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Maduro ha cambiado a la vieja guardia por hábiles tecnócratas para mantener el poder

Sus carreras matutinas atraen a seguidores que buscan selfis. Sus ardides en las redes sociales inspiradas en Drácula han seducido a casi un millón de seguidores. Y cuando postuló a la reelección como gobernador de su estado en noviembre, ganó por un amplio margen.

El gobernador, Rafael Lacava, es un nuevo tipo de apparatchik del Partido Socialista que gobierna Venezuela: más jóvenes, más cosmopolitas y dispuestos a despojarse de la ideología en favor de medidas pragmáticas para mejorar la vida de las personas.

Este enfoque ha estabilizado la economía y devuelto la comida a los estantes del país luego de una depresión económica devastadora, les ha granjeado apoyo popular —o al menos una reticente aceptación— y fortalecido el control del poder del hombre al que sirven: el presidente autoritario Nicolás Maduro.

“Maduro ha logrado su objetivo de hegemonía del poder”, dijo Yvan Serra, politólogo de la Universidad de Carabobo en Venezuela. “Ahora intenta volver a resurgir de las ruinas económicas”.

El ascenso de políticos más pragmáticos y orientados al mercado como Lacava es, en cierto modo, sorprendente en un país que se ha vuelto cada vez más represivo, empobrecido y aislado de Occidente bajo el mandato de Maduro. Ha aplastado a la oposición y a toda la disidencia interna, lo que ha llevado a Estados Unidos a imponer sanciones económicas draconianas a Venezuela en un intento de derrocar a su gobierno.

El cambio de estilo que representa Lacava se debe a la necesidad de sobrevivir a estas sanciones, más que a la creencia genuina de Maduro en la moderación política y la economía de mercado, dijo Luis Vicente León, director de la mayor empresa de encuestas de Venezuela, Datanálisis.

El éxito de esta cohorte más nueva podría ayudar al gobierno de Maduro a impulsar sus lúgubres índices de aprobación antes de la elección presidencial de 2024. O, por lo menos, podría lograr que su régimen se vuelva más tolerable para una población cada vez más resignada a que el Partido Socialista conserve el poder que ha ostentado por 23 años. Una victoria lograda sin un fraude abierto por parte de Maduro, o de su candidato elegido, podría devolverle algo de legitimidad a un gobierno paria y volvería menos necesarias las sanciones, dicen los analistas políticos.

Los políticos más jóvenes fueron promovidos por Maduro, de 59 años, luego de marginar a los camaradas septuagenarios de su mentor y predecesor, Hugo Chávez.

En esta generación, Lacava, de 53 años, es una estrella en ascenso. Se deshizo de las consignas antiimperialistas y los ataques a las élites adineradas habituales de su partido y ganó la reelección. Apostó, más bien, a su reputación como administrador competente, a su apoyo a la libre empresa… y a la construcción de coloridas obras públicas en todo el decaído estado de Carabobo, decoradas con estatuas gigantes de dinosaurios, criaturas de fantasía, leyendas deportivas e incluso de sí mismo.

Las multitudes que atrae durante sus caminatas matutinas son extraordinarias en un país donde solo el 16 por ciento de la población dice que apoya al partido en el poder y donde el presidente ha dejado de aparecer en público luego de ser abucheado, atacado con un mango y objeto de varios intentos de asesinato.

Los políticos más jóvenes compiten ferozmente entre ellos por la atención de Maduro y por una parcela de poder. Pero juntos, han sido instrumentales para transformar la economía venezolana luego de que las sanciones estadounidenses llevaran a su gobierno al borde del colapso a principios de 2019.

Para tener éxito, Maduro necesita a estos miembros de su partido. Pero también, dijo Serra, el presidente está receloso ante la posibilidad de que puedan opacarlo.

Los principales lugartenientes de Chávez procedían de orígenes sencillos de provincia y en general se formaron en la academia militar de Venezuela. Maduro es un ex chófer de autobús que ascendió en las filas del sindicato de transportistas. En contraste, casi todos los integrantes de su equipo de estrategia política y económica crecieron con comodidades y una educación privilegiada.

Lacava viene de una adinerada familia de empresarios, vivió en Manhattan y estudió en la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey. Delcy Rodríguez, la zarina económica de 52 años, vivió en Francia y en Estados Unidos y Héctor Rodríguez, que con 39 años gobierna el estado de Miranda, creció en Suecia. El ministro de Relaciones Exteriores, Félix Plasencia, tiene una maestría de la Universidad de Oxford, mientras que el jefe del banco central, Calixto Ortega tiene 38 años y cuenta con un grado de la Universidad de Rice, en Houston.

“Soy un tipo occidental”, dijo Lacava en una entrevista a finales de 2020 y añadió que quería ir a Silicon Valley para reunirse con Tim Cook, director ejecutivo de Apple, para conversar de inversiones en Venezuela.

Como la mayoría de los altos funcionarios de Maduro, Lacava no puede hacer el viaje. En 2019 fue sancionado por corrupción, una acusación que dice tiene motivaciones políticas.

“Tenemos que reconstruir esa relación”, dijo en inglés fluido en aquella ocasión, refiriéndose a Estados Unidos. “Podemos discutir muchas de las cosas que nos separan, excepto algo: el presidente de Venezuela es Nicolás Maduro”.

