La ciencia del cambio climático es más sólida y hay más consenso en torno a ella de lo que podríamos pensar. Pero debido a la amplitud del tema, así como a la desinformación galopante, es posible que se dificulte distinguir la realidad de la ficción. Aquí hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por presentar no solo la información científica más precisa, sino también la explicación de cómo la conocemos.
¿Cómo sabemos que el cambio climático en verdad está ocurriendo?
Es frecuente que el cambio climático se presente como una predicción hecha por complicados modelos computacionales. Pero la base científica del cambio climático es mucho más amplia y los modelos son solo una parte de ella (y, por si de algo sirviera, resultan asombrosamente precisos).
Durante más de un siglo, los científicos han entendido la física básica que explica por qué los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, provocan el calentamiento. Estos gases conforman solo una pequeña parte de la atmósfera, pero ejercen un control desmesurado sobre el clima de la Tierra al retener una parte del calor del planeta antes de que se vaya hacia el espacio. Este efecto invernadero es muy importante: ¡es la razón por la que un planeta tan alejado del Sol posee agua líquida y vida!
No obstante, durante la Revolución industrial, la gente comenzó a quemar carbón y otros combustibles fósiles para echar a andar las fábricas, las fundidoras y los motores de vapor, lo cual añadió más gases de efecto invernadero a la atmósfera. Desde entonces, las actividades de los seres humanos han estado contribuyendo al calentamiento del planeta.
Sabemos que esto es así gracias a una enorme cantidad de pruebas que comienzan a mediados del siglo XIX con las mediciones de la temperatura tomadas en las estaciones meteorológicas y en los barcos. Posteriormente, los científicos comenzaron a monitorear las temperaturas de la superficie con satélites y a buscar pistas del cambio climático en los registros geológicos. Toda esta información reunida cuenta la misma historia: la Tierra se está calentando.
Desde 1880, las temperaturas globales promedio se han incrementado 1,2 grados Celsius y los cambios más grandes se produjeron en el pasado siglo XX. Las superficies terrestres se han calentado más que la superficie de los océanos y el Ártico es lo que más se ha calentado: más de 2,2 grados Celsius tan solo desde la década de 1960. También ha habido un cambio en las temperaturas extremas. En Estados Unidos, los máximos diarios récord ahora superan los mínimos diarios récord por dos a uno.
Este calentamiento no tiene precedentes en la historia geológica reciente. Una imagen famosa, publicada por primera vez en 1998 a la que con frecuencia se le llama gráfica de bastón de hockey, muestra cómo las temperaturas se mantuvieron bastante estables durante siglos (el mango del bastón) antes de dispararse de manera drástica hacia arriba (la cabeza). Está basada en información obtenida de anillos de árboles, muestras de hielo y otros indicadores naturales. Además, el panorama básico, mismo que ha resistido décadas de escrutinio tanto por parte de los científicos del clima como de los opositores, muestra que la Tierra está más caliente ahora de lo que estado en al menos mil años, y tal vez mucho más tiempo.
De hecho, las temperaturas de la superficie disfrazan la verdadera escala del cambio climático debido a que el océano ha absorbido el 90 por ciento del calor retenido por los gases de efecto invernadero. Las mediciones recabadas durante las últimas seis décadas por expediciones oceanográficas y redes de instrumentos flotantes muestran que todas las capas del océano se están calentando. De acuerdo con un estudio, entre 1997 y 2015, el océano ha absorbido tanto calor como en los 130 años anteriores.
También sabemos que el cambio climático está ocurriendo porque los efectos se ven por todas partes. Las capas de hielo y los glaciares están disminuyendo mientras que el nivel del mar está aumentando. El hielo marino del Ártico está desapareciendo. En la primavera, la nieve se derrite con mayor rapidez y las plantas florecen antes. Los animales se están trasladando a altitudes y latitudes más altas para hallar condiciones más frías. También las sequías, las inundaciones y los incendios forestales se han vuelto más intensos. Los modelos predijeron muchos de estos cambios, pero las observaciones demuestran que ya están sucediendo.
¿Qué tanto acuerdo hay entre los científicos acerca del cambio climático?
