Es sencillo sentir que no hay luz al final del túnel durante la pandemia. En México hemos visto un alza en los casos diarios desde la semana pasada. El estado de Chihuahua ha vuelto al semáforo rojo y se podría pensar que la Ciudad de México también lo haría. En Europa, los cuartos de cuidados intensivos se están llenando de nuevo, empujando a Francia y Alemania a una nueva ronda de confinamientos, aunque diseñadas para ser más suaves que las primeras. Incluso los países más afectados por la primera oleada, como Italia y Suecia, están viendo un aumento de los casos, lo que sugiere que la inmunidad de rebaño está muy lejos. Los EE.UU. parecen haber renunciado a controlar la pandemia hasta que llegue una vacuna.
Sin embargo, no debemos ignorar las buenas noticias que llegan de Asia. Las estrategias aplicadas por Corea del Sur, Vietnam, China y otros países parecen estar dando resultados. Mientras que el total de muertes por Covid-19 está entre 500-700 por millón de personas en México, Francia, el Reino Unido, España y los EE.UU., en China y Corea del Sur esta métrica ya está por debajo de 10 por millón. Los casos son una medida menos perfecta, pero hay una brecha similar observable. Wuhan, que una vez fue el epicentro de Covid-19, está dando la bienvenida a los turistas de nuevo.
La percepción de una ventaja asiática en esta pandemia a menudo cae presa por un pensamiento esencialista: Que, de alguna manera, Oriente está haciendo cosas que Occidente nunca podría hacer, y que se debe en gran medida a las profundas diferencias en los valores, la política y la cultura. Si China es capaz de contener a Covid-19, debe ser debido a una política gubernamental draconiana y a los lazos sociales del confucianismo. Si Singapur tiene 28 muertes, el crédito debe recaer en el legado fundador de Lee Kuan Yew de pragmatismo autoritario.
Es probable que haya muchas menos fuerzas intangibles en juego. Si la clave para evitar más cierres es encontrar una forma de “vivir con el virus” -mediante pruebas generalizadas, el rastreo de contactos y el aislamiento de los casos positivos para retardar la transmisión-, los países occidentales han cometido errores estructurales, no culturales. Los países asiáticos tienen mas habitantes por kilometro cuadrado que los latinoamericanos, aun así, los contagios no han crecido constantemente como en la región.
Después de la primera oleada, en Europa se realizaron pruebas exhaustivas, pero como en México; fueron demasiado lentas y tardías para evitar retrasos y cuellos de botella.
Los rastreadores de contacto fueron demasiado pocos; las aplicaciones digitales innovadoras se dejaron marchitar. En México el gobierno nunca comenzó a realizar pruebas a larga escala ni a rastrear propiamente, bajo la falacia que seria una perdida de tiempo y recursos. Han fallecido oficialmente 90 000 mexicanos, principalmente los socialmente desnudos y rezagados.
Por todo el mundo occidental, los casos positivos no se tomaron en serio el aislamiento, debido a la falta de aplicación de la ley y un apoyo financiero irregular. Estas no son cuestiones de filosofía, sino de aplicación de políticas. Angela Merkel, la canciller alemana, lo admitió el jueves cuando dijo que los líderes de la Unión Europea deberían haber actuado antes. Incluso los famosos alemanes organizados no lograron detener la segunda ola.
Comparando eso con Asia, donde los sistemas de salud pública han demostrado ser más robustos. Corea del Sur probó temprano, y a menudo, usando centros de atención al público y autoservicios. En Wuhan, las autoridades realizaron pruebas a 11 millones de personas en 2 semanas. El porcentaje de pruebas que dan positivo en Corea del Sur y Vietnam hoy en día está por debajo del 1%; en Francia y España ha subido al 10%.
Mientras que las estrategias de rastreo de contactos como la recolección de datos personales en “tercer grado” de Vietnam – o las pulseras de geocercas de Hong Kong – asustarían al americano promedio, Desde Madrid a Mazatlán no se implementaron alternativas adecuadamente. Entre julio y agosto, por ejemplo, el número de contactos rastreados por caso positivo en Francia disminuyó de 4,5 a 2,4. Si las pruebas y el rastreo disminuyen así, no es de extrañar que no podamos controlar la propagación del virus.
En cuanto a la cuarentena de los casos positivos, la decisión de China y Corea del Sur de controlar – o encarcelar, algunos podrían refunfuñar – a los pacientes con casos más leves en centros de atención especial vale la pena considerar. Mantener a la gente encerrada en casa no parece mucho más liberal, especialmente cuando la gente está tentada por la necesidad de ganarse una vida. También es mucho menos efectivo, ya que un estudio estima que el aislamiento en instituciones podría evitar casi tres veces más casos que el aislamiento en casa durante una epidemia.
Las diferencias entre Asia y Occidente parecen estar mas arraigadas en la historia reciente, no en la antigua. En los últimos 20 años, Asia se ha visto afectada por varias epidemias, como el SARS en 2003 y el MERS en 2015, que obligaron a los países a adaptar y mejorar sus instituciones. Esto también impulsó a los países a invertir en la salud pública: Entre 2000 y 2016, el gasto sanitario per cápita de Viet Nam aumentó en un promedio del 9% anual. Al contrario, en occidente se han estado cerrando hospitales y camas, con las crisis financieras más en mente que las enfermedades.
Cuando los europeos comiencen su cuarentena invernal, deberán recordar que las mejoras son alcanzables. Y la buena noticia es que los países están colaborando más a nivel de la UE, en esfuerzos como el despliegue de pruebas de antígenos más rápidas y el intercambio de recursos. México tiene que aprender de estas naciones antes de una segunda ola, que llegará, claro está. Si Asia lo logró, también tenemos que hacerlo nosotros.