Los incendios históricos han revelado la desigualdad en Los Ángeles

Los incendios en Los Ángeles han alcanzado proporciones históricas y devastadoras. Más de 130,000 personas han sido evacuadas mientras cinco grandes incendios avanzan sin contención. Entre ellos, el Palisades Fire se ha convertido en el más destructivo en la historia del condado, arrasando con más de 7 mil hectáreas y destruyendo casi 2,000 estructuras. Sin embargo, las llamas no solo están consumiendo bosques y hogares; también están revelando grietas profundas en el tejido social, económico y político de California.

Para muchos residentes, el peligro no solo está en el fuego, sino en lo que viene después. Entre 2020 y 2022, las aseguradoras cancelaron 2.8 millones de pólizas de seguros contra incendios en todo el estado, dejando a miles de familias en una posición precaria. Las aseguradoras justifican estas cancelaciones citando los riesgos crecientes de incendios forestales, pero las alternativas disponibles no son una solución real. El programa estatal California FAIR Plan, diseñado para cubrir las áreas de mayor riesgo, ofrece pólizas más costosas y con menor cobertura. Además, muchas familias deben complementar esta póliza con seguros adicionales, lo que dispara los costos. En esencia, el sistema parece estar castigando más a quienes viven en zonas vulnerables que a las raíces del problema.

Más allá de los incendios y los seguros, el impacto en las comunidades es profundo. En el condado de Los Ángeles, 19 distritos escolares están cerrados, y dos escuelas han sido completamente destruidas por las llamas. Los niños y jóvenes enfrentan interrupciones en su educación, lo que añade otra capa de incertidumbre al futuro de estas familias.

Además, el caos ha dado paso a problemas como el saqueo en áreas evacuadas. Las autoridades han respondido con mano dura: el fiscal del distrito y el sheriff han advertido que castigarán con todo el peso de la ley a quienes se aprovechen de la situación. Ya se han registrado arrestos por saqueos, pero esto es solo un síntoma de una sociedad que enfrenta no solo los desastres naturales, sino una crisis de cohesión y confianza.

La tragedia también ha avivado el fuego político. Mientras el presidente Biden ha priorizado la respuesta federal, cancelando incluso viajes internacionales para atender la emergencia, las críticas no han tardado en llegar. Donald Trump, a través de sus redes sociales, ha acusado al gobernador Gavin Newsom de incompetencia en la gestión de recursos hídricos y prevención de desastres. Trump señala que políticas como el rechazo a una declaración de restauración hídrica han exacerbado la crisis, permitiendo que millones de galones de agua no sean utilizados en zonas de riesgo. Por otro lado, las políticas ambientales y de manejo de desastres en California han estado bajo escrutinio. La falta de fondos federales para FEMA y el supuesto desvío de recursos a programas ambientales han alimentado un debate polarizador que no parece tener una resolución clara en el corto plazo.

Los incendios forestales en California son una metáfora viviente de un Estado que enfrenta múltiples frentes de batalla. El cambio climático, las políticas públicas deficientes y las crecientes desigualdades económicas han creado un escenario donde cada crisis se convierte en una prueba de resistencia. ¿Cómo puede un estado pionero en tecnología y desarrollo ser tan vulnerable a los embates de la naturaleza y a sus propias decisiones políticas? Las llamas no solo están devorando bosques y hogares; también están poniendo en evidencia un sistema que necesita reformas urgentes. Desde la gestión de recursos hídricos hasta la regulación de seguros, cada acción (o inacción) afecta la vida de millones de personas. Mientras tanto, los californianos se enfrentan a un dilema existencial: luchar por reconstruir o buscar un futuro en otro lugar.

California, con su liderazgo en innovación y sus desafíos ambientales, es un espejo para el resto del mundo. Lo que ocurre en sus bosques y comunidades debería servir como un llamado de atención para todas las sociedades que enfrentan las consecuencias del cambio climático. Más que apagar incendios, el verdadero reto está en construir sistemas resilientes que protejan no solo la tierra, sino también a quienes la habitan.