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Mes del Orgullo europeo trajo a la luz victorias y retrocesos

Junio se acabó, y con él el mes del Orgullo de este año. Sin embargo, la lucha por los derechos del colectivo LGBT continúa encarnizada en el seno de la Unión Europea, con varios frentes abiertos que están dando muchos dolores de cabeza tanto a las autoridades como a los ciudadanos, que observan cómo se discute una y otra vez sobre los derechos de una minoría ya cansada de ser objeto de debates no solo insultantes para ellos y su dignidad, sino también muy peligrosos. 

Es por eso que últimamente se habla del grave retroceso que se está viviendo en la Unión Europea en materia de libertades del colectivo LGBT. Lo que ocurre es que esto no sucede en todo el conjunto de países por igual, sino que abre una brecha entre dos Europas: una, la occidental, dentro de la que está España, Francia, Bélgica o Alemania, continúa evitando los obstáculos que los fuertes y numerosos grupos de ultraderecha tratan de poner en su camino. 

La otra, la oriental, suspende sin remedio. Dentro de este grupo están países como Hungría o Polonia, pero también Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia o la República Checa, que van paulatinamente imitando la retórica ultraconservadora de sus vecinos del este. Porque no es solo que se ralentice el duro camino hacia la igualdad de esta minoría, sino que todo el trabajo de años se está llevando a perder.

Además de no permitir que los menores de edad puedan acceder a cualquier contenido en el que se mencione, aunque sea de pasada, algo relacionado con la homosexualidad o la transexualidad, como ocurre en Hungría, se está retrocediendo en el reconocimiento legal de las personas transexuales. Están dándose casos de ataques a la sociedad civil y a la libertad de reunión, y se está dando altavoz desde la política y los medios de comunicación a un discurso de odio que ha llevado a continuas agresiones e incluso asesinatos de activistas LGBT.

Es por eso que, ante esta regresión, las autoridades europeas han finalmente reaccionado y tratan de contraatacar el creciente odio que se despliega desde el este. Así, sobre la ley húngara, además de reprocharla públicamente, la Comisión Europea ha asegurado que, en caso de que el gobierno húngaro siga adelante con la nueva legislación, Bruselas actuará de manera expeditiva y llevará a Hungría ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Y es que este proyecto del presidente húngaro viola varios artículos del Tratado de la Unión, así como el artículo 21 de la Carta de Derechos Fundamentales, y algunas directivas comunitarias sobre libre circulación y libre prestación de servicios. 

Además, el pasado 21 de junio, Bélgica impulsó una declaración a la que se le han sumado otros 16 países europeos en la que se expresa el rechazo a Orbán. Asimismo, también se ha emitido una carta firmada por 17 presidentes de Gobierno o de Estado en la que manifiestan su voluntad de continuar luchando en contra de la discriminación que sufre la comunidad LGBT y de reafirmar la defensa de sus derechos fundamentales. 

Este enfrentamiento abierto entre un grupo de países contra otro, tan extraño dentro de la Unión Europea, ha provocado una escalada de tensión en la que incluso se ha visto envuelta esta edición de la Eurocopa, cuando la UEFA prohibió la iluminación del estadio alemán con los colores del orgullo LGBT para su encuentro contra la selección húngara por el contenido político implícito que causaría. 

Así, la situación en Europa ha quedado partida entre los países que cierran filas en torno a Hungría y se encierran en su creciente conservadurismo, y los que se proponen no ceder ante el retroceso en los derechos fundamentales de la minoría LGBT. El asunto empieza a trascender a este colectivo y se ha convertido en un debate sobre los valores europeos y la misma Unión.

Tanto es así, que el primer ministro holandés ha sugerido, con unas duras palabras, que tal vez Hungría debería seguir el camino iniciado por el Reino Unido y abandonar la Unión Europea si no se siente cómoda con los valores del club. 

Pese a todo, hay que mencionar que no todo son retrocesos, y que en este mes del Orgullo en Europa también se han podido celebrar algunas victorias.

Es en España, precisamente, donde este martes 29 de junio ha sido aprobada la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGBT. Esta ley ha conseguido la libre autodeterminación de género en el país, es decir, que una persona pueda cambiar su nombre e identificación simplemente contando con su voluntad, y que no hagan falta informes médicos y años de hormonación como ocurría hasta ahora.

La ley contempla varios tramos de edad para que esto pueda ser posible incluso sin la asistencia de un tutor legal en caso de los menores de edad, dependiendo de la madurez y las circunstancias. Además, junto con esta medida, la ley incluye la prohibición de las terapias de conversión para personas homosexuales o transexuales, promoción de empleo para transexuales, diversidad LGBT en el ámbito educativo, y filiación de los bebés nacidos de mujeres no casadas, entre otras muchas más iniciativas. 

Esta ley, que ha sido duramente criticada por el sector conservador de la política español afín al gobierno de Hungría, recuerda unida a la situación en Europa el delicado equilibrio en el que los derechos de las minorías se encuentran siempre; entre el avance y el retroceso, entre la celebración y el miedo.

Y así, se cierra en la Unión un mes de junio, un mes del Orgullo, en el que ha habido de todo eso a la vez, lo que hace que las victorias, pese a que se ensombrezcan un tanto, resuenen y lleven fuerza a los lugares en los que la regresión de valores amenaza con deshacer años de tímido progreso.