No hay duda de que a los científicos les encanta una buena discusión a la antigua. Pero cuando se trata del cambio climático, prácticamente no hay debate alguno: en muchos estudios se ha visto que más del 90 por ciento de los científicos que estudian el clima de la Tierra están de acuerdo en que el planeta se está calentando y que los seres humanos son los principales culpables. La mayor parte de los organismos científicos, desde la NASA hasta la Organización Meteorológica Mundial, respaldan esta opinión. Existe un grado asombroso de consenso dado el carácter de oposición y competencia de la sociedad científica, donde preguntas como ¿qué mató a los dinosaurios? siguen siendo objeto de amarga disputa.
El acuerdo científico sobre el cambio climático comenzó a surgir a fines de la década de 1980, cuando la influencia del calentamiento provocado por los seres humanos empezó a sobrepasar la variabilidad climática natural. Para 1991, dos terceras partes de los científicos especializados en la Tierra y la atmósfera encuestados para realizar un estudio inicial de consenso dijeron que aceptaban la idea de un calentamiento global antropogénico. Y para 1995, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, un célebre organismo conservador que, de manera periódica, participa en la situación del conocimiento científico, concluyó que “el resultado de las pruebas indica que existe una influencia identificable del ser humano sobre el clima global”. En la actualidad, más del 97 por ciento de los científicos del clima que publican están de acuerdo en la existencia y la causa del cambio climático (al igual que casi el 60 por ciento de la población general de Estados Unidos).
Así que, ¿de dónde sacamos la idea de que sigue siendo debatida la existencia del cambio climático? En gran parte surgió de campañas de mensajes coordinadas por las empresas y los políticos que se oponían a las medidas relacionadas con el clima. Muchas impulsaban la narrativa de que los científicos aún no tomaban una decisión sobre el cambio climático, pese a que eso era falso. Frank Luntz, un consultor republicano, explicó la lógica en un desafortunado memorando de 2002 a los legisladores conservadores: “Si la población llega a creer que los asuntos científicos están decididos, por consiguiente, cambiará su opinión sobre el calentamiento global”, escribió. Cuestionar el consenso sigue siendo un tema de conversación común hoy en día, y la cifra del 97 por ciento se ha convertido en una especie de pararrayos.
Con el fin de reforzar la falsedad de la permanencia de la duda científica, algunas personas han señalado cosas como el Proyecto de Petición sobre el Calentamiento Global, el cual exhortó al gobierno de Estados Unidos a rechazar el Protocolo de Kioto de 1997, un acuerdo internacional inicial sobre el clima. La petición declaraba que el cambio climático no estaba ocurriendo y que, aunque así fuera, no sería algo malo para la humanidad. Desde 1998, la han firmado más de 30.000 personas con títulos universitarios en ciencias. Sin embargo, casi el 90 por ciento de ellas no estudiaron ciencias ambientales, atmosféricas o terrestres, y entre los signatarios había solo 39 climatólogos. La mayoría eran ingenieros, médicos y otros cuya formación no tenía mucho que ver con la física del sistema climático.
Unos cuantos investigadores bien conocidos siguen oponiéndose al consenso científico. Algunos, como Willie Soon, investigador afiliado al Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, tiene vínculos con la industria de combustibles fósiles. Otros no los tienen, pero sus aseveraciones no han resistido el peso de las pruebas. Al menos uno de los escépticos destacados, el físico Richard Muller, cambió de opinión después de reevaluar los datos históricos de la temperatura como parte del proyecto de Berkeley Earth. Los hallazgos de su equipo confirmaron prácticamente los resultados que se había propuesto investigar y terminó firmemente convencido de que las actividades humanas estaban calentando el planeta. “Llámenme escéptico converso”, escribió en un artículo de opinión para The New York Times en 2012.
Luntz, el encuestador republicano, también ha cambiado su postura sobre el cambio climático y ahora asesora a los políticos sobre cómo motivar acciones climáticas.
