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Los arrepentimientos de López Obrador y la militarización de la sociedad mexicana

Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador, anunció que la Guardia Nacional dependerá de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). Este decreto contrasta con las palabras del propio López Obrador expresadas en 2010, durante el sexenio de Felipe Calderón: “el presidente Juárez sabía que no podíamos apostar a una república militar, sino a una república civilista, no es con el ejército como se pueden resolver los problemas de inseguridad y de violencia, que no se utilice para suplir las incapacidades de los gobiernos civiles”. Al parecer, el presidente de la república se ha arrepentido y ahora el mando de la Guardia Nacional será militar, un hecho alarmante.

Bajo ninguna explicación podemos decir que colocar las labores de seguridad pública bajo el control de la SEDENA puede significar que se está fortaleciendo una república civilista, es justamente lo opuesto. Parece que el interés de López Obrador ahora es utilizar al ejército para suplir las incapacidades del lado civil de su Gobierno, como él mismo lo explicaba hace más de 10 años. De sobra sabemos cuáles han sido las desgarradoras consecuencias de poner la seguridad pública en manos de los militares.

En 2015, López Obrador expresaba que la obligación de Enrique Peña Nieto era garantizar la libertad de tránsito y protección de los derechos humanos a los migrantes que se habían internado en territorio mexicano desde la frontera sur. Parece haberse retractado de esta posición, aunque el presidente ha lamentado alguna vez las violaciones de derechos humanos a migrantes por parte de la Guardia Nacional, su estrategia ante las caravanas no ha sido garantizarles la libertad de tránsito y la protección. En junio de este año, López Obrador declaró que le parecía “normal lo que se está haciendo”, es decir, le parece normal desplegar a las Fuerzas Armadas para la contención de las caravanas migrantes. ¿Bajo qué razonamiento el comportamiento de la fuerza pública en la frontera con Guatemala se puede interpretar como garantizar la libertad de tránsito que López Obrador exigía en 2015? Su estrategia tiene consecuencias sobre la vida de miles de personas, entre ellas población infantil; haber cambiado su postura de 2015 para acá, significa crear un infierno para los migrantes.

Desde 2012, los pueblos nahuas estaban en resistencia contra un proyecto gubernamental que pretendía construir en sus tierras una termoeléctrica, un gasoducto y un acueducto para su funcionamiento. Ante la resistencia, se persiguió y encarceló a quienes luchaban, pero las estrategias jurídicas y la movilización social continuaron; después de mucho esfuerzo lograron impedir al menos el inicio de las operaciones de la termoeléctrica. López Obrador los visitó en 2014, fue recibido por los pueblos nahuas a quienes prometió defender; durante un mitin en Yecapixtla, les dijo: “quiero expresarles que nosotros vamos a defender con todo lo que podamos a los pueblos. No queremos ese gasoducto, no queremos esa termoeléctrica. Vamos a apoyarles en todo lo que podamos. Imagínense lo que significa el que en la tierra donde nació Emiliano Zapata, el mejor dirigente que ha habido en la historia de México, aquí, en Anenecuilco (en realidad estaba en Yecapixtla), ahí quieren llevar a cabo una termoeléctrica. ¿Qué les pasa a estos? Es como si fueran a Jerusalén y construyeran un basurero tóxico o una planta nuclear, es una ofensa”. La gente le aplaudió, había esperanza, si López Obrador llegaba a la presidencia de la república la situación podría cambiar. En 2018, en esa zona, la gente votó mayoritariamente por él.

En cuanto se convirtió en presidente, López Obrador se arrepintió, dijo que si no se operaba la termoeléctrica se perdería mucho dinero. Traicionó su propia palabra. Podemos imaginar el dolor, la decepción y la rabia ante el engaño. Todavía más, a los que se oponían, López Obrador los descalificó de la siguiente manera: “escuchen radicales de izquierda, que para mí no son más que conservadores”, así les dijo a los mismos a los que les había prometido cancelar esa termoeléctrica. Entre los que más había resistido estaba Samir Flores, uno de los dirigentes de la lucha.

Lamentablemente, el 20 de febrero de 2019, Samir fue asesinado en el patio de su casa. Podemos preguntarnos por el efecto de las descalificaciones del presidente que hicieron aún más vulnerable a un defensor como Samir Flores; el hecho de que López Obrador descalificara a quienes se oponen a un proyecto (al que él también se oponía antes), tuvo claras consecuencias porque bajó el costo de la indignación y la movilización social por el asesinato de Samir; después de todo, había sido eliminado un oponente de uno de los presidentes más populares de la historia, había sido asesinado un nahua que, en palabras de López Obrador, podía ser considerado un “radical de izquierda que no era más que un conservador”.

Muestra de los arrepentimientos de López Obrador y de sus consecuencias hay muchas, en 2016 criticó al entonces candidato a la gubernatura de Oaxaca, Alejandro Murat, de quien dijo que formaba parte de una “monarquía hereditaria y corrupta”, después ha estrechado lazos de amistad con él y lo ha mencionado como presidenciable para 2024.

Sus arrepentimientos, o si prefieren, sus cambios de opinión, indican un cambio en la brújula de sus posiciones políticas; si ahora que puede decidir, opina distinto o de manera radicalmente opuesta, es porque las ideas e intereses que guían sus decisiones han cambiado. En 2014, López Obrador escribió que “ni con todos los Teletones del mundo podría Televisa compensar el grave daño causado al pueblo de México como parte de la mafia del poder”; en junio de este año, el Gobierno federal firmó un convenio con Fundación Teletón para construir un Centro de Rehabilitación Infantil en Guerrero. Claramente, muchas personas votaron por el López Obrador que pensaba que un gasoducto en tierras de Zapata era una ofensa o que confiar la seguridad pública al Ejército era terrible, dudar de él con base en lo que ahora hace y dice me parece mucho más que razonable, me parece urgente para poder movilizarnos ante decisiones tan graves.

Arrepentirse de haber votado por él no significa en automático desear haber votado por Meade o por Anaya y, en todo caso, hablar de esos arrepentimientos concretos distrae de los verdaderamente preocupantes, los arrepentimientos de López Obrador que tienen impactos estructurales y concretos sobre asuntos delicados y fundamentales de la vida pública. Los arrepentimientos que importan son los que apestan a traición.