La vida en algunas ciudades europeas pronto puede ser así: Cortes de electricidad escalonados para ahorrar energía. Cortes temporales del servicio de telefonía móvil e Internet. Escuelas cerradas por falta de luz y calefacción. Incluso podrían apagarse brevemente los semáforos.
Europa lleva meses preparándose para un invierno sin gas ruso, almacenando combustible e impulsando medidas de ahorro con la esperanza de mantener suficiente energía para que las redes eléctricas sigan funcionando.
Sin embargo, a medida que la inusual racha de buen tiempo da paso a temperaturas bajo cero, los gobiernos empiezan a preparar a la población para la posibilidad de cortes de electricidad controlados en caso de que se agoten los suministros de energía, con un amplio impacto en la vida cotidiana.
La semana pasada, el gobierno francés empezó a dar instrucciones a los funcionarios de todo el país para que planifiquen posibles cortes de electricidad a partir del mes que viene. El operador británico National Grid ha advertido a los hogares de posibles apagones entre las 16.00 y las 19.00 horas si escasea el gas utilizado para producir electricidad. En Finlandia se aconseja a los propietarios de coches eléctricos que no calienten sus vehículos enchufados en las mañanas heladas para no sobrecargar la red.
Y en Alemania, el país que más ha dependido del gas ruso, los ciudadanos no se arriesgan: Las ventas de velas se han disparado.
Unas pocas horas sin electricidad en una cafetería francesa o en un supermercado alemán no serían ni de lejos tan duras como la situación a la que se enfrenta la población de Ucrania, donde el bombardeo sistemático de la red energética por parte de Rusia ha dejado a millones de personas enfrentándose a un invierno gélido, sin electricidad, calefacción ni suministro de agua día y noche, con temperaturas bajo cero y nieve.
Sin embargo, la perspectiva de que hogares, escuelas, empresas e incluso trenes que dependen de la energía y las señales eléctricas se queden a oscuras, aunque sea brevemente, será la primera gran prueba de resistencia de Europa al alejarse del combustible ruso.
Las autoridades europeas insisten en que los planes de racionamiento son sólo el último recurso, para evitar apagones incontrolados si la producción nacional de electricidad y la energía importada no bastan para evitar el colapso de los sistemas eléctricos.
“No estamos en una película de catástrofes”, dijo Olivier Véran, portavoz del gobierno francés, en la televisión francesa la semana pasada. “No estamos anunciando que se vayan a producir cortes, pero si tenemos un invierno especialmente frío y de gran consumo energético, podría haber situaciones de tensión y nos estamos preparando para todos los escenarios”.
Los cortes de electricidad programados en Francia se comunicarían por telegrafía con días de anticipación y afectarían a pequeñas zonas del país a horas diferentes, según el Gobierno. Los cortes, que durarían dos horas por las mañanas o a primera hora de la tarde, cuando el consumo eléctrico es más elevado, no se aplicarían a los llamados lugares sensibles, como hospitales, residencias de ancianos, parques de bomberos y de policía y cárceles.
Desde la invasión rusa de Ucrania en febrero, Europa ha hecho un esfuerzo concertado para evitar la peor de las situaciones, aumentando las reservas de gas natural e incluso volviendo a poner en marcha centrales de carbón para generar electricidad. El lunes comienza un embargo casi total sobre el petróleo ruso, una de las muchas medidas que ha tomado el bloque para negar al Kremlin los ingresos procedentes de la venta de combustibles fósiles y limitar su capacidad de librar guerra en Ucrania.
El clima inusualmente cálido de octubre y noviembre permitió a hogares y empresas mantener apagadas sus calderas, lo que permitió que las reservas de gas durasen más de lo previsto y que los precios del gas se disparasen.
Pero Europa se enfrenta ahora a su primera gran ola de frío, y se espera que una ráfaga de aire ártico procedente de Groenlandia haga descender las temperaturas en los próximos días. Los gobiernos ya han recurrido a algunas de las reservas de gas de emergencia, lo que ha vuelto a disparar los precios del gas natural en Europa a sus niveles más altos en seis semanas.
Francia, antaño el mayor exportador de electricidad de Europa gracias a sus 56 centrales nucleares, se esfuerza por reparar una serie de problemas que han dejado fuera de servicio casi la mitad de su parque atómico, privando a sus vecinos de una fuente de energía vital. Électricité de France, o EDF, que gestiona las centrales nucleares francesas, anunció la semana pasada el reinicio de un gigantesco reactor en el norte de Francia, aunque se esperan nuevos retrasos en otros emplazamientos nucleares.
Un reciente informe de la Red Europea de Gestores de Redes de Transporte indicaba que el suministro eléctrico de Francia, Suecia y Finlandia, entre otros países, corría el riesgo de sufrir cortes.
Todo ello ha provocado una oleada de señales no tan sutiles para que los europeos empiecen a prepararse para las interrupciones de su vida eléctrica.
Alemania ha publicado avisos sobre lo que se puede esperar en caso de apagón. “El teléfono no funciona, la calefacción no se enciende, no hay agua caliente, el ordenador se pone en huelga, la cafetera se apaga, no hay luz”, dice la Oficina de Protección Civil y Asistencia en Catástrofes en su página web.
“Pronto se dará cuenta de lo dependiente que es de la energía eléctrica”, añadía la agencia, que tradujo el sitio al inglés, turco y ucraniano.