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Le recuperación económica en México se ha estancado en la recta final del año.

La perspectiva de un rebote en forma de “V” en México es cada vez menos probable. La remontada, estaba claro desde hacía tiempo, no iba a ser igual de rápida que la caída causada por la pandemia. Sin embargo, las últimas cifras auguran una recuperación aún más lenta de lo previsto. La economía se contrajo un 0,4% en el tercer trimestre, peor de lo que se esperaba, un mal dato que aleja la vuelta a los niveles de actividad previos a la pandemia. Los analistas apuntan a factores asociados a la coyuntura de la pandemia, como la crisis logística mundial, pero también al impacto negativo de ciertas decisiones del Gobierno mexicano sobre el clima inversor.

La curva de crecimiento se está aplanando. Primero, después de la reapertura, hubo un gran salto de 13,8% respecto al aciago segundo trimestre de 2020. Luego, trimestre tras trimestre, la recuperación se ha ido ralentizando hasta llegar a la caída entre julio y septiembre, que rompe con cuatro periodos consecutivos de crecimiento y es aún mayor al 0,2% que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) había estimado previamente. El consumo privado, por otra parte, está estancado, con un retroceso de 0,6% en agosto respecto a julio, en un momento en que la inflación marca el panorama económico.

Este mal desempeño complica las metas de crecimiento previstas para este año. El Banco de México, en su pronóstico de agosto, esperaba una tasa del 6,2%. “Es muy complicado que se cumpla”, afirma el economista jefe de BBVA, Carlos Serrano, quien ve probable que el banco central corrija a la baja la proyección en su siguiente informe trimestral, previsto para el próximo miércoles. Ana Gutiérrez, analista del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), coincide: “Creo que va a haber ajustes. Para llegar a la meta se necesita un 0,8% en el último trimestre del año. No es tan difícil si tomamos en cuenta el primero y segundo, pero ahora ya no es tan seguro”.

El desafío no es solo recuperar los niveles de actividad anteriores a la pandemia, sino ponerse a tono con la tendencia que llevaba la economía antes de la crisis. La primera meta, señala Serrano, se puede lograr hacia finales de 2022 o principios de 2023. La segunda es más lejana. “En México no se ve en el horizonte, va a tomar varios años alcanzar la tendencia previa, al menos hasta 2025″, apunta el economista.

La manufactura y sus exportaciones, sobre todo a Estados Unidos, tiraron de la economía en los primeros meses después de la reapertura. Ahora, la falta de capacidad de transporte marítimo y la escasez de microchips han provocado caídas importantes en la producción de automóviles, una de las principales exportaciones del país. En septiembre se produjeron 33% menos vehículos que en el mismo mes del año pasado tras verse forzadas las fábricas a entrar en paros técnicos. La Asociación Mexicana de la Industria Automotriz prevé que el problema de suministro no se solucione hasta mediados de 2022.

Los escasos apoyos del Gobierno a empresarios y ciudadanos durante la pandemia son otro factor, señalan los expertos. Mientras países como Colombia y EE UU aprobaban medidas fiscales que suponían el 4,6% y el 25,5% del PIB, respectivamente, entre reducciones de impuestos y gasto adicional, México se contentaba con los programas ya existentes y dedicó apenas un 0,7% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Eso hizo que la crisis fuera más pronunciada y que la recuperación no esté yendo tan rápida. EE UU ya regresó al PIB que tenía antes de la crisis”, apunta Gutiérrez, del IMCO.

El estancamiento del tercer trimestre confirma a México entre los países de Latinoamérica con mayor rezago en la recuperación. Frente a la palidez de los números mexicanos, Colombia, cuarta economía de la región y uno de los que más gastó frente a la pandemia, creció un 5,7% en el tercer trimestre respecto a los tres meses previos y un 13,2% respecto al mismo periodo del año anterior.

Más allá de la coyuntura, hay problemas estructurales que México arrastra desde antes de la pandemia. El PIB cayó un 0,1% en 2019, la primera contracción en una década. Y la inversión tampoco despega desde la cancelación por parte del Gobierno del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, que estaba a medio construir. “La inversión no es solamente menor a antes de la pandemia, sino menor a octubre de 2018, cuando se anunció la cancelación. Desde entonces hay bastantes medidas que han aumentado la incertidumbre”, señala Serrano, de BBVA.

Una de estas medidas es la reforma eléctrica anunciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador a principios de octubre que propone la cancelación de todos los contratos vigentes firmados por centrales energéticas privadas. “El Gobierno debería revertir las señales de que México no es un país amigable a la inversión”, afirma el economista. En agosto, la última cifra disponible, la inversión fija bruta aumentó 1,1% respecto al mes anterior, pero todavía está 4,9% por debajo de enero de 2020.

Con todo, el Gobierno mantiene su optimismo y López Obrador ha insistido en que la meta del 6% para 2021 todavía es viable. Las autoridades se agarran al aumento sostenido de los salarios, incluso durante la crisis, y de la inversión extranjera directa. En los primeros nueve meses del año, el país atrajo un 5,7% más capital que en el mismo periodo del año pasado.

Para Ana Gutiérrez ambos indicadores van en el “sentido correcto”, pero que hay que considerarlos con cuidado. “La inversión extranjera directa como proporción de la total es menos del 15%. A la inversión total no le está yendo muy bien”, apunta. En cuanto a la recuperación de los salarios, Gutiérrez señala que “no es suficiente para recuperar los ingresos que se necesitan”. Si bien hay avances claros respecto a 2020, la pobreza laboral aumentó ligeramente del segundo al tercer trimestre de este año, del 39,9% al 40,7%.