Una observación final sobre la incertidumbre: los negacionistas a menudo la usan como prueba de que la ciencia del clima no tiene consenso. Sin embargo, en la ciencia, la incertidumbre no implica una falta de conocimiento. Más bien, es un indicador de qué tanto se sabe sobre algo. En el caso del cambio climático, los científicos han descubierto una gama de posibles cambios futuros en la temperatura, la precipitación y otras variables importantes, las cuales dependerán en gran medida de lo rápido que reduzcamos las emisiones. Pero la incertidumbre no debilita su convicción de que el cambio climático es real y que la gente lo está provocando.
¿De verdad solo tenemos información climática de 150 años? ¿Cómo es posible que sea suficiente para tener conocimientos sobre los cambios en varios siglos?
El clima de la Tierra es intrínsecamente variable. Algunos años es caliente y otros, frío, unas décadas tienen más huracanes que otras, algunas antiguas sequías duraron gran parte de siglos. Los ciclos glaciales funcionan a lo largo de muchos milenios. Así que, ¿cómo pueden los científicos analizar datos recabados durante un periodo relativamente corto y concluir que los seres humanos estamos calentando el planeta? La respuesta es que nos dicen mucho los datos instrumentales que tenemos de la temperatura, pero no es todo lo que tenemos para seguir adelante.
Los registros históricos se remontan a la década de 1880 (y a menudo antes), cuando la gente comenzó a medir la temperatura de manera periódica en las estaciones meteorológicas y los barcos mientras atravesaban los océanos del mundo. Estos datos muestran una clara tendencia al calentamiento durante el siglo XX.
Algunas personas han cuestionado si estos registros podrían estar sesgados, por ejemplo, por el hecho de que un número desproporcionado de estaciones meteorológicas estén cerca de las ciudades, las cuales tienden a ser más calientes que las zonas circundantes como resultado del llamado efecto insular de calentamiento urbano. No obstante, los investigadores corrigen con regularidad estos posibles sesgos cuando reconstruyen las temperaturas globales. Además, el calentamiento se confirma con datos independientes como las observaciones por satélite, las cuales abarcan todo el planeta, y otras maneras de medir los cambios de temperatura.
También se han aprovechado mucho las pequeñas reducciones e interrupciones que marcan la tendencia ascendente de la temperatura de los últimos 150 años. Pero estas solo son resultado de la variabilidad natural del clima o de otras actividades humanas que de modo temporal contrarrestan el calentamiento de invernadero. Por ejemplo, a mediados de los años noventa del siglo pasado, la dinámica climática natural y la contaminación que bloquea el paso de la luz de las centrales eléctricas alimentadas con carbón detuvieron el calentamiento global durante algunas décadas. (Finalmente, los gases de efecto invernadero en aumento y las leyes para el control de la contaminación hicieron que el planeta comenzara a calentarse de nuevo). Asimismo, la llamada interrupción del calentamiento del año 2000 fue en parte el resultado de la variabilidad natural del clima que permitió que entrara más calor al océano en vez de calentar la atmósfera. Los años posteriores han sido los más calientes de la historia.
Sin embargo, ¿es posible que todo el siglo XX solo sea un gran engaño climático natural? Para responder esa pregunta, podemos ver otros tipos de datos que nos ofrecen una perspectiva de más tiempo. Para ampliar el registro climático, los investigadores han usado registros geológicos, como los anillos de los árboles, muestras de hielo, corales y sedimentos que conservan información acerca de los climas prehistóricos. El panorama resultante del cambio global de la temperatura prácticamente se mantiene fijo durante siglos y luego sube de manera drástica durante los últimos 150 años. Esto ha sido un blanco de los negacionistas del clima durante décadas. No obstante, un estudio tras otro ha confirmado los resultados, los cuales muestran que el planeta no ha estado tan caliente en al menos mil años, y probablemente en más tiempo.
¿Cómo sabemos que los humanos causan el cambio climático?
Los científicos han estudiado los cambios climáticos pasados para comprender los factores que pueden provocar que el planeta se caliente o enfríe. Los grandes son cambios en la energía solar, la circulación oceánica, la actividad volcánica y la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Y cada uno ha influido en algún momento.
