La educación no ha sido materia estelar en las conferencias de Andrés Manuel López Obrador en este sexenio que está por concluir. Comenzó derogando la reforma del presidente Peña Nieto que sometía a los docentes a una evaluación que podía apartarlos de su profesión, lo que llevó la calma a las escuelas, y les ha subido el sueldo por encima de los incrementos de periodos anteriores, pero a unos días de que hablen las urnas, los maestros están otra vez con protestas en las calles.
En este mandato, atravesado por una pandemia y su consiguiente rezago escolar, se ha implementado una reforma educativa moderna y ambiciosa que ya está en las aulas desde preescolar a secundaria, al menos en el plano normativo.
Otra cosa es que los profesores se hayan adaptado a un modelo que deja atrás las clásicas asignaturas por el concepto de campos formativos, en los que las enseñanzas deben impartirse de forma aplicada a la vida y al contexto social de cada territorio y que otorga a maestros y maestras el papel de jefes de orquesta para sacar de cada escuela la mejor música. Todo está empezando y plantea fuertes retos que deberán abordarse en el siguiente sexenio.
Diseñar y poner en marcha una reforma educativa es uno de los asuntos más complejos para cualquier gobierno, habida cuenta de los millones de alumnos y sus familias así como los miles de docentes implicados.
La Nueva Escuela Mexicana planteada en este sexenio aún más, porque se trata de dar la vuelta por completo al modelo tradicional aplicado durante décadas con todas sus inercias. A pesar de ello, no ha sido objeto de grandes debates públicos. Por la Secretaría de Educación Pública (SEP) han pasado tres titulares en cinco años -otro inconveniente añadido- sin pena ni gloria.
Cuando se estaba abordando un cambio radical en el ámbito educativo, la última responsable, Leticia Ramírez Anaya, apenas comparecía en las mañaneras para hablar del programa antidrogas. Y las becas de los estudiantes han sido apenas el detalle, aunque no es menor, en el que siempre se ha detenido López Obrador.
La reforma escolar, finalmente, ha tenido algunos sobresaltos a cuenta de los nuevos libros de texto, muy polémicos entre los sectores de la derecha mexicana. También sobre la capacitación del profesorado. Un asunto que llevó la educación al ámbito público fue la eliminación de la Escuela a Tiempo Completo, que mantenía más horas en las aulas a los niños y les proveía de alimentos.
Eso fue sustituido por otras medidas, pero en esta ocasión el ruido político y mediático le ocasionó algunos sinsabores al Gobierno, que tuvo que rectificar en parte, y que sigue proporcionando munición a la campaña electoral de la oposición, que ha prometido restituir ese programa y las guarderías infantiles para que las madres, miles de ellas criando a sus hijos solas, puedan atender su tiempo laboral.
Sobre este resumen comienza su reflexión el profesor del Colmex Manuel Gil Antón: “En buena hora se eliminó el carácter punitivo de las evaluaciones de Peña Nieto, las evaluaciones son para mejorar, no para clasificar o despedir”, dice.
Sin embargo, no está de acuerdo con las medidas de educación a distancia que se implantaron en la pandemia, aunque sí con los principios que alumbran la reforma, que le parecen “muy interesantes”; pero el cambio se ha abordado con tanta prisa, añade, que difícilmente cree que pueda erradicar de un plumazo “la inercia de décadas de un magisterio acostumbrado a la guía de un libro de texto para cada asignatura que debe ser sustituido por una pedagogía crítica”, afirma.
“Es un cambio muy radical que necesita tiempo para madurar”, afirma. Y no todas las escuelas parten de la misma br ni tienen los mismos resultados en un México profundamente desigual. Gil Antón aprueba el incremento de becas, pero se tiene que entender, dice, que estas ayudas “sirven para que el alumnado permanezca en las aulas, otra cosa es aprender, eso es lo que hay que mejorar, las condiciones del aprendizaje”. Y el proceso, añade, debería ser “paulatino, monitoreado y evaluado”.
