Jules Coupier, de 33 años, comparte una mesa con su novia en un café de la céntrica Colonia Roma Norte, en Ciudad de México. Ambos trabajan en silencio en sus “MacBook” mientras sorben sus bebidas. Llegaron hace tres días a México con un objetivo: decidir si quedarse por un periodo de tiempo extendido en la república.
“Es nuestra primera vez en México y estamos estudiando la posibilidad de quedarnos unos tres o cuatro meses, estamos en la etapa exploratoria”, dice Coupier, originario de Francia, quien actualmente vive en Berlín, Alemania. Tantísimos de sus conocidos se han mudado en los últimos tres años, cuenta, y todos lo recomiendan. “Estamos buscando un sentido de comunidad, una vibra relajada, una cultura de mente abierta y un costo de vida bajo”, agrega el turista, hablando en inglés.
Coupier no lo sabe, pero su llegada y la de miles de otros visitantes de su perfil ha despertado un grave malestar entre vecinos de la Ciudad de México. Esto tiene que ver, en parte, con que su poder adquisitivo, muy por encima del promedio nacional, está empeorando la ya muy alta inflación general (8.53% anualizada según los últimos datos). El rostro de las colonias en donde se concentran está cambiando y la derrama económica, por más atractiva que sea en su valor nominal, no ha traído grandes beneficios a los trabajadores peor pagados.
Especialista en marketing digital, Coupier tiene un sueldo fijo de 3.500 euros al mes, y suma unos 2.000 más, en promedio, a través de trabajos extra que hace de manera independiente como “freelance”. Con su ingreso total de 5.500 euros, equivalente a unos 109.300 pesos mexicanos −casi 10 veces más que el salario medio mexicano−, le alcanza para alquilar un amplio departamento en cualquiera de las colonias más adineradas de la ciudad, aquellas que, a diferencia de la mayoría en la urbe, son relativamente seguras, limpias y ofrecen todos los servicios básicos las 24 horas del día.
Hay un beneficio económico claro para Coupier y otros nómadas digitales, personas con trabajos remotos y que pueden vivir en cualquier parte del mundo. Los salarios y los costos de distribución en México son bajos, lo que resulta en un costo de vida barato. Quien gana en dólares u euros puede estirar más su sueldo. Ciertos sectores de la economía capitalina, así como el Gobierno (por su recaudación de impuestos), también ven un beneficio. Aunque la derivada fiscal no es directa vía salarios porque lo nómadas digitales no tributan en México.
El año pasado, la derrama económica de extranjeros como Coupier en restaurantes y servicios de transporte y turismo fue de 9.300 millones de pesos, según estimados de Airbnb. La empresa de Silicon Valley firmó recientemente un controvertido convenio con el Gobierno de Claudia Sheinbaum para atraer a este nuevo tipo de visitantes. La derrama equivale al 15% de los ingresos totales del turismo de la ciudad, por lo que la Administración busca generar los incentivos necesarios para captar esos recursos año tras año.
“La llegada de los nómadas digitales, junto con la elevada inflación, se ha traducido en un incremento en los costos de la vivienda para los habitantes tradicionales de la Ciudad de México”, apunta Héctor Magaña, economista y profesor de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey. Tan solo en la Colonia Hipódromo Condesa, una de las más populares, el costo del alquiler ha subido hasta alcanzar un rango promedio de entre 18.000 y 60.000 pesos al mes.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) arrojan que la mitad de los trabajadores mexicanos gana menos de 4.300 pesos al mes, mientras que el salario promedio un habitante de la Ciudad de México es de entre 6.000 y 10.000 pesos al mes, asegura Magaña.
“Si vamos un poco más allá, encontramos que solamente el 2% de la población que labora en nuestro país percibe más de 21.300 pesos al mes”, dice el especialista, “esto ha provocado que no todos puedan costear el pago de la renta y tuvieran que migrar hacia otro lugar dentro de la Ciudad de México o, en el peor de los casos, fuera de la ciudad”. Muchos se han tenido que mudar lejos de su lugar de trabajo, agregando traslados diarios de dos horas, mientras otros se han mudado a colonias con más contaminación y peores servicios.
De no implementar ciertas medidas que pudieran delimitar la llegada de los nómadas digitales, estos incrementos en los costos de la vivienda se puedan salir de control, opina Magaña. “El Estado debe de buscar regular que los precios de la renta estén de acuerdo con los salarios percibidos por los habitantes de la ciudad, para que haya un equilibrio. Y, también, que tenga muy en claro los espacios que van a estar disponibles, para evitar una sobre oferta que deje sin espacio a aquellas personas que no cuentan con los recursos necesarios para poder ocupar esa vivienda”.
