crimen en Michoacán, consultada por este diario, señala la importancia del papel del CJNG en este nuevo panorama. La fuente, que prefiere ocultar su nombre por seguridad, da como contexto la batalla por Aguililla, de hace dos años y medio. Entonces, el CJNG trataba de avanzar desde la región Sierra Costa y el municipio de Aguililla, hacia Apatzingán y las ciudades de Tierra Caliente. “Como el CJNG no pudo entrar por el lado de Aguililla o se complicaba, buscaron otro camino. Y encontraron el de la sierra de Arteaga, Churumuco y Tumbiscatío. En esa zona casi no se documenta lo que ocurre por su aislamiento”, señala.

“Me temo que desde el año pasado”, sigue esta fuente, “hubo un rompimiento de los pactos de [el resto de grupos de] Carteles Unidos con Migueladas, que tiene su base en La Huacana. Y esa ruptura generó esta avanzada del CJNG por Tumbiscatío. El motivo, explica, no es otro que encontrar un punto de entrada a la zona centro del Estado por La Huacana y controlar su zona Serrana”. La fuente señala igualmente la importancia de esta región para los fabricantes de metanfetamina. Y recuerda el hallazgo en enero de dos enormes laboratorios de esta droga en la zona.