Esa premura para implantar la reforma es una de las cuestiones que más críticas ha levantado. “Prometieron que esto sería piloteado, pero nos hemos ido directos a la implementación y eso conlleva errores, situaciones críticas, el sistema no acaba de comprenderse, es ambiguo, los libros de texto también tienen múltiples errores”, dice Alma Maldonado, experta en Política Educativa del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Politécnico Nacional (Cinvestav).
“Una de las grandes tragedias de este país es que cada seis años hacen borrón y cuenta nueva sobre lo que había sin ver qué funcionó y qué hay que cambiar o rescatar”, explica. Y critica que la paz que devolvió el presidente a los maestros fue a costa de dejar de nuevo en manos de los poderosos sindicatos educativos el reparto de plazas docentes, “a partir de favores, dinero, etcétera, ha vuelto la opacidad”, afirma. Apenas señala algunos aciertos en la política de estudios superiores, pero eso no impide que califique este sexenio como “perdido para la educación”.
Tampoco añade entusiasmo al balance sexenal Juan Manuel Rendón, exdirector de la Benemérita Escuela de Normalistas de la Ciudad de México, donde se forman maestros desde hace 135 años. “El Magisterio no se ha revalorado, ni erradicado la corrupción en el sistema educativo.
La Nueva Escuela Mexicana se ha quedado en la retórica sin modificar el autoritarismo en la estructura y la gestión escolares. Tampoco ha habido una verdadera formación ni actualización de los maestros”, sostiene. Ese punto es clave en cualquier reforma y más en esta, que descarga en la destreza docente el éxito de las escuelas.
Ángel Díaz Barriga, académico del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, ha sido uno de los artífices de la parte pedagógica de esta reforma y es consciente de los retos que deja para un futuro gobierno el desarrollo de este nuevo sistema que “ha sembrado las brs de una transformación básica real, no ficticia”. “Aquí no se ha tratado de quitar unas asignaturas y poner otras”, dice, “sino que se ha establecido la autonomía profesional de los docentes y de un trabajo colegiado entre ellos, que durante todo 2022 pudieron familiarizarse con los cambios del nuevo plan de estudios”, asegura.
Díaz Barriga, en contra de los analistas anteriormente citados, sí cree que la reforma “ha sido recibida con entusiasmo entre maestros, directores y supervisores”. Reconoce que en las escuelas más pequeñas funciona mejor, mientras que cuesta más en la secundaria, donde cada profesor lleva su propia materia y es más complejo trabajar en equipo.
Pero, a pesar de los retos, cree que se han sentado las brs para acabar con la “histórica educación enciclopédica de libros y lecciones para vincular la escuela con la vida del niño, con los problemas reales”. Entiende que es complejo asumirlo en una sociedad acostumbrada a las páginas, pero se trata, afirma, de “recoger la enorme diversidad de México de norte a sur.
No existe la escuela, existen las escuelas”. El academico lamenta los obstáculos que se han ido encontrando en el camino: “La reforma estaba preparada para 2021, pero se ha enfrentado a una lucha ideológica de amparos judiciales”, dice.
Las escuelas de todo el mundo llevan años planteándose nuevos modelos acordes a los tiempos. Las familias se dicen conscientes de que los niños de hoy no tienen mucho que ver con los estudiantes de hace décadas, y los sistemas educativos no acaban de abandonar los esquemas del pasado. Pero una reforma educativa de calado rara vez cuenta con la unanimidad de los diversos sectores ideológicos. En el caso de México, también ha ocasionado fuertes críticas, a pesar de que en el ámbito de la comunicación pública, el asunto ha pasado prácticamente de puntillas. Apenas la gran reforma aterriza en las aulas y mientras algunos maestros todavía recurren a los libros de texto antiguos para sus clases, el país se ve de bruces ante un nuevo gobierno que saldrá de las urnas este 2 de junio.
Someramente, los candidatos presidenciales han ido esbozando sus líneas maestras sobre educación. Quienes esperan que la reforma continúe, saben que eso puede lograrse si es la candidata morenista Claudia Sheinbaum quien recibe la banda presidencial. Para los demás, el remedio escolar está en manos de la aspirante panista, Xóchitl Gálvez, aunque esta no ha prometido derogar la reforma, pero sí cambiar algunos aspectos o centrarse en otros.