El tema de la vivienda es solo uno de los puntos sensibles en esta controversia. Dentro del gremio de restauranteros y dueños de bares y antros hay una división profunda sobre cómo afrontar estos rápidos cambios en su clientela. Recientemente, la dueña de una sandwichería en Condesa anunció en redes sociales que no estaría atendiendo a sus compradores en inglés, como muchos comenzaban a “exigir”, aseguró. La publicación se viralizó rápidamente, desatando un debate sobre los derechos y obligaciones de esta nueva comunidad internacional en el país. (La reacción en redes fue tal que la usuaria eliminó la publicación).
Joosef Ayoub, quien dirige varios restaurantes y antros en la Colonia Roma Norte, entre ellos La Zaranda, Café Paraíso y Leonor, ha abordado esta nueva cara de la colonia con la estrategia opuesta. Ahora, por política de la empresa, Ayoub busca empleados con un mínimo de 60% de conocimiento de inglés. En promedio, los comensales extranjeros consumen 12% más, mientras que aquellos que visitan los antros gastan 20% más que los mexicanos, comparte el empresario. “Para nosotros ha sido bastante bueno,” dice Ayoub.
Esto no se ha visto reflejado en las propinas para los meseros, cuenta Isaac Martínez, socio de restaurantes en Condesa y Roma como Ciena y Meroma, entre otros. “La parte del servicio no se ha visto beneficiada”, dice el empresario, “pudieras pensar que por ser extranjeros dejarían el 15% de propina o más, tal vez el 20%, pero eso no es lo que hemos visto”. Un mesero en Ciudad de México gana, en promedio, entre 3.800 y 7.300 al mes sin contar propinas, según la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño de la Ciudad de México (Canacope). Las propinas de los meseros mexicanos hacen una enorme diferencia en su poder adquisitivo.
El propio Coupier, en su tercer día en México, comparte que ha estado pagando 10% de propina. “Lo hago porque es un comportamiento esperado, pero la expectativa de una propina corrompe la economía”, dice Coupier, “permite que los empleadores paguen mal a sus empleados porque saben que recibirán propinas y eso no es bueno”.
Los europeos y los estadounidenses, quienes conforman la mayoría de los nómadas digitales en la ciudad, tienen políticas distintas cuando de propinas se trata, dice Ayoub. Los americanos suelen dejar cerca del 20%, porque su cultura de bajos salarios es similar al a mexicana, mientras que los que visitan de Europa están acostumbrados a que la propina sea opcional y/o parte de la cuenta final.
“Un incremento en el ticket por persona hace que la gente deje un poquito más de propina, aunque no es el indicador que yo quisiera, porque genuinamente quisiera que a todos mis colaboradores les fuera muchísimo mejor”, dice Ayoub, refiriéndose a los meseros que laboran en sus restaurantes. “Pero aquí también nace la filosofía que tienes que desarrollar tú como colaborador de aprender más. Normalmente tu trabajo era venir a atender y que se la pasaran bien. Ahora también es estudiar inglés u otro idioma para tener esa conexión con la persona que viene a visitarte y que te deje un poco más de dinero”, opina el empresario.
Este pudiera ser solo el principio de una tendencia mundial impulsada por el teletrabajo, y Gobiernos como el de Costa Rica y Grecia están creando leyes y regulaciones para adaptarse a este nuevo tipo de visitante que es más que un turista, pero no es un residente permanente. Un estudio de la plataforma de consultoría MBO Partners encontró que hubo 15,5 millones de nómadas digitales estadounidenses en 2021, un aumento del 42% desde 2020 y del 112% desde 2019. En la encuesta, MBO preguntó a estadounidenses que actualmente no son nómadas digitales si planean convertirse en nómadas digitales en los próximos dos o tres años y 24 millones dijeron que sí.
Tanto Magaña, como Ayoub y Martínez coinciden en un hilo conductor fundamental: la promoción del Gobierno de la ciudad como destino para este nuevo tipo de visitante tiene que venir con reglas claras que protejan a los locales, además de ofrecer la misma seguridad y servicios en colonias que no suelen atraer turistas.
“No hay una consciencia de los efectos a largo plazo, del desplazamiento, de la responsabilidad que debe acompañar estos movimientos”, dice Martínez. “Esta puede ser una oportunidad perdida si no hay un refuerzo de lo local, de promover el arraigo, de valorar a la gente que siempre ha estado ahí”, agrega el empresario.
Ayoub, por su parte, espera poder catapultar a la capital como una de las mejor conocidas por su oferta gastronómica y de entretenimiento. “Necesitamos posicionarnos y y convertirnos en una ciudad muchísimo más importante”, dice entusiasmado, “que las noches de antros sean como en Berlín y los restaurantes como en París o en Nueva York. Siempre existe tema de retroceso entre los mexicanos que decimos ‘es que deberíamos de pelear más por nuestro país’. Carnal, eso es un retroceso. Pelear por tu país es abrirte a todo lo nuevo que está llegando y poner en alto el nombre de México”.