Ixchel Torres, de 50 años y residente de la Ciudad de México, lleva desde los 12 padeciendo los efectos de la alergia. “Empieza con picazón de nariz y garganta, ardor de ojos. Después comienzan los estornudos, que se vuelven incontrolables. Llega un momento en que me encuentro tan congestionada que se me pone un dolor horrible de cabeza”, cuenta la mujer, acostumbrada desde niña a los efectos que le produce el arribo de la primavera, la estación donde se disparan las reacciones del sistema inmunológico al polen, cuando este aeroalergeno es más abundante en el aire que respiramos.
No obstante, desde hace unos cinco años, los síntomas que solía padecer Huerta en la temporada que anticipa al verano, cuando brotan nuevas hojas en los árboles y las flores explosionan en colores y fragancias, se empezaron a presentar en otros meses. Y cada vez se prolongan más. “Como me acababa de mudar a una casa a unas pocas cuadras de varios parques no le di importancia. Pensé que mi malestar continúo se debía a estar rodeada de tantos árboles”, revela. Cuando acudió a su médica de cabecera para tratar los efectos de una alergia cada vez más molesta y continua, la doctora le explicó que su caso no era único. “La floración precoz de algunos árboles y plantas por el aumento de las temperaturas está afectando también los patrones estacionales de las alergias”, señala Ivette Osuna, otorrinolaringóloga en el hospital privado HMG Coyoacán.
Si todos los casos de polinosis —la alergia respiratoria a los pólenes — solían llegar siempre en su consulta a principios de marzo y octubre, coincidiendo con los ciclos de reproducción habituales de las plantas y árboles, “desde hace unos cinco años empezaron a llegar en enero más y más pacientes con rinitis, el conjunto de síntomas que provoca la alergia. Lo que nos empezó a llamar mucho la atención”, revela la especialista. Según expone, el aumento de las temperaturas a nivel global está afectando a los procesos de polinización, alterando tanto su temporalidad como regularidad. “A mayor temperatura más polinización. El efecto que estos cambios están provocando en los alérgicos ya está documentado a nivel científico”.
El anticipo de meses en la floración de ciertos árboles aumenta la exposición al polen. “El calor que pasamos en enero intensificó los síntomas de los alérgicos. Un fenómeno que se agravó desde hace unos dos años”, detalla Osuna. Conjuntivitis, mareos y estornudos constantes e indomables son algunas de las reacciones del sistema inmunitario que antes se limitaban a las estaciones de polinización, “pero ya se han extendido a prácticamente todos los meses del año”, cuenta.
“Antes de hablar con mi médica pensé que el catarro me estaba durando todo el año porque vivía entre mucha vegetación. Pero cuando acudí a su consulta y me explicó las razones, me di cuenta de que los árboles de la ciudad tenían ya flores mucho antes de tiempo”, relata Torres.
El caso de las jacarandas
Un fenómeno que se pudo observar a en la Ciudad de México principios de enero, cuando las jacarandas de algunas zonas, como el Paseo de la Reforma o Coyoacán, ya presumían del fulgor más lila en sus copas. Este árbol, el más llamativo y emblemático de la capital mexicana, conforma junto al ciprés, platanero, olivo y la artemisa, la lista de los que más reacciones provocan. No obstante, como cuenta la especialista, son algunas especies de la familia de las gramíneas, como la ambrosia, una hierbita común del pasto, a las que tenemos que poner especial atención. “Esta herbácea es la que más rápido crece en las ciudades con el incremento de la temperatura y la que más síntomas alérgicos induce: escurrimiento de moco cristalino, congestión nasal, comezón en nariz y ojos, lagrimeo, desarrollo de tos muy molesta”.
Los aeroalergenos vegetales también pueden provocar cansancio y fatiga, afectando negativamente la productividad en el trabajo y en el desempeño escolar. “Según aumenta la cantidad de polen en el aire el ritmo de las actividades tiende a disminuir”, señala la experta. “Casi la mitad de mis pacientes no pueden hacer ejercicio”, matiza. Aunque los padecimientos alérgicos generalmente no ponen en peligro la vida, pueden llegar a ser incapacitantes y deteriorar la calidad de vida de las personas, sobre todo en aquellas que presentan asma. “Si el paciente sufre una crisis severa por obstrucción del aire, puede acabar en hospitalización”, señala Osuna.
La contaminación atmosférica agrava además las reacciones. “El CO2 y el ozono afectan todavía más a los alérgicos. El tráfico y la polución que sufrimos en esta ciudad potencian las respuestas del sistema inmunológico al polen”, apunta la especialista, mostrando preocupación por el aumento de casos clínicos debidos a los efectos que los cambios en el clima están teniendo en la floración.
Durante el periodo de polinización, las concentraciones de pólenes aumentan en los días secos y calurosos y disminuyen con la lluvia, constituyendo la temperatura y las precipitaciones determinantes de la intensidad de los pólenes y los niveles de alergia en invierno y en primavera. Como exponen numerosos estudios científicos, el florecimiento de cualquier árbol o planta antes del tiempo acostumbrado es una clara señal del incremento de las temperaturas y la falta de agua. También del desequilibrio que genera en un ecosistema citadino, como el de la Ciudad de México.
Su caso no es excepcional. Cada vez resulta más común observar el adelanto de la primavera en varias regiones del mundo. Anomalía que no resulta novedosa para aquellos expertos que llevan tanto tiempo advirtiendo cómo los cambios de temperatura constituyen el principal factor climático que está afectando a la genealogía de las plantas, sus ciclos de crecimiento y reproducción. Un síntoma de que los inviernos se están volviendo más ligeros debido al calentamiento global, exhibiendo temperaturas cálidas en temporadas donde reinaba el frío.
De acuerdo con los registros de la NASA, la temperatura promedio de la superficie de la Tierra en el 2023 fue la más cálida que se hay registros. Y, según las previsiones, el 2024 no será menos, con un consecuente peligroso efecto en la salud de las poblaciones.
En la actualidad, alrededor de casi un cuarto de la población muestra sensibilidad a algún tipo de polen. Un porcentaje que, según concluyen varios trabajos científicos, está aumentando cada año en todo el planeta. Según la Red Mexicana de Aerobiología, la reacción al polen se ha incrementado un 20% en la última década. “El cambio climático derivado de la transformación de los suelos y de la contaminación, el aumento de las temperaturas, está provocando un descontrol en los ciclos de las plantas, haciendo que generen más polen y antes de tiempo. Por lo que las reacciones alérgicas serán cada vez más comunes y fuera de las temporadas a las que estábamos acostumbrados”, advierte la otorrinolaringóloga mexicana. Su predicción, como la de tantos otros expertos, no resulta nada alentadora: “Lamentablemente, esta situación sólo se va a agravar con el tiempo”.