Las carreras de artes y humanidades resuelven problemas tan complejos como los científicos, pero no les hacemos justicia

Así como Wittgenstein usaba a la lógica y la Filosofía como una vía de “enseñarle a la mosca a salir de la botella donde se había metido”, de esa manera las Humanidades sirven para resolver problemas contemporáneos.

Pero, ¿cómo pueden esos profesores con pocas habilidades sociales ayudar a resolver problemas sin precedentes en la historia humana? Primero, nos harán ver que rara vez los problemas humanos no han tenido precedentes. 

Ha sucedido con la llegada de cada nueva tecnología: “¡La radio destruirá a la familia! ¡La TV nos hará tontos!” Así, los nuevos retos de la humanidad sí tienen una salida, sólo que no es una de quienes piensen linealmente. 

Las artes y humanidades resuelven problemas tan complejos como las científicas, pero no les hemos dado la oportunidad.

Contrario a lo que muchos piensan, la lógica es la metodología de, al menos, la Filosofía. Es decir, tiene la misma raíz que las Matemáticas. ¿No creen que a veces falta alguien experto en lógica en una mesa de negociación entre naciones? ¿o en la toma de decisiones críticas en los consejos de seguridad de alguna nación poderosa?

¿Qué decir de la creatividad, propia de los artistas? En un consejo militar, hace falta alguien que rompa los esquemas para sacar una solución que no tenga que ver con imponerse bélicamente al otro. O alguien que vea los escenarios creativos con los que un delincuente puede darle la vuelta a una política pública (te hablamos a ti, políticas antipiratas).

Las humanidades en México enfrentan un desafío de reconocimiento y valoración social y laboral, a pesar de que sus habilidades son cruciales para resolver problemas complejos y aportar una visión ética y crítica en la sociedad. La baja remuneración y la alta informalidad evidencian un subaprovechamiento del capital humano en estas áreas.

Hoy filósofos han encontrado lugares en los consejos de administración de varias compañías. Ha sido la carrera que se estudia “para dar clases de Filosofía, o bien, para dedicarse a lo que sea”. Antes de tomar el curso de cine del reconocido director/actor Werner Herzog, éste le pide a sus alumnos que cursen un año de Filosofía antes de conocer sobre cámaras y óptica, “porque necesitan tener algo qué decir, y saber por qué lo dicen, antes de empezar un rodaje”. 

Otros han encontrado en la consultoría un nicho creado por ellos mismos. Algunas compañías se encargan de ayudar a otras empresas a tomar mejores decisiones  (tengo en la mente a Tandem, ahora basada en España). Es una habilidad que va más allá de un árbol de decisiones.

Otro apartado que ha cobrado auge es la Ética, ese espacio de la reflexión que tiene consecuencias tan fuertes que algún ingeniero descubrió que era mejor pasarle la responsabilidad a algún humanista. De nuevo, para que quede claro, las humanidades no están basadas en sentimientos, sino en ciencia. Sí, la misma ciencia dura de los físicos, sólo que aquí se trata de objetos de estudio más complejos: los seres humanos.

Con la llegada de los dilemas bioéticos propios de nuestro tiempo, se desarrollaron (todos basados en la lógica) metodologías para ayudar a resolver tales dilemas: para la reproducción in vitro, la condena a muerte, la maternidad subrogada, la adopción, la eugenesia, en fin. Si bien fue necesario que algún ingeniero desarrollara un método para lograr tal resultado, otros criterios entran en juego para quien debe jalar el gatillo (o fecundar un óvulo). Aquí es donde los humanistas cobran sentido.

Otro campo de combate: la IA. La formación en humanidades dota a las personas de habilidades de pensamiento crítico, interpretación y visión lateral que son esenciales para complementar el análisis técnico y cuantitativo que realiza la IA. Por tanto, la colaboración orgánica entre humanidades y tecnologías digitales puede generar soluciones más integrales y éticas a los problemas sociales y culturales de México, desde la interpretación de datos hasta la innovación en la educación y la cultura. 

Un primer paso frente a la IA fue la evidencia de que suele caer en sesgos, que provocan resultados erróneos. De allí que se ha vuelto un tema de ética cómo se alimentan los diferentes motores de IA. 

No se trata de tener menos ingenieros y más humanistas o artistas. Se trata de tener ingenieros con capacidades creativas y rigor de pensamiento crítico. Y al mismo tiempo contar con humanistas “infiltrados” en plantas de producción, departamentos de Desarrollo e Investigación; allí, codo a codo con quienes estudiaron STEM.

Aunque México sigue con un déficit de ingenieros (tan necesarios ellos) la educación superior debe integrar la enseñanza ética y crítica para preparar a ingenieros sin perder la perspectiva humanista. Y a los humanistas, también, enfrentarlos más a la investigación de campo y probar, en la vida real, ideas, que muchas veces son difíciles de probar. 

Esto implica un reto para las universidades mexicanas, que deben formar artistas, humanistas y científicos sociales con competencias éticas para enfrentar los dilemas que plantean los problemas novedosos de las tecnologías. Pero sin dejar el pensamiento lateral.