Por ejemplo, hace 300 años, cuando se combinaron una producción reducida de energía solar y un aumento en la actividad volcánica, hubo partes del planeta que se enfriaron tanto como para que fuera habitual que los londinenses patinaran sobre el hielo del Támesis. Hace unos 12.000 años, cambios de gran magnitud en la circulación del Atlántico sumergieron el hemisferio norte en un estado glacial. Y hace 56 millones de años, una gigantesca explosión de gases de efecto invernadero, producto de la actividad volcánica o vastos depósitos de metano (o ambos), calentó el planeta de manera abrupta al menos 4 grados Celsius, lo cual provocó que se enturbiara el clima, se asfixiaran los océanos y se produjeran extinciones masivas.
Para determinar la causa de los actuales cambios climáticos, los científicos han observado todos estos factores. Los primeros tres han variado poco durante los últimos siglos y es probable que hayan tenido efectos modestos en el clima, en particular antes de 1950. Sin embargo, no pueden representar el rápido incremento de la temperatura en el planeta, en especial en la segunda mitad del siglo XX, cuando la producción solar de hecho disminuyó y las erupciones volcánicas ejercieron un efecto refrigerante.
Ese calentamiento se explica mejor gracias a las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero, los cuales tienen un poderoso efecto sobre el clima (ve la siguiente pregunta para saber por qué). Y desde la Revolución industrial, los humanos han añadido más de ellos a la atmósfera, principalmente por medio de la extracción y la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas, procesos que liberan dióxido de carbono.
Las burbujas de aire antiguo atrapadas en el hielo muestran que, antes de 1750 aproximadamente, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era de unas 280 partes por millón (ppm). Comenzó a aumentar lentamente y superó el umbral de las 300 ppm hacia 1900. Los niveles de CO2 se aceleraron a medida que los automóviles y la electricidad se convirtieron en elementos importantes de la vida moderna, y recientemente superaron las 420 ppm La concentración de metano, el segundo gas de efecto invernadero más importante, se ha duplicado con creces. Ahora estamos emitiendo carbono mucho más rápido que hace 56 millones de años.
Estos rápidos aumentos de los gases de efecto invernadero han provocado un calentamiento brusco del clima. De hecho, los modelos climáticos sugieren que el calentamiento por efecto invernadero puede explicar prácticamente todo el cambio de temperatura desde 1950. Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que evalúa la literatura científica publicada, los factores naturales y la variabilidad climática interna solo pueden explicar una pequeña parte del calentamiento de finales del siglo XX.
Otro estudio lo expresa así: las probabilidades de que el calentamiento actual se produzca sin las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero son inferiores a 1 entre 100.000.
Sin embargo, los gases de efecto invernadero no son los únicos compuestos que alteran el clima y que la gente ha lanzado al aire. Al quemar combustibles fósiles, también se produce una contaminación por partículas que refleja la luz solar y enfría el planeta. Los científicos estiman que esta contaminación ha ocultado hasta la mitad del calentamiento producto de los gases de efecto invernadero que habríamos experimentado de otra manera.
Debido a que los gases de efecto invernadero ocurren de forma natural, ¿Cómo sabemos que están provocando un aumento en la temperatura de la Tierra?
Los gases de efecto invernadero como el vapor de agua y el dióxido de carbono tienen un papel importante en el clima. Sin ellos, la Tierra sería demasiado fría como para mantener el agua en estado líquido ¡y los humanos no existirían!
Así funciona: la temperatura del planeta en esencia está en función de la energía que la Tierra absorbe del Sol (que la calienta) y la energía que la Tierra emite al espacio como radiación infrarroja (que la enfría). Debido a su estructura molecular, los gases de efecto invernadero absorben de manera temporal parte de esa radiación infrarroja saliente, luego la reemite en todas direcciones y envía parte de esa energía de regreso a la superficie para calentar el planeta. Los científicos han comprendido este proceso desde la década de 1850.
Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado de forma natural en el pasado. Durante millones de años, los niveles del CO2 atmosférico han cambiado según la cantidad de gas que los volcanes hayan escupido al aire y cuánto de este se haya eliminado por medio de procesos geológicos. En escalas de tiempo de cientos a miles de años, las concentraciones han cambiado conforme el carbono ha realizado ciclos entre el océano, la tierra y el aire.
