Brasil, uno de los países más desiguales del mundo, quiere aprovechar la actual presidencia del G-20 para proponer a sus pares que acepten gravar con un impuesto mínimo global a los más ricos entre los multimillonarios, los denominados milmillonarios o denominados “billionaires” en inglés. Los partisanos de esta iniciativa lo consideran un paso importante para ir cerrando el creciente abismo entre los que más riqueza acumulan y el resto.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha defendido la propuesta en los siguientes términos tras reunirse con su homólogo de Benin, Patrice Talon: “Si los 3.000 milmillonarios del planeta pagaran el 2% de impuestos sobre el rendimiento de sus fortunas, podríamos generar recursos para alimentar a los 340 millones de personas que, según la FAO, sufren inseguridad alimentaria grave en África”.
Su Gobierno encargó el pasado febrero al economista francés Gabriel Zucman, director del Observatorio Tributario de la UE, que tradujera la voluntad política brasileña en una propuesta detallada que presentar en la reunión de ministros de Finanzas del G20, el próximo julio en São Paulo. Zucman, que esta semana ha visitado Brasil, ha presentado este jueves al Ejecutivo un borrador sobre ese gravamen. En todo el mundo, los muy ricos pagan menos impuestos que las clases medias y que los pobres. También en Brasil, que tiene un sistema tributario extremadamente complejo que además castiga a los pobres y premia a los accionistas.
Zucman estima que los milmillonarios pagan un 0,3% de impuestos por su riqueza, según explicó este martes en un encuentro con corresponsales en Brasil.
El francés apuesta por un impuesto mundial para los que poseen más de mil millones de dólares, que son unas 3.000 personas, según una estimación que él mismo considera conservadora. Juntos, atesoran “unos 13.000 billones de dólares, una media de 5.000 millones cada uno”. Su propuesta apunta a un gravamen global mínimo del 2% de sus fortunas. Considera esa vía la más eficaz en vista de que “los impuestos sobre la renta no funcionan en el caso de los ricos y porque el impuesto de sucesiones se les cobra una sola vez”.
Calcula el economista que con ese tipo mínimo se lograrían recaudar unos 250.000 millones de dólares. Los países de residencia de esos milmillonarios recibirían el dinero que a cada uno le correspondiera y decidiría en qué gastarlo, dijo. Los ultrarricos están repartidos por casi todo el planeta. Se calcula que unos 800 están en Estados Unidos, 800 en el sudeste asiático, unos 500 en Europa, más de 100 en América Latina…”.
Aunque este es un debate que acaba de comenzar, la acogida cosechada hasta ahora permite al economista, discípulo de Thomas Piketty, mostrarse optimista: “Básicamente, estamos viendo un impulso real, con varios países expresando su apoyo. Brasil, por supuesto, pero también Francia, Sudáfrica, España, Colombia y Bélgica. Es impresionante”, subraya. “El G-20 es un foro poderoso para avanzar”, añade.
El francés considera al presidente estadounidense, Joe Biden, un valioso aliado en este impulso por gravar a quienes ocupan el vértice de la pirámide de la riqueza mundial, pero admite que una victoria del magnate Donald Trump en las elecciones de noviembre sería un revés importante. En ese caso, dijo, “no espero que Estados Unidos lidere este debate”.
De todos modos, sostiene en que, para prosperar, una iniciativa como esta necesita arraigar en un grupo considerable de países, pero su éxito, insiste, no está condicionado a que lo abracen todos. Considera que esta propuesta puede arrancar de manera viable si la adoptan entre 30 o 50 países.
Este nuevo impuesto se inspira en el impuesto mínimo global del 15% a las grandes multinacionales propuesto por la OCDE (Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo) y acordado por unos 140 país, 35 de los cuales ya han empezado a aplicarlo, ha destacado Zucman. Si el impuesto a los milmillonarios se hace realidad, según él, este selectísimo grupo “pagará más de lo que se recauda con el 15% de las multinacionales”.