La falta de competencia en América Latina, incluyendo las leyes y regulaciones diseñadas para proteger a ciertas empresas, está frenando el crecimiento económico, de acuerdo con un reporte del Banco Mundial publicado esta semana. El análisis de 50 años de datos para encontrar las razones por las que los países de renta media se quedan atrapados en este nivel de ingresos arrojó varias lecciones para los países de renta media de la región que incluyen a Brasil, México, Colombia, Costa Rica y Argentina.
La llaman la “trampa de la renta media” y refiere al estancamiento económico que muchos países padecen cuando su riqueza es mayor al de los países pobres, pero todavía inferior al de los desarrollados. La medida precisa que se utiliza para determinar quién es de renta media es cuando el ingreso per capita ronda el 10% del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos (actualmente, unos 8.000 dólares año). El concepto lo desarrollaron un par de economistas de esta multilateral en 2007 cuando estaban estudiando el comportamiento de países Latinoamericanos.
Desde 1990, sólo 34 economías de ingreso medio han logrado pasar a la categoría de países de ingreso alto, según el World Development Report 2024: The Middle Income Trap (Reporte Mundial de Desarrollo 2024: La trampa de la renta media) del Banco Mundial. Más de un tercio de estas economías se beneficiaron de la integración a la Unión Europea o de petróleo no descubierto anteriormente y más de 100 países, entre ellos China, India, y Sudáfrica, enfrentan “serios obstáculos” en su lucha por convertirse en países de renta alta en las próximas décadas. De manera particular, el reporte señala que, de continuar en la senda actual de prácticas y políticas públicas, es probable que Brasil y México estén incluso más rezagados en 2100 que hoy.
Es la primera vez que se hace un estudio de tan largo aliento de la trampa de la renta media, dice Somik Lall, asesor principal del economista jefe del Grupo del Banco Mundial y autor líder del reporte. “Una gran parte de este informe se basa en datos relacionados con el funcionamiento de las empresas, de los hogares y de las familias, y los hemos analizado sistemáticamente a lo largo del tiempo”, cuenta el economista, “por otra parte, se toman en cuenta los cambios que ha habido en la forma en que ha evolucionado el pensamiento conceptual, es decir, quién añade valor a una economía y quién se opone al cambio”.
Latinoamérica debe prestar atención especial a esto último, ya que mucho de su estancamiento se explica porque las familias más ricas, así como las empresas con mayor participación de mercado, pueden ser los culpables. Un estudio del centro de análisis internacional Oxfam encontró que la riqueza de las tres personas más ricas de América Latina y el Caribe aumentó 70% desde entre 2020 y 2023, mientras que la mitad de la población más pobre se ha empobrecido aún más.
“En América Latina, hay muchos países que, a primera vista, parecen bastante abiertos. Sin embargo, cuando se analizan las políticas, a menudo protegen a empresas específicas, a sectores específicos o a industrias específicas”, dice Lall. “Las fuerzas de la competencia que disciplinarían a las grandes empresas parecen ser débiles… hay regulaciones que protegen a los grandes líderes del mercado de la entrada de otros. Todo esto está ralentizando el proceso de crecimiento”.
En México, por ejemplo, no sólo existen dichas regulaciones, sino que también es difícil para una empresa nueva, por más productiva que sea, acceder al financiamiento que necesitan para volverse empresas más grandes. Todo esto limita la competencia, con lo que el país se queda estancado en la trampa de la renta media.
“Lo que encontramos es que las grandes empresas son las que tienen la mayor capacidad para impulsar el cambio”, señala Lall. “Las familias de élite tienen la mayor capacidad para enviar a sus hijos y a otras personas a la escuela y a una formación especializada. El problema no está en las grandes empresas o las familias de élite en sí, sino cuando no son disciplinadas, cuando utilizan su gran cuota de mercado para bloquear a otros. Cuando las élites utilizan su dominio en la sociedad para impedir que los niños de otras partes de la sociedad se desarrollen y cómo se aseguran las políticas de que estos incumbentes, como los llaman, puedan impulsar el progreso y no bloquear el cambio”.
Las tasas de crecimiento económico observadas en los países de ingresos medios no superan a las de los países de ingresos altos por los márgenes necesarios para alcanzarlas en una generación, o incluso en dos o tres, dice el reporte. Si los motores del crecimiento económico (como las inversiones en capital humano, la productividad, la participación en la fuerza laboral y la inversión) siguen las tendencias recientes e históricas, es probable que la mayoría de los países de ingresos medios experimenten desaceleraciones significativas entre 2024 y 2100.
¿Puede México convertirse en una potencia económica mundial? La respuesta es multifacética. Desde un punto de vista histórico, México ha mostrado capacidad de rápido crecimiento, pero también ha enfrentado importantes desafíos económicos. Aunque es la 12ª economía más grande del mundo y la segunda de América Latina, todavía tiene áreas que requiere mejoras sustanciales. Por ejemplo, la estabilidad política, la reducción de la pobreza y la desigualdad siguen siendo cruciales.
Un elemento clave para aspirar a ser una potencia económica es la implementación de políticas sostenibles que impulsen la innovación y modernización en sectores clave. Ya hemos visto cómo el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y su sucesor, el T-MEC, han tenido un impacto significativo, tanto positivo como controvertido, en la economía mexicana. Estos pasos hacia la integración económica con algunos de los mercados más grandes del mundo subrayan el potencial de México.
Pese a sus logros, México necesita continuar drive cambios estructurales. Las reformas educativas, la promoción de la transparencia en el gobierno y una mayor inversión en infraestructuras son aspectos fundamentales que no se pueden ignorar. Al mismo tiempo, el país debe capitalizar su posición estratégica y rica base de recursos para convertirse en un jugador más influyente en la economía global.
En última instancia, el futuro de México como potencia económica depende de su habilidad para implementar políticas que no solo fomenten el crecimiento, sino que también aseguren una distribución más equitativa de los beneficios económicos a través de sus vastas regiones. Además, el gobierno debe equilibrar su intervención en sectores clave como la energía y la infraestructura para mantener la confianza de los inversores. La diversificación económica, especialmente en sectores terciarios, también puede proporcionar una base más estable y resiliente.