Sin embargo, en la actualidad, somos los causantes de que los niveles de CO2 aumenten a un ritmo sin precedentes pues tomamos el carbono antiguo que hay en los depósitos geológicos de los combustibles fósiles y lo ponemos en la atmósfera cuando los quemamos. Desde 1750, las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado casi un 50 por ciento. El metano y el óxido nitroso, otros importantes gases de efecto invernadero que son liberados principalmente por medio de las actividades agrícolas, también se han disparado durante los últimos 250 años.
Con base en la física descrita anteriormente, sabemos que esto debería calentar el clima. También observamos ciertas “huellas” reveladoras del calentamiento a causa de los gases de efecto invernadero. Por ejemplo, las noches se están calentando incluso más rápido que los días porque los gases de efecto invernadero no se van cuando se pone el sol. Y las capas superiores de la atmósfera en realidad se han enfriado, porque los gases de efecto invernadero atrapan más energía en la parte inferior de la atmósfera.
También sabemos que somos la causa del aumento en las concentraciones de los gases de efecto invernadero… y no solo porque podemos medir el CO2 que sale de los escapes y las chimeneas. Podemos verlo en la firma química del carbono en el CO2.
El carbono viene en tres masas diferentes: 12, 13 y 14. Las cosas hechas de materia orgánica (incluyendo los combustibles fósiles) tienden a tener relativamente menos carbono-13. Los volcanes tienden a producir CO2 con relativamente más carbono-13. Y durante el último siglo, el carbono del CO2 atmosférico se ha vuelto más ligero, lo que apunta a una fuente orgánica.
Podemos saber que se trata de materia orgánica antigua buscando el carbono-14, que es radiactivo y decae con el tiempo. Los combustibles fósiles son demasiado antiguos como para que queden restos de carbono-14 en ellos, por lo que si estuvieran detrás del aumento de los niveles de CO2, cabría esperar que la cantidad de carbono-14 en la atmósfera disminuyera, que es exactamente lo que muestran los datos.
Es importante notar que el vapor de agua es el gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera. Sin embargo, no provoca un calentamiento; más bien responde a este. Por eso el aire más caliente tiene más humedad, la cual crea un efecto de bola de nieve en el cual el calentamiento causado por el hombre permite que la atmósfera contenga más vapor de agua y amplifique más el cambio climático. Este llamado ciclo de retroalimentación ha duplicado el calentamiento a causa de las emisiones de gases de efecto invernadero antropogénicas.
¿Por qué debería preocuparnos que el planeta se haya calentado 1 grado Celsius desde el siglo XIX?
Cuando hablamos de cambio climático, una fuente común de confusión es la diferencia entre tiempo y clima. El tiempo es el conjunto de condiciones meteorológicas en constante cambio que experimentamos cuando salimos al aire libre, mientras que el clima es el promedio de esas condiciones a largo plazo y se suele calcular en un periodo de 30 años. O, como dirían algunos, el tiempo es tu humor y el clima es tu personalidad.
Por lo tanto, aunque 1 grado Celsius no represente un gran cambio en el tiempo, es un inmenso cambio en el clima. Como ya hemos visto, basta para derretir el hielo y aumentar los niveles del mar, cambiar los patrones de precipitación de todo el mundo y reorganizar los ecosistemas, pues provoca que los animales huyan a hábitats más fríos y mata millones de árboles.
También es importante recordar que 1 grado representa el promedio global y muchas partes del mundo ya se han calentado más que eso. Por ejemplo, las áreas de tierra se han calentado casi el dos veces más que la superficie del mar. Y el Ártico se ha calentado unos 2,5 grados. Esto se debe a que la pérdida de nieve y hielo en latitudes altas permite que el suelo absorba más energía, lo cual provoca que haya más calor además del calentamiento de los gases de efecto invernadero.
Los cambios relativamente pequeños a largo plazo en los promedios climáticos también cambian los extremos de manera significativa. Por ejemplo, las olas de calor siempre han existido, pero en los últimos años han batido récords. En junio de 2020, una ciudad de Siberia registró temperaturas de 38 grados. Y en Australia, los meteorólogos han añadido un nuevo color a sus mapas meteorológicos para mostrar las zonas donde las temperaturas superan los 51,6 grados. El aumento del nivel del mar también ha incrementado el riesgo de inundaciones debido a las mareas de tempestad y las mareas altas. Estos son los primeros síntomas del cambio climático.