En los eventos gubernamentales y la televisión estatal, los trajes de diseñador y la ropa casual y a la moda de esta generación han reemplazado a los trajes de faena militar y los rompe vientos con los colores de la bandera venezolana que le gustaban a los partidarios de Chávez. Las expropiaciones sorpresivas de compañías han desaparecido en favor de las reuniones con líderes empresariales y los llamados a una revolución eterna cedieron el paso a las campañas de redes sociales dirigidas a la clase media.

La vieja guardia ha sido prácticamente desplazada de los puestos de poder.

Argenis Chávez, el hermano de Hugo Chávez, sufrió una humillante derrota frente a la oposición cuando postuló a gobernador en Barinas, el estado natal del difunto presidente. Los pocos gobernadores que habían sido cercanos a Chávez ni siquiera aparecieron en las papeletas.

Diosdado Cabello, el ex vicepresidente y otrora el principal rival interno de Maduro, ha quedado marginado a su programa de televisión, Con el mazo dando, en donde lanza veneno contra los enemigos del régimen. A sus compañeros de la academia militar, Maduro los retiró de sus altos cargos en las fuerzas armadas en 2020, con lo que destruyó el último bastión de apoyo que le quedaba a Cabello.

Luego de que se impusieron las sanciones, el equipo económico liderado por Rodríguez dio marcha atrás a las medidas económicas clave que quedaban de la era de Chávez: eliminó los controles de precios y cambio de divisas, permitió el uso del dólar estadounidense y recortó las regulaciones al sector privado.

La liberalización económica ha dado fruto, llenando las estanterías vacías de Venezuela con mercancías y acarreando una modesta sensación de bienestar para uno de cada dos venezolanos que tienen acceso a dólares. Las oportunidades económicas, mientras tanto, también han enriquecido a algunos de ellos, según el gobierno de Estados Unidos y la oposición.

En 2021, la economía del país creció por primera vez en ocho años, según el Observatorio Venezolano de Finanzas, una organización sin fines de lucro que dirigen dos ex congresistas de oposición y que anticipa que el producto interno bruto crezca en otro 8 por ciento este año. La hiperinflación ha bajado y, luego de que el gobierno le dio más control de los campos petroleros a sus socios privados, la producción de petróleo ha visto un modesto repunte.

Sin duda, la economía de Venezuela sigue siendo una sombra de lo que era cuando Maduro asumió el poder en 2013. Tendría que crecer 20 por ciento cada año durante una década para recuperar el estándar de vida que el país ofrecía en 2014, dijo Ángel Alvarado, del Observatorio Venezolano de Finanzas.

Pero la estabilización ha devuelto a las calles un optimismo cauteloso, disminuido las protestas y hecho mella en los esfuerzos de la oposición de movilizar a sus seguidores.

En el estado de Carabobo, Lacava ha reducido el crimen, reparado las calles y pintado de colores vivos los espacios públicos abandonados, a menudo añadiendo el logotipo de murciélago que representa a Drácula, su alter ego. Los servicios públicos estatales y los lugares públicos llevan nombres como PoliDrácula, GasDrácula, TransDrácula, DracuCafe, DracuFest and Drácula Plaza.

El nuevo complejo deportivo al aire libre en Puerto Cabello, su ciudad natal, está dominada por una inmensa estatua del difunto futbolista argentino Diego Armando Maradona, amigo de Maduro, así como de réplicas de atletas venezolanos famosos. Entre las estatuas están las figuras de Lacava y su hijo, un jugador de fútbol profesional relativamente desconocido.

Los espacios decorados por Lacava, en contraste con la era de Chávez, no llevan logotipos del gobierno ni los colores del partido gobernante.

La recuperación a veces parece superficial. Pocos de los visitantes al parque temático de Lacava y al complejo deportivo pueden gastar dinero en los puestos de comida y los juegos que anuncian los precios en dólares. Las fachadas coloridas del centro colonial de Puerto Cabello esconden los interiores decrépitos de los edificios.

Sin embargo, luego de años de colapso aparentemente interminable, casi todos los vecinos ven con buenos ojos el optimismo sin dogmas que Lacava ofrece. En las elecciones de noviembre ganó con 30 puntos porcentuales frente a su contendiente. La oposición no impugnó el conteo.

“Para mí, él es el mejor político que hay en el país” dijo Kinan Masoud, un empresario de 35 años de Puerto Cabello que ayudó a construir el complejo deportivo de la ciudad. “¿Sabes hace cuánto tiempo no pasaba que un niño se alegrara de ver a un político en la calle y quisiera tomarse una foto con él?”.

Maduro reconoció el éxito de Lacava con una inusual visita a las provincias para asistir a su toma de mando en diciembre.

Sin embargo, mientras el presidente ha otorgado más margen de maniobra a sus ministros y gobernadores en materia de política económica, ha monopolizado consistentemente el poder e impedido que nadie más ejerza liderazgo nacional y desafíe su mandato, dijo León, el director de Datanálisis.

“Maduro no tiene miedo viendo a la oposición”, dijo León. “Lo que le da pesadillas es alguien de adentro”.