El ambiente en Argentina es opaco, inmersa en una desenfrenada crisis económica, con una previsión de inflación que superará el 70% este año y bonos estatales que se han negociado a niveles angustiosos, rondando apenas los 20 centavos de dólar. La presión sobre la moneda está aumentando a pesar de los controles de cambio y una obligada importación de energía está impidiendo que se pueda acumular reservas de dólares.
A este panorama se suma el éxodo de varios ministros del gabinete oficialista, el último y más importante llegó el domingo pasado, cuando Martín Guzmán, ministro de economía del gobierno de Alberto Fernández, presentó su renuncia mediante una carta publicada en su cuenta de Twitter.
Su salida supuso un nuevo golpe para la presidencia, que se enfrenta a unos pésimos índices de aprobación desde hace meses. Guzmán ha sido uno de los ministros más importantes para Fernández, era una de las cartas más prometedoras durante su campaña electoral por sus credenciales académicas y profesionales que iban a ser de vital importancia para manejar una decadente economía en crisis. Su dimisión ha provocado el desconcierto de los inversores, ya preocupados por la espiral inflacionista y la situación de las finanzas públicas.
¿Por qué renunció?
El juego de poder entre el presidente Alberto Fernández y su influyente vicepresidenta y ex líder del país, Cristina Fernández de Kirchner ha sido conocido prácticamente desde el inicio de su administración.
El ministro de economía había recibido fuertes presiones del ala más radical de la coalición peronista, liderada por Cristina Fernández de Kirchner para aumentar el gasto público y mantener el subsidio de las facturas energéticas. Cristina Fernández temía que la relativa prudencia en materia fiscal repercuta en su popularidad para las siguientes elecciones.
Gran parte de estas presiones y críticas hacia Guzmán vinculaban el acuerdo con el FMI en marzo de este año que permitiría refinanciar 44.000 millones de dólares de deuda y seguir aumentando el gasto gradualmente en términos reales.
A pesar de que el programa con el FMI conseguido por Guzmán ha sido incluso catalogado por algunos economistas como excesivamente laxo, no era suficiente para las ambiciones políticas del peronismo de Cristina que busca retomar el poder absoluto.
Por su parte, Alberto Fernández no le proporcionó el respaldo necesario para que el ministro Guzmán pueda resistir las presiones políticas. Es más, otro grave impedimento para su labor era lo fragmentado que estaba la gestión de la política económica.
Guzmán admitió en su carta de renuncia: “desde la experiencia que he vivido, considero que será primordial que trabaje en un acuerdo político dentro de la coalición gobernante para que quien me sustituya que tendrá por delante esta alta responsabilidad, cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica necesarios para consolidar los avances descriptos y hacer frente a los desafíos por delante”.
Las variables macroeconómicas bajo la gestión de Guzmán exhiben una sostenida recuperación en inversión privada, empleo, exportaciones, ganancias empresariales, entre otras. La inflación por el otro lado ha sido complicada de limitar debido a los conflictos bélicos que alteran la cadena de suministros global.
Tras la renuncia de Guzmán, los inversores se muestran escépticos de que un gobierno dividido e impopular que se enfrenta a las elecciones de 2023 pueda mantener el acuerdo con el FMI, lo que aviva los temores de que se produzcan más reestructuraciones y una espiral de precios salariales perjudicial.
El reemplazo
Silvina Batakis, ex funcionaria provincial relativamente desconocida y ex ministra de Economía de Buenos Aires fue nombrada como sustituta de Martín Guzmán. Su nombramiento sin embargo no contribuiría a calmar el sentimiento negativo de los mercados, debido a su apego con el ala más radical del gobierno peronista aliada a Fernández de Kirchner.
Batakis es defensora de el control de precios, la intervención en el mercado y el aumento del impuesto sobre el patrimonio y la herencia. Con la nueva cabeza en materia económica, Cristina Fernández vence en su objetivo de tener una representación en el manejo de la economía alineada a sus intereses por encima de los del presidente Fernández. Fernández de Kirchner podría alejar de una vez por todas a Argentina de la estabilidad macroeconómica peligrando un default y recesión, escenarios que empiezan a ser cada vez más probables.
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