Y nos esperan más cambios en el futuro: hasta 4,5 grados Celsius de calentamiento global medio para finales de siglo, en el peor de los casos. Como referencia, la diferencia en las temperaturas medias globales entre el momento actual y el pico de la última edad de hielo, cuando las capas de hielo cubrían grandes partes de América del Norte y Europa, es de unos 5,5 grados Celsius.
Conforme el Acuerdo de París, al cual el presidente estadounidense, Joe Biden, se acaba de unir otra vez, los países han acordado hacer el intento por limitar el calentamiento total entre 1,5 y 2 grados Celsius respecto de la temperatura previa a la Revolución Industrial. E incluso este margen reducido tiene consecuencias enormes. De acuerdo con estudios científicos, es muy probable que la diferencia entre 1,5 y 2 grados Celsius sea la diferencia entre la supervivencia y la extinción de los arrecifes de coral, así como entre la continuidad del hielo marino en el Ártico durante el verano o su completa desaparición. También determinará cuántos millones de personas sufrirán de escasez de agua y pérdidas de cosechas, así como cuántas personas se están yendo de sus casas debido al aumento en el nivel del mar. En otras palabras, 0,5 grados Celsius es un mundo de diferencia.
¿El cambio climático es parte del calentamiento natural y los ciclos de enfriamiento del planeta?
El clima de la Tierra siempre ha cambiado. Hace cientos de millones de años, todo el planeta se congeló. Hace 50 millones de años, los caimanes vivían en lo que ahora conocemos como el Ártico. Y durante los últimos 2,6 millones de años, el planeta ha estado en un ciclo entre eras de hielo cuando el planeta era hasta 6 grados más frío y los casquetes glaciares cubrían buena parte de Norteamérica y Europa, y periodos interglaciares más leves como en el que estamos ahora.
Los negacionistas del clima a menudo usan estos cambios climáticos naturales para sembrar dudas sobre la idea de que los humanos están causando el cambio climático actual. No obstante, este argumento se basa en una falacia lógica. Es como “ver un cuerpo asesinado y concluir que la gente ha muerto de causas naturales en el pasado, así que la víctima de homicidio también debió morir de causas naturales”, escribió un equipo de científicos sociales en The Debunking Handbook, publicación que explica las estrategias de desinformación detrás de muchos mitos del clima.
En efecto, sabemos que mecanismos distintos provocaron que el clima cambiara en el pasado. Por ejemplo, los ciclos glaciares se desencadenaron debido a variaciones periódicas en la órbita de la Tierra, las cuales ocurrieron durante decenas de miles de años y cambiaron la manera en que la energía solar se distribuye alrededor del mundo y a lo largo de las estaciones.
Estas variaciones orbitales no afectan mucho la temperatura del planeta por sí solas. Sin embargo, activan una cascada de otros cambios en el sistema climático: por ejemplo, el crecimiento o el derretimiento de inmensos casquetes glaciares en el hemisferio norte y la alteración de la circulación del océano. A su vez, estos cambios afectan el clima pues alteran la cantidad de nieve y hielo, los cuales reflejan la luz del sol, y cambian las concentraciones de gases de efecto invernadero. De hecho, en parte por esto sabemos que los gases de efecto invernadero tienen la capacidad de afectar la temperatura de la Tierra significativamente.
Durante al menos los últimos 800.000 años, las concentraciones de CO2 atmosférico oscilaron entre unas 180 partes por millón (ppm) durante las eras de hielo y unas 280 ppm durante los periodos más cálidos, conforme el carbono se movió entre los océanos, los bosques, los suelos y la atmósfera. Estos cambios ocurrieron de la mano con las temperaturas globales y son una de las principales razones de que el planeta se calentara y enfriara durante los ciclos glaciares, no solo los polos congelados.
