Primero, se siente como una incomodidad física y tremenda sed. Después, se siente en la cartera. El calor sin precedentes que han padecido este año tantos mexicanos al norte del país ha alcanzado temperaturas récord, impactando a la economía. La productividad, tanto en el campo como en la ciudad, baja cuando los trabajadores tienen que adaptarse a estos niveles de calor, mientras que el costo de vida sube, alertan especialistas.
Esta semana, la ciudad fronteriza de Mexicali en el norte de México alcanzó los 52 grados centígrados (125 F), el máximo desde 1948 que se tiene registro, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Justo en esa zona de California, pegada al paso fronterizo con Mexicali, se encuentra Imperial Valley, un trozo de desierto que tras la construcción de un canal desde el río Colorado hace unos 120 años se convirtió en terreno agrícola de primera. Los cientos de agricultores que producen principalmente frutas y verduras para el mercado interno conocen muy de cerca el calor. Ellos mismos y sus operaciones productivas se han adaptado. Las variedades de alimentos que cultivan están seleccionadas cuidadosamente para soportar temperaturas extremas.
“Cuando el resto del Estado vive ‘olas de calor’, esas temperaturas son un verano normal para nosotros. Nuestros patrones de cultivo están basados en veranos muy calurosos”, explica Rachel Magos, Directora Ejecutiva del Imperial Valley Farm Bureau, una asociación de cientos de productores de la zona. Hay que tener en cuenta que la productividad de la zona está absolutamente ligada a los particulares derechos que tienen sobre el agua del río Colorado: el Imperial Valley recibe más agua del río que las ciudades de Los Ángeles, Las Vegas y Phoenix juntas.
Si el nivel del río continúa bajando año a año, o si pierden las protecciones legales que les aseguran tal suministro, el panorama podría ser radicalmente diferente. Pero por ahora, para los agricultores que producen pegados al costado norte de esta frontera, estos días de calor intenso no han supuesto un cambio en sus previsiones anuales. Y tampoco se ha notado un incremento claro en el precio de las frutas y verduras recientemente, de hecho de mayo a junio los precios bajaron en promedio un 0,5%.
En México, el precio de frutas y verduras lleva cuatro meses consecutivos subiendo, de acuerdo con el dato de inflación publicados durante Junio, periodo en que el país ha visto calores extremos. Los alimentos aumentaron 6,58% en promedio, pero al mirar el precio del chayote, por ejemplo, el incremento mensual fue de 128,5%. El aguacate subió 17,6% en un mes. Estos precios contribuyen al alza general en el costo de vida.
Se estima que las “islas de calor”, como se le conocen a los eventos de calor extremo temporales, tienen el potencial de contraer el Producto Interno Bruto (PIB) del sector agrícula en un 3% anual, asegura Armando Sánchez, director del Instituto de Investigaciones Académicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Hay varios canales de transmisión hacia la inflación”, explica Sánchez, “el primero es la sequía. La baja disponibilidad de agua hace que las cosechas sean de menor volúmen y esa escasez de productos, a su vez, dispara los precios, generando inflación”. Otro aspecto es el de los trabajadores en el campo, quienes deben trabajar largas jornadas bajo el sol, dice Sánchez.
De manera importante, estas condiciones ponen en riesgo su vida, ya que se exponen a afectaciones en los riñones o el hígado. En mayo, las autoridades mexicanas informaron que 43 personas han muerto este año consecuencia del calor, mientras que en EE UU van 28 muertos en el país en la última semana.
En la dimensión económica, la salud de los trabajadores, tanto en el campo como en la ciudad se ve afectada por el calor extremo. “Se han hecho estudios dentro del sector industrial en las ciudades también se ve afectado por las islas de calor, porque la gente está encerrada en una nave industrial en donde las condiciones, a veces las máquinas, generan calor interno que se exacerba”, asegura Sánchez.
Esto baja la productividad, lo que reduce la oferta de bienes y servicios y, de nuevo, eleva los precios, explica Sánchez, de la UNAM. Si los empresarios desean mantener la productividad, deberán invertir en acondicionar sus instalaciones, un costo que trasladaran al consumidor. En momentos de mucho calor, quienes pueden hacerlo cambian el transporte colectivo por uno privado, con aire acondicionado, aumentando el tráfico vial y las emisiones de carbono. “Este es círculo vicioso”, opina el académico.
Medir el impacto económico del clima extremo es algo que científicos en todo el mundo han comenzado a hacer en los últimos años. Desde la UNAM, los investigadores Francisco Estrada y Óscar Calderón publicaron un estudio en el que estiman que, en la zona metropolitana de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, las pérdidas economicas derivadas del cambio climático podrían rebasar los mil millones de dólares anuales en esta década.
“A menos de que los acuerdos internacionales de mitigación se complementen con medidas locales para disminuir los efectos de la isla de calor, los esfuerzos internacionales serían menos eficientes para reducir el riesgo y los impactos económicos de este fenómeno”, escribieron los académicos.
En Imperial Valley, han optado por una adaptación temprana. Sus agricultores “han estado conservando agua durante décadas para ayudar a satisfacer las necesidades de otras ciudades y ser los mejores administradores posibles del recurso”, cuenta Magos, “están continuamente innovando e implementando prácticas de eficiencia de riego en sus granjas. Los cultivos eligen a varios factores, por lo que cultivar un determinado cultivo estrictamente porque utiliza menos agua no es necesariamente una solución factible”.
Sánchez sugiere que las políticas públicas sean de adaptación a esta nueva realidad climatológica, ya que cada año se presentan más islas de calor. “Las políticas de mitigación para reducir las emisiones se está trabajando pero ya no alcanza”, opina el académico. “Si la temperatura del planeta pasa de subir 1 grado a 6 grados por cambio climático, entonces sí ya toda la política, tanto ambiental como de crecimiento económico, va a tener que tomar en cuenta eso. Vamos a tener que adaptarnos”, concluye.