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Latinoamérica podría desaprovechar los avances en materia de infraestructura digital sin un impulso a la misma

Fue uno de los pocos aspectos positivos de América Latina durante la pandemia: en medio del alarmante número de víctimas humanas y económicas que el coronavirus causó en la región -una de las más afectadas del mundo-, el auge de los sectores tecnológicos proporcionó un raro rayo de luz.

La inversión de capital riesgo en empresas latinoamericanas se triplicó con respecto a 2021, alcanzando los 15.700 millones de dólares. Esta cifra es superior al total combinado del sudeste asiático, África y Oriente Medio, según datos de la Asociación Mundial de Capital Privado.

En una región famosa por sus abultados márgenes bancarios, no es de extrañar que las empresas disruptivas de tecnología financiera de América Latina fueran las principales beneficiarias, captando el 39% de todos los flujos de inversión, según la Asociación para la Inversión de Capital Privado en América Latina (LAVCA). El comercio electrónico recibió otro 25 por ciento.

Uno de los mayores beneficiarios de la adopción acelerada de la tecnología durante la pandemia fue MercadoLibre, la respuesta de la región a Amazon, cuyos ingresos revelados públicamente se dispararon un 184% de 2017 a 2020.

Sin embargo, la región se encuentra ahora en una encrucijada.

¿Resultará el boom tecnológico de la pandemia un parpadeo estadístico, o podrá la abundante cosecha de start-ups de América Latina impulsar el siempre decepcionante crecimiento económico de la región?

Nicolas Szekasy, cofundador y socio director de Kaszek, la mayor empresa de capital riesgo de la región, cree que el efecto de la pandemia será probablemente temporal.

“2030 no será diferente de lo que habría sido [sin la pandemia]”, afirma.

“La tendencia ya estaba ahí, pero la forma de la curva cambió en 2020, 2021 y 2022. Definitivamente, ahora parece diferente, pero en los próximos años probablemente convergerá a lo que habría sido”.

Szekasy destaca algunas de las inversiones de Kaszek, como la brasileña Nubank, la mayor fintech de la región. La empresa salió a la bolsa de Nueva York el pasado diciembre con una capitalización de mercado de más de 40.000 millones de dólares. Otro es el primer unicornio de México, el mercado de coches usados Kavak, que fue valorado en más de 8.000 millones de dólares en una ronda de financiación el año pasado.

Sin embargo, a medida que las condiciones crediticias se endurecen en todo el mundo, las empresas emergentes de la región tendrán que luchar más por los fondos.

SoftBank, uno de los mayores inversionistas en tecnología, perdió en enero a su director de operaciones de origen boliviano, Marcelo Claure, la fuerza impulsora de su fondo de inversión en América Latina, de rápido crecimiento.

El mes pasado, Shu Nyatta, socio gerente de SoftBank International, señaló que el fondo de América Latina concentrará su atención este año en su portafolio existente, en lugar de en nuevas empresas. Este mes, Nyatta y otro socio gerente, Paulo Passoni, afirmaron que también dejaban SoftBank para crear su propia empresa de riesgo centrada en Latinoamérica.

Carlos Ramos de la Vega, director de capital riesgo de LAVCA, afirma: “Una de las tendencias más importantes… es cómo se desarrolla la actividad de fusiones y adquisiciones en todo el mercado, dadas las importantes bolsas de capital que estas empresas emergentes han conseguido”, afirma. Es demasiado pronto para saber si se repetirá el récord de financiación de 15.700 millones de dólares del año pasado.

Mientras tanto, los gobiernos podrían ayudar impulsando la inversión en banda ancha móvil y fija. Hay poderosas razones para hacerlo: el Banco Interamericano de Desarrollo estimó el año pasado que la inversión de 68.500 millones de dólares para cerrar la brecha digital de la región con los países de la OCDE crearía hasta 15 millones de puestos de trabajo e impulsaría el crecimiento del PIB en un 7,7%.

Esta inversión es muy necesaria. Más de 285 millones de latinoamericanos -alrededor del 45%- no tienen acceso a Internet, según la asociación mundial de telefonía móvil GSMA. Sin embargo, la inversión per cápita en telecomunicaciones ha disminuido en términos reales durante más de una década y está muy por detrás de Estados Unidos, Europa y Asia.

Sorprendentemente, muchos de los líderes políticos de la región parecen estar ausentes de este debate. Presidentes como el mexicano Andrés Manuel López Obrador hablan de proyectos nacionales “transformadores”, como un aeropuerto, un ferrocarril turístico y una enorme refinería de petróleo, pero tienen poco que decir sobre la tecnología. Y un paquete de recuperación económica de 3.700 millones de dólares lanzado este mes por el nuevo presidente chileno, Gabriel Boric, se centra en los subsidios a los precios de los combustibles y en los pagos de la asistencia social, más que en la infraestructura digital.

Para que el auge de la tecnología en América Latina dé un impulso duradero a la prosperidad de la región, los gobiernos deberían promover una mayor inversión en banda ancha móvil y fija, y utilizar el dinero público para colmar las lagunas en las zonas rurales no rentables.

Esto ayudará a garantizar que los avances digitales realizados durante la pandemia no se desperdicien en los próximos años.