Por qué el uso de la palabra “mande” se está extinguiendo en México

Qué papel juega el paso de una sociedad que valoraba la cortesía jerárquica hacia otra que prioriza la comunicación asertiva

Hace un par de años se vio una campaña de la cerveza Corona, la marca mexicana más reconocida en el mundo, donde en un juego de palabras muestra a mexicanos que cambian el “mande” por el “mando”.

Buscaba provocar el orgullo mexicano y el no “agacharse” o ser complacientes con los demás, una actitud que se piensa es propia de nuestro país.

Pero el cambio no vino por una campaña publicitaria, sino por el paso del tiempo y ¿la influencia extranjera? En los pasillos de las escuelas mexicanas ya no se escucha el regaño común: “No se dice ‘¿qué?’, se dice ‘¿mande?'”. Esta corrección, omnipresente durante el siglo XX, está desapareciendo del repertorio educativo familiar. Y se lleva consigo uno de los mexicanismos más distintivos del español mundial. El “mande”, una respuesta cortés que puede suplirse por un “dígame” o “¿qué necesita?”, enfrenta su mayor crisis existencial.

El declive del “mande” representa más que un simple cambio lingüístico. Es el síntoma de una transformación cultural donde las nuevas generaciones mexicanas priorizan la comunicación directa sobre los códigos de respeto tradicionales. Es un síntoma más de una sociedad que cuestiona estructuras jerárquicas heredadas.

“Mande” nació del verbo “mandar”, que significa dar órdenes, y evolucionó hacia una fórmula de cortesía que significa “a sus órdenes” o “dígame qué desea”. Contrario a la creencia popular, no existe evidencia documental de que esta expresión fuera impuesta durante la época colonial como acto de sumisión. La lingüista Concepción Company, de la Academia Mexicana de la Lengua, lo defiende como “un marcador vernáculo claramente identificado con el español mexicano”, diseñado para responder con menos rudeza que un simple “¿qué?”.

Sin embargo, los padres contemporáneos, influenciados por pedagogías que promueven la asertividad infantil, consideran que “mande” transmite sumisión disfrazada de respeto. Sitios educativos mexicanos recomiendan “desterrar” su uso para fomentar comunicación más directa. Los niños urbanos optan naturalmente por “¿dime?”, “¿sí?” o “¿cómo?”, expresiones que suenan menos cargadas de formalidad jerárquica.

Esta transformación revela una paradoja cultural. Mientras México se enorgullece de sus tradiciones, simultáneamente abraza valores que las erosionan. El “mande” sobrevive principalmente en contextos rurales y entre adultos mayores. De esta manera se convierte en un marcador generacional y geográfico. En las ciudades, donde la modernidad acelera cambios sociales, la expresión suena anacrónica, casi museística.

El fenómeno representa cómo las sociedades latinoamericanas navegan entre la preservación de identidades culturales y la adopción de valores contemporáneos que priorizan la horizontalidad sobre la verticalidad. 

Paradójicamente, mientras el “mande” se extingue en su cuna natal, permanece como seña identitaria mexicana en el extranjero.