“Mi impresión es que Sheinbaum no va a tocar mucho la enseñanza básica, sino que implementará cambios en las etapas intermedias, después de la secundaria, con modificaciones en las preparatorias, asegurando el acceso de los alumnos y con otras opciones universitarias para ellos”, dice Gil Antón.
México pierde un millón de estudiantes cada año, de preescolar a posgrado, dice el profesor del Colmex, “y 600.000 de ellos abandonan o son abandonados por el sistema en los tres años previos a la universidad, en la etapa media superior”. Antes primaban las razones económicas, “ahora crece otro motivo, el aburrimiento”, explica Gil Antón.
La sangría de estudiantes empieza, pues, en los accesos a la preparatoria y continúa en ese periodo. Así pues, cabe pensar que no es solo una cuestión de asegurar plazas para todos, sino motivación suficiente para seguir con entusiasmo. Cree que Xóchitl Gálvez “trivializa” la enseñanza con conceptos sencillos como ofrecer computadoras, inglés e inteligencia artificial.
Al otro lado del espectro ideológico, Alma Maldonado, en desacuerdo con los cimientos educativos que se han construido en este sexenio, no ve solución con el “segundo piso” que plantea Sheinbaum y las “universidades Benito Juárez, que son un desastre, por ejemplo”.
Cree, sin embargo, que la candidata Gálvez “recompondrá el rumbo de las cosas que no se están haciendo bien. Que “seguirán las evaluaciones internacionales PISA”, que comparan los resultados académicos de los alumnos en todo el mundo y que han estado en el ojo del huracán en las últimas semanas, ante el posible abandono de México de ese sistema.
La opinión personal de Díaz Barriga es que, efectivamente, México debe salir de esas pruebas PISA que, a su parecer, no son objetivas para medir el rendimiento escolar de países tan diversos, una crítica que se escucha también en otros países del mundo. “Lo de PISA no es más que una psicometría vulgar”, critica el investigador. “Yo deseo que haya continuidad en la reforma, pero lógicamente el siguiente gobierno tendrá que ponderar qué aspectos fortalecer y cuáles mejorar”, añade.
Xóchitl Gálvez ha prometido una beca universal de preescolar hasta la preparatoria en escuelas públicas y privadas y la participación de los padres en la redacción de los libros escolares, así como la contratación de más maestros y la subida progresiva de sus sueldos.
En ese terreno, Sheinbaum parte del suelo que deja López Obrador, que acaba de implementar una subida salarial del 10% en promedio, lo que les sitúa en unos 17.635 pesos, un incremento del 47% en todo el sexenio, algo que prácticamente duplica el salario que tenían, ha presumido el presidente. Sheinbaum promete la misma beca universal citada antes y la inclusión de programas de salud en la escuelas, así como las becas Benito Juárez y la extensión a todo el país de las universidades que desarrolló en la Ciudad de México.
El más radical ha sido el candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, que ha prometido echar abajo los libros de texto actuales y el programa educativo de López Obrador, aunque no hay detalles sobre qué modelo se implantaría. El candidato que visita cada día alguna universidad, sí ha señalado que incluirá habilidades técnicas, profesionales y de empleabilidad en la educación pública y en la educación superior, y ha defendido el aumento de las becas de posgrado y el intercambio escolar de profesores y estudiantes.
México no solo enfrenta un cambio de presidente, también el abordaje de una ambiciosa reforma educativa que apenas comienza y cuyo futuro es tan incierto como los nuevos responsables de la política educativa en el nuevo gobierno.
Si las aulas continúan su andadura o se enfrentan a cambios radicales o simples es una cuestión que se verá en el ejercicio del poder, más que en las someras propuestas electorales que estos días se conocen. La educación, como todo, dependerá de los votos que se depositen el 2 de junio. Y en eso sí pueden intervenir directamente las familias y los docentes.