Las dos noticias se publicaron con pocos días de diferencia: el primer artículo advertía que Ciudad de México, una de las metrópolis más pobladas del mundo, podría estar a pocos meses de quedarse sin agua. El segundo informaba que el Gobierno mexicano había apoyado a su petrolera Pemex con unos 1,37 billones de pesos (o US$80.500 millones) en inyecciones de capital y exenciones fiscales entre 2019 y 2023.
Estos dos titulares encapsulan las distorsionadas prioridades estratégicas del presidente Andrés Manuel López Obrador: para la endeudada petrolera que resulta tan cara a su corazón nacionalista, ningún gasto es demasiado grande; al tiempo que, la oficina federal encargada de mejorar la disponibilidad de agua sufre recortes presupuestarios a pesar de la creciente escasez que afecta al país, incluida su capital. Quienquiera que ocupe el lugar de AMLO tras las elecciones de junio no puede permitirse seguir esa línea.
Más de la mitad del territorio mexicano tiene climas desérticos o semiáridos y es propenso a las sequías. El cambio climático empeorará esta situación, al reducir el suministro de energía hidroeléctrica, perjudica el nivel de vida, la producción de alimentos y las empresas, y exacerba los conflictos existentes. En la actualidad, más del 70% del territorio mexicano sufre algún grado de sequía, proporción que se eleva al 100% en Ciudad de México y alrededores. Pruebe salir a correr al aire libre por la ciudad a mediodía, como hice yo el domingo, y sentirá el impacto perjudicial que este aire seco tiene en la respiración y la piel a 2.200 metros sobre el nivel del mar. El verano pasado, al menos 419 mexicanos murieron —principalmente en los estados del norte— como consecuencia de las intensas olas de calor que azotaron amplias zonas del país, según algunos informes; nada hace pensar que se tratara de algo puntual.
La buena noticia es que, a pesar de que sus embalses se encuentran en niveles históricamente bajos, la capital de México no está tan cerca de llegar al “día cero” —el punto en el que no tiene capacidad suficiente para suministrar más agua a sus ciudadanos y empresas— como dice Óscar Ocampo, coordinador de energía y medio ambiente del IMCO, un think tank local.
“Es un problema grave, pero nada que no pueda resolverse con inversiones y una gestión más eficiente de los recursos”, me dijo. “El Gobierno debería hacer del agua una prioridad”.
El tamaño de la inversión que se necesita para arreglar la crisis hídrica en la zona metropolitana de la Ciudad de México es discutible, pero algunas estimaciones la sitúan en 97.000 millones de pesos, o cerca del 7% de lo que el Gobierno ha venido aportando a Pemex en los últimos cinco años. Casi la mitad de ese dinero se destinaría a cambiar y modernizar las tuberías de agua y a prevenir y controlar las fugas, un problema recurrente. El contraste en la asignación de recursos demuestra que el problema no es financiero, sino político. Y además de modernizar las infraestructuras, el Gobierno puede hacer mucho más, desde mejorar la eficiencia en el uso del agua hasta vigilar a las mafias que la venden ilegalmente (la sequía ha resultado ser una oportunidad de negocio para quienes reparten agua robada en camiones cisterna, sobre todo en pueblos remotos). Ampliar el servicio público de agua reduciría la asombrosa cantidad de dinero que los mexicanos gastan en agua embotellada (según el IMCO, son los mayores consumidores per cápita del mundo), canalizando los fondos en su lugar hacia el abastecimiento público de agua.
Por supuesto, nada de esto significa que México deba dejar de invertir en energía, sino todo lo contrario, ya que el país necesita replantear su estrategia de hidrocarburos, electricidad y renovables, y rápido. Pero malgastar recursos como lo ha hecho AMLO con Pemex todos estos años no es sostenible. Una razón más por la que el próximo Gobierno necesita replantear su política energética: al recortar la generación de hidroelectricidad limpia, las sequías ponen en riesgo los compromisos ambientales del país.
La falta de acceso al agua se cita a menudo como uno de los mayores obstáculos a la inversión en México, junto con la irregularidad del suministro energético, la inseguridad rampante y la debilidad del Estado de Derecho. En 2021, un enorme proyecto cervecero de Constellation Brands Inc. tuvo que trasladarse de Mexicali a Veracruz, donde hay agua en abundancia. Pero está en juego mucho más que su próximo vaso de cerveza Modelo. Solucionar el problema del agua en México y prestar a su futuro abastecimiento la atención estratégica que merece es fundamental para la salud pública y la viabilidad económica del país.
Traducido por Paola Torre.
Nota Original: Mexico Should Spend Billions on Water, Not Oil: JP Spinetto