Muchos inversionistas y analistas económicos siguen viendo a América Latina como una región relativamente homogénea. Por lo mismo, suelen tratar a los países de la región casi como perfectos sustitutos entre sí. Esta categorización es incorrecta hoy en día.
Es cierto que en el pasado hubo varios elementos históricos, económicos y sociales que dieron lugar al surgimiento de esta perspectiva: niveles de desarrollo similares, periodos comunes con políticas de industrialización y de sustitución de importaciones impulsadas desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), endeudamiento externo creciente y generalizado, crisis simultánea de la deuda externa, episodios inflacionarios con devaluaciones e inestabilidad macroeconómica, la llamada década perdida de América Latina, etapas comunes plagadas de reformas estructurales y de planes de ajuste macroeconómico, etc.
Sin embargo, desde hace ya algunas décadas los países de la región han seguido distintas políticas macroeconómicas y de desarrollo, han alcanzado muy diversos niveles de estabilidad macroeconómica y se han insertado en la globalización en formas heterogéneas. Todo ello tiene repercusiones importantes en los resultados económicos logrados y en el tipo de retos a los que ahora se enfrentan. Además, en un contexto de reordenamiento del patrón de globalización en el que vivimos, esto también implica distintas oportunidades y, por lo tanto, muy diferentes potenciales de beneficio frente a lo que se viene.
En esta ocasión se analizarán a los resultados macroeconómicos. En la comparación; los siete países más grandes de la región: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, México y Venezuela.
La diferencia más evidente es en términos de estabilidad macroeconómica. De estos siete países, solo cinco de ellos han logrado poner bajo control a la inflación: Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. Con excepción del brote inflacionario de 2022, estos cinco países han logrado mantener tasas de inflación anual por debajo de 10% prácticamente de manera constante desde principios de siglo. Los casos de ajuste más notables en esta dimensión son Perú y Brasil que llegaron a tener inflaciones anuales superiores a mil por ciento todavía en los años noventa del siglo pasado. En esa misma década, México, Chile y Colombia aún padecían inflaciones anuales de doble dígito.
Por otro lado, Argentina y Venezuela, como se sabe, aún están luchando contra la inestabilidad macroeconómica. Años de políticas macroeconómicas equivocadas en ambos países, les han impedido lograr reestablecer la anhelada estabilidad macroeconómica. En estos países la inflación sigue siendo muy elevada y los desequilibrios económicos y fiscales han sido muy persistentes. En el caso de Argentina esto ha ocurrido en un contexto democrático y con alternancias en el poder, mientras que en el caso de Venezuela las condiciones políticas han sido muy diferentes y el deterioro económico ha ocurrido fundamental, pero no únicamente, bajo el régimen de los Presidentes Chávez y Maduro.
La otra diferencia importante en la región es en términos de crecimiento económico de largo plazo. En esta materia, el país con el mejor desempeño ha sido sin duda Chile, que de 1980 a 2022 logró aumentar su PIB per cápita en 206% (esto implica que triplicó su nivel de ingreso per cápita). Los otros dos países con mejor desempeño en la región han sido Colombia y Perú, cuyos niveles de ingreso per cápita crecieron en 108% y 74%, respectivamente, en el mismo periodo de 1980 a 2022.
Por debajo de estos países, se encuentran Brasil, Argentina y México, con un crecimiento acumulado de su ingreso per cápita de solo 38%, 26% y 22%, respectivamente. Estas cifras indican un crecimiento promedio anual del ingreso per cápita inferior al 1% por año durante las últimas cuatro décadas. El caso más dramático en esta materia es Venezuela, que ha visto caer su nivel de ingreso per cápita en ese mismo lapso.
Así, en resumen, tendríamos tres países de la región con cierta estabilidad macroeconómica y con un relativo dinamismo en su actividad económica de largo plazo: Chile, Colombia y Perú; tendríamos dos países con estabilidad macro, pero con bajo dinamismo económico: Brasil y México; un país con inflación, inestabilidad y bajo crecimiento (Argentina) y, finalmente, un país con gran inestabilidad macroeconómica y un evidente colapso en su actividad económica como Venezuela.
Estas diferencias también han ido acompañadas de distintos grados de responsabilidad fiscal, de niveles de endeudamiento público y de capacidad recaudatoria. Ello se refleja a su vez en la heterogeneidad resultante en materia de calificaciones crediticias y en otros indicadores económico-financieros. Por supuesto, esto también ha resultado en muy distintos desempeños en materia de avances sociales y de combate a la pobreza que, de alguna manera, son el reflejo de los avances en materia de crecimiento económico y de estabilidad macroeconómica. El mensaje, sin embargo, es claro: América Latina se está volviendo cada vez más heterogénea y los analistas e inversionistas deberán hacer un esfuerzo adicional para identificar las diferencias idiosincráticas entre los países de la región.