“Sólo utilizas el 10 por ciento de tu cerebro”. “Comer zanahorias mejora la vista”. “La vitamina C cura el resfriado común”. Nada de esto es cierto, pero la gente lo repite tan a menudo que te lo crees. Bienvenidos al “efecto de la verdad ilusoria”, un fallo en la psique humana que equipara la repetición con la verdad. Los mercadólogos y los políticos son maestros en la manipulación de este particular sesgo cognitivo, con el que quizás te hayas familiarizado últimamente.
“Antes estábamos mejor”, se escucha una y otra vez en campañas de políticos del pasado que ansían con retomar el poder. Algunas pruebas sugieren que podría no ser cierto. Pero se tergiversa la verdad y manipulan los datos estadísticos que tales pobres declaraciones empiezan a tener peso y relevancia. Al fin y al cabo, es con cuanta fuerza se grita e inunda estas declaraciones más que lo que digan los hechos desaprobando su verdad.
El expresidente estadounidense Trump lideró este tipo de guerrilla informacional en su paso por la política. Sus homólogos latinoamericanos vieron la rentabilidad de su estrategia y buscaron replicarla.
“El presidente Trump pretende crear grupos de trabajo para investigar y detener tendencias nacionales que no existen”, decía Jeffery Robinson, subdirector legal de la Unión Americana de Libertades Civiles. Tiene razón en que las tendencias no son reales, por supuesto. Pero un cierto número de personas sigue creyéndolo. Cada vez que el presidente tuitea o dice algo falso, los verificadores de hechos se apresuran a señalar la falsedad, con poco efecto. Una encuesta de Pew Research reveló que el 57% de los votantes de las elecciones presidenciales del 2016 creían que la delincuencia en Estados Unidos había empeorado desde 2008, a pesar de que los datos del FBI mostraban que había disminuido en un 20%.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? “La repetición hace que las cosas parezcan más plausibles”, dice Lynn Hasher, psicóloga de la Universidad de Toronto, cuyo equipo de investigación observó por primera vez este efecto en la década de 1970. “Y es probable que el efecto sea más potente cuando la gente está cansada o distraída por otra información”. Básicamente nuestra realidad hoy en día.
La repetición es lo que hace que las noticias falsas funcionen, como señalaron los investigadores de la Universidad Central de Washington en un estudio realizado en 2012, antes de que el término estuviera en todas partes. También es un elemento básico de la propaganda política. Es la razón por la que los publicistas alimentan a los políticos y a los directores generales con frases que pueden repetir una y otra vez. Incluso Adolf Hitler conocía esta técnica. “Los eslóganes deben repetirse insistentemente hasta que el último individuo haya comprendido la idea”, escribió en Mein Kampf.
El efecto funciona porque cuando las personas intentan evaluar la verdad se basan en dos cosas: si la información coincide con sus conocimientos y si les resulta familiar. La primera condición es lógica: La gente compara la información nueva con lo que ya sabe que es cierto y considera la credibilidad de ambas fuentes. Pero los investigadores descubrieron que la familiaridad puede triunfar sobre la racionalidad, hasta el punto de que escuchar una y otra vez que un determinado hecho es erróneo puede tener un efecto paradójico. Es tan familiar que empieza a parecer correcto.
“Cuando ves el hecho por segunda vez, es mucho más fácil de procesar: lo lees más rápido, lo entiendes con más fluidez”, dice la psicóloga de la Universidad de Vanderbilt Lisa Fazio. “Nuestro cerebro interpreta esa fluidez como una señal de que algo es cierto”, sea o no cierto. En otras palabras, la racionalidad puede ser difícil. Requiere trabajo. Tu ocupado cerebro suele estar más cómodo funcionando con sentimientos.
Como ocurre con cualquier sesgo cognitivo, la mejor manera de no caer en él es saber que existe. Si lees algo que te parece correcto, pero no sabes por qué, toma nota. Investiga. Comprueba los datos. Si eso parece demasiado trabajo, bueno, repitamos “los hechos son divertidos” hasta que lo sean.