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¿Qué tan grave es el nuevo brote de COVID-19 en China?

Debido a la falta de información creíble del gobierno chino, investigadores del mundo entero buscan pistas para evaluar la gravedad y el tamaño real de esta oleada

A medida que la COVID-19 se propaga con gran rapidez en China, científicos de todo el mundo buscan pistas sobre un brote de enormes consecuencias para la salud de cientos de millones de chinos, la economía mundial y el futuro de la pandemia.

Pero a falta de información creíble por parte del gobierno chino, determinar el tamaño y la gravedad del brote en el país más poblado del mundo es un gran juego de adivinanzas científicas.

En Hong Kong, un equipo de investigadores estudió a fondo los datos de los pasajeros de cinco líneas de metro de Pekín para determinar la posible propagación. En Seattle, un grupo de modeladores intentó en vano aplicar ingeniería inversa a una filtración gubernamental no verificada que detallaba el número de casos de las autoridades sanitarias chinas. En el Reino Unido, los científicos están haciendo sus propios cálculos sobre la eficacia de las vacunas chinas.

Cualquier anécdota personal o noticia en las redes sociales proveniente de China —como la escasez de medicamentos, los hospitales colapsados, los crematorios saturados— puede servir para los modelos de los investigadores.

Todos intentan entender lo mismo: ¿a qué velocidad se propaga el virus en el país? ¿Cuánta gente ha muerto? ¿China podría ser la fuente de una nueva y peligrosa variante?

Mientras los científicos sopesan diversas fuentes de información poco fiables, se preparan para resultados que pueden ser catastróficos. Si no se toman nuevas medidas de precaución, algunos cálculos del peor de los escenarios sugieren que la COVID-19 podría matar a tantas personas en China en los próximos cuatro meses como lo ha hecho con los estadounidenses durante los tres años de pandemia.

Sin respuestas satisfactorias, algunos países están limitando el ingreso de viajeros chinos, aunque basados en parte en temores infundados o motivaciones políticas. Estados Unidos, Italia y Japón han dicho que exigirán una prueba de COVID-19 negativa a quienes vengan de China, por temor a que el aumento de casos pueda producir nuevas variantes más amenazadoras. El viernes, Francia y el Reino Unido anunciaron medidas similares.

Aunque los investigadores y expertos en virus dijeron que lo más probable es que las nuevas medidas tengan poco efecto para frenar la propagación, las políticas reflejan la visibilidad limitada del brote. En general, los modelos de los científicos apuntan a una propagación explosiva y a una elevada tasa de letalidad, dado que muchas personas en China tienen poca o ninguna inmunidad a las subvariantes de ómicron. Pero incluso sus estimaciones son dispares.

En la más sombría de las hipótesis sobre lo que podría significar el fin de la política china de “cero covid”, casi un millón de personas podrían morir durante los primeros meses de la reapertura, según informaron este mes investigadores de Hong Kong en un estudio financiado en parte por el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades, aunque el estudio no proporciona un periodo exacto.

Un grupo estadounidense calculó hasta medio millón de muertes para abril y otro millón para finales de 2023 si China rechaza los mandatos de distanciamiento social. Airfinity, una empresa de análisis ubicada en el Reino Unido, presentó esta semana un pronóstico a corto plazo aún más funesto: 1,7 millones de muertes por COVID-19 para finales de abril.

Hasta este mes, el mundo parecía tener una idea más o menos clara de lo que estaba ocurriendo con el virus en China. El Partido Comunista en el poder publicaba con orgullo las bajas cifras diarias de casos y muertes como testimonio de su estricta política de “cero covid”. Un sistema nacional de confinamientos, cuarentenas y pruebas masivas mantuvo el virus a raya.

Pero a principios de diciembre, el gobierno decidió abandonar de manera repentina su estrategia de “cero covid”, lo cual dejó a la comunidad científica en la oscuridad.

“Nadie tiene ni la más remota idea”, dijo Siddharth Sridhar, virólogo clínico que centra sus estudios en las enfermedades infecciosas emergentes.

Siempre ha sido difícil predecir el curso de la pandemia. Incluso en lugares como el Reino Unido, donde los datos son confiables, los pronósticos casi siempre han estado muy lejos de la realidad. Sin embargo, los científicos han usado las muertes por COVID-19 registradas como un barómetro confiable para determinar el posible tamaño de un brote.

Los datos procedentes del gobierno chino ya no son de fiar. Según los datos oficiales, China solo declaró 12 muertes por COVID-19 del 1 al 29 de diciembre. El país ha manifestado que solo contará las muertes por insuficiencia respiratoria directamente relacionada con la infección y que dejará fuera a un gran número de personas que murieron porque la infección agravó enfermedades subyacentes o causó insuficiencia cardiaca o hepática.

Los expertos afirman que la velocidad de propagación sugiere un número mucho mayor de muertes. La semana pasada, una ciudad reportó medio millón de casos en un solo día. Otra, manifestó tener un millón.

También hay indicios de que las autoridades están presionando a médicos y crematorios para que eviten catalogar como relacionadas con el virus incluso las muertes por causas respiratorias.

La falta general de claridad ha generado preocupaciones de que el tamaño del brote podría crear más oportunidades para que el virus que circula por China (versiones importadas de la ómicron) mute a una variante más peligrosa.

Pero los científicos se muestran escépticos ante ese escenario en el brote actual de China.

Variantes similares a las que China ha registrado fueron superadas hace meses en Estados Unidos por subvariantes de ómicron más contagiosas. Después de que Italia ordenara las pruebas para los viajeros de China, dijo que los primeros casos que secuenció fueron causados por una variante de ómicron que ya estaba presente en Italia. Funcionarios de salud de la Unión Europea dijeron el jueves que evaluar a los viajeros de China no estaba justificado.

“Hemos tenido una gran cantidad de infecciones a nivel internacional”, dijo James Wood, un experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sídney, estimando que la mayoría de las personas en todo el mundo habían contraído el virus. “Esas infecciones superan a las que se han registrado en China”.