Las aspiraciones políticas de Omar García Harfuch han sacado ampollas dentro del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). El ala dura del partido de Andrés Manuel López Obrador, aquellos que se consideran de corte más progresista, temen que el elegido para la boleta en Ciudad de México termine siendo un policía. El exsecretario de Seguridad capitalino es el favorito en las encuestas difundidas y se encamina de momento hacia la victoria interna de su partido, frente a la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, o el exsubsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. Sin embargo, la posible victoria incomoda tanto a las bases como a miembros del Gabinete federal. Desde las sombras, muchos se han volcado a operar a favor de Brugada, la favorita entre las filas de la formación. García Harfuch, que trabajó para otras Administraciones y se sumó a Morena gracias a Claudia Sheinbaum, pasa sus primeros días de campaña vestido de color guinda y repitiendo ante la prensa una y otra vez que no sería candidato de ningún otro partido.
“¿Está usted afiliado a Morena?”. “¿Se considera de izquierdas?”. “¿Qué ideología tiene?”. Desde que empezó su campaña hace menos de dos semanas, García Harfuch enfrenta las mismas preguntas en su desfile por algunos medios de comunicación. Las interpelaciones reflejan las dudas que tiene la capital, pero también las que tiene Morena puertas adentro. El partido en la ciudad se ha vuelto estos días un pasillo donde muchos murmuran si de verdad el exsecretario de Seguridad les representa. Algunos pesos livianos han salido a respaldarle, pero muchos se han colado silenciosamente en la campaña de Brugada, cuyo mayor desafío estos días es reconquistar la clase media, con el foco en algunas alcaldías donde no consigue hacer mella y, por el contrario, abunda la simpatía por el exjefe de la Policía.
García Harfuch se volvió el rostro del descenso de los números de violencia en la capital. En un país donde las cifras rojas no han parado de escalar, la ciudad ha logrado mantenerse relativamente aislada de las olas de violencia y ha reducido los delitos de alto impacto. Ese rédito se lo ha llevado Sheinbaum y su equipo, principalmente García Harfuch. Algunas voces dentro del partido entienden que esto podría ser la razón de la buena imagen que tiene el exfuncionario en toda la ciudad y el motivo de las altas mediciones en las encuestas.
Morena enfrenta en Ciudad de México un escenario complejo. Después del castigo que recibió en las urnas en 2021, cuando perdió nueve de las 16 alcaldías, necesita asegurarse una victoria para 2024. Las apuestas dividen el tablero. Brugada ha transitado su carrera política de la mano de López Obrador, tiene el respeto de los militantes y cuenta con la aprobación del presidente; pero sus números hasta ahora no llegan a competir con García Harfuch. El exjefe de la Policía, por el contrario, no ha recorrido ninguno de los pasos dentro del partido que ha dado su contrincante; aun así podría convertirse en la persona que consiga retener para Morena el distrito más importante en juego el próximo año. En última instancia, reconocen fuentes internas, el partido siempre se ha caracterizado por ser pragmático.
El perfil de García Harfuch no convence dentro de las filas. Esto se ha visto reflejado en actitudes de seguidores y periodistas que suelen apoyar a Morena, pero no han dejado de criticar con fuerza al aspirante. El exsecretario carga una doble mochila, la personal y la familiar. Su genealogía paterna tiene historia dentro del PRI. Su abuelo, Marcelino García Barragán, fue secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, años en los que dirigió, aunque siempre se desmarcó, la represión contra los estudiantes en 1968, que acabó en los trágicos eventos del 2 de octubre en Tlatelolco. El padre de García Harfuch, Javier García Paniagua, se formó en el partido y alcanzó en 1976 la jefatura de la Dirección Federal de Seguridad, el aparato contrainsurgente del Estado, que carga con un oscuro historial de torturas, asesinatos y desapariciones forzadas.
La historia personal del aspirante también le pesa al partido. Pese a jactarse de su carrera policial, García Harfuch reprobó en varias ocasiones los exámenes de confianza, una evaluación fundamental dentro del cuerpo para determinar si una persona es óptima para ser parte de las fuerzas de seguridad, según dio a conocer el sitio web de Carmen Aristegui. A eso se le suma la cercanía que mantuvo con Luis Cárdenas Palomino, un antiguo alto mando policial que fungió de mano derecha del exsecretario de Seguridad Pública federal Genaro García Luna —ambos actualmente en prisión—.
Quizá la piedra más pesada sea el caso Ayotzinapa. Esta semana el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, confirmó que el policía había participado en reuniones en las que se gestó la verdad histórica, la falsa versión que difundió el Gobierno mexicano tras la desaparición de los estudiantes. García Harfuch se defendió asegurando que no había tenido intervención en esos encuentros, pero no aclaró por qué fue convocado a esas reuniones y si tuvo algún rol en la fabricación del falso relato.
López Obrador salió a defenderle, pero sus palabras no alcanzaron para apagar el fuego amigo. Las voces dentro del partido coinciden en una idea: el 30 de octubre, cuando Morena tenga un candidato al Gobierno de Ciudad de México, todos se pararán detrás de esa figura y apoyarán a quien tenga la suerte de representar a la formación guinda. No habrá situación similar a la que hubo con la candidatura presidencial, en la que Marcelo Ebrard se fue enojado y amenazó con dejar Morena. Hasta que llegue la nominación, seguirán los intentos del ala dura por evitar que el elegido no sea García Harfuch.