Más tiempo libre, más bebés: la estrategia de Tokio

La semana laboral de cuatro días busca aliviar a las familias y revertir el desplome de nacimientos en Japón

Tokio enfrenta un desafío que pocos países en el mundo comprenden tan profundamente: el rápido envejecimiento de su población y el desplome de su tasa de natalidad. Este año, Japón marcará un nuevo y sombrío hito: por primera vez desde que se tienen registros, el número de nacimientos caerá por debajo de los 700,000. La crisis demográfica no es una amenaza lejana; ya está aquí, y su impacto sacude los cimientos económicos, sociales y culturales de la nación.

En un país donde el trabajo no solo define el sustento, sino también la identidad y el propósito, Tokio ha decidido desafiar uno de los pilares más arraigados de su sociedad: su cultura laboral. A partir de abril de 2025, miles de empleados del Gobierno Metropolitano podrán optar por trabajar solo cuatro días a la semana, un experimento que busca dar un respiro a las familias y fomentar la natalidad en una sociedad atrapada entre la tradición y la modernidad.

La gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, lo explicó con claridad: “Nadie debería tener que sacrificar su carrera por eventos de la vida como tener hijos o cuidar de familiares”. Es una declaración audaz en un país que ha acuñado la palabra karoshi para describir las muertes por exceso de trabajo y donde el compromiso con la empresa históricamente ha estado por encima de la vida personal.

La semana laboral de cuatro días, lejos de ser una moda, se ha convertido en una tendencia global respaldada por investigaciones que demuestran sus beneficios en productividad, retención de talento y bienestar. Pero en Japón, el enfoque va mucho más allá de la eficiencia. Aquí, la reducción de horas laborales es una herramienta para abordar una crisis existencial: sin más nacimientos, el país enfrenta un colapso económico y social.

El descenso en las tasas de natalidad no es un fenómeno reciente. Desde 2016, Japón ha registrado menos de un millón de nacimientos anuales, y en 2022 la cifra cayó por debajo de 800,000. Las políticas tradicionales, como incentivos económicos, deducciones fiscales y expansión de guarderías, no han sido suficientes para revertir la tendencia. Ahora, Tokio se aventura a probar una medida mucho más disruptiva: regalar tiempo.

El plan, que permitirá a los trabajadores ajustar sus horarios para liberar un día completo cada semana, tiene como objetivo aliviar la carga de las familias jóvenes y, especialmente, empoderar a las mujeres en un país donde la igualdad de género en el ámbito laboral sigue siendo un desafío. A pesar de su economía avanzada, Japón ha quedado rezagado en la inclusión femenina en la fuerza laboral, y la falta de flexibilidad laboral es uno de los principales obstáculos.

Este experimento no surge en el vacío. Tokio ya ha adoptado enfoques poco convencionales, como el lanzamiento de una aplicación oficial de citas diseñada para promover matrimonios con el fin explícito de aumentar los nacimientos. Pero más allá de las soluciones tecnológicas, el tiempo libre emerge como el recurso más valioso para las familias.

Las cifras subrayan la urgencia. La población de Japón lleva 16 años consecutivos en declive, mientras que el país enfrenta la proporción más alta del mundo de adultos mayores en relación con su población total. La economía, ya afectada por la escasez de mano de obra, se tambalea bajo el peso de un sistema de bienestar que se vuelve insostenible.

Lo que hace a este proyecto particularmente relevante es que Tokio se convierte en un laboratorio para el futuro del trabajo y la sociedad. Los resultados de programas similares en otros países han sido consistentes: productividad más alta, reducción de días por enfermedad y trabajadores más felices. Pero en Japón, el éxito del experimento podría significar algo más profundo: la posibilidad de revertir el curso de su crisis demográfica y asegurar su lugar como una de las economías más avanzadas del mundo.

El desafío no es menor. Implementar un cambio cultural en un país tan tradicionalista como Japón requerirá más que políticas; necesitará un cambio en la mentalidad colectiva. Pero si Tokio demuestra que es posible equilibrar la vida laboral con la personal y, al mismo tiempo, responder a una emergencia demográfica, podría establecer un precedente no solo para Japón, sino para el resto del mundo. En una era donde el tiempo es el recurso más escaso, Tokio apuesta a que devolverlo a las personas puede ser la solución a problemas que trascienden fronteras.