No obstante, en la actualidad, los niveles de CO2 se han disparado a 420 ppm: el nivel más alto en los últimos tres millones de años. La concentración de CO2 también está aumentando unas 100 veces más rápido que a finales de la última era de hielo. Esto sugiere que está pasando algo más y sabemos qué es: desde la Revolución Industrial, los humanos han quemado combustibles fósiles y liberado gases de efecto invernadero que están calentando el planeta ahora (revisa la pregunta 5 para más detalles sobre cómo sabemos esto, y las preguntas 4 y 8 para enterarte de cómo sabemos que otras fuerzas naturales no son las culpables).
Durante el próximo siglo o los siguientes dos, las sociedades y los ecosistemas experimentarán las consecuencias de este cambio climático. No obstante, nuestras emisiones tendrán impactos geológicos todavía más duraderos: según algunos estudios, los niveles de los gases de efecto invernadero tal vez ya hayan calentado suficiente el planeta para demorar el inicio del siguiente ciclo glaciar durante al menos otros 50.000 años.
¿Cómo sabemos que el calentamiento global no se debe al sol o a los volcanes?
El sol es la fuente de energía por excelencia del sistema climático de la Tierra, por lo que es un candidato natural para causar el cambio climático. Y la actividad solar ha cambiado ciertamente a lo largo del tiempo. Sabemos, por las mediciones de los satélites y otras observaciones astronómicas, que la producción del sol cambia en ciclos de 11 años. Los registros geológicos y el número de manchas solares, que los astrónomos han seguido durante siglos, también muestran variaciones a largo plazo en la actividad del sol, incluyendo algunos periodos excepcionalmente tranquilos a finales de 1600 y principios de 1800.
Sabemos que, desde 1900 hasta la década de 1950, la irradiación solar aumentó. Y los estudios sugieren que esto tuvo un efecto modesto en el clima de principios del siglo XX, explicando hasta un 10 por ciento del calentamiento que se ha producido desde finales del siglo XIX. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, cuando se produjo el mayor calentamiento, la actividad solar disminuyó. Esta disparidad es una de las principales razones por las que sabemos que el sol no es la fuerza motriz del cambio climático.
Otra razón por la que sabemos que la actividad solar no ha causado el calentamiento reciente es que, si lo hubiera hecho, todas las capas de la atmósfera deberían estar calentándose. En cambio, los datos muestran que la atmósfera superior se ha enfriado en las últimas décadas, lo que es un sello distintivo del calentamiento por efecto invernadero.
¿Y qué hay de los volcanes? Las erupciones enfrían el planeta al inyectar en la atmósfera partículas de ceniza y aerosol que reflejan la luz solar. Hemos observado este efecto en los años posteriores a las grandes erupciones. También hay algunos ejemplos históricos notables, como cuando el volcán Laki de Islandia entró en erupción en 1783, provocando pérdidas de cosechas generalizadas en Europa y más allá, y el “año sin verano”, que siguió a la erupción del monte Tambora en Indonesia en 1815.
Dado que los volcanes actúan principalmente como enfriadores del clima, no pueden explicar realmente el reciente calentamiento. Sin embargo, los científicos afirman que también pueden haber contribuido ligeramente al aumento de las temperaturas a principios del siglo XX. Esto se debe a que a finales del siglo XIX se produjeron varias grandes erupciones que enfriaron el planeta, seguidas de unas décadas sin grandes eventos volcánicos en las que el calentamiento se recuperó. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX se produjeron varias grandes erupciones mientras el planeta se calentaba rápidamente. En todo caso, enmascararon temporalmente una parte del calentamiento provocado por el hombre.
La segunda forma en que los volcanes pueden influir en el clima es mediante la emisión de dióxido de carbono. Esto es importante en escalas de tiempo de millones de años: es lo que mantiene el planeta habitable (revisa la pregunta 5 para más información sobre el efecto invernadero). Pero en comparación con las emisiones antropogénicas modernas, incluso las grandes erupciones como el Krakatoa y el Monte Santa Helena son solo una gota de agua. Al fin y al cabo, solo duran unas horas o días, mientras que nosotros quemamos combustibles fósiles las 24 horas del día. Los estudios sugieren que, hoy en día, los volcanes representan entre el uno y el dos por ciento de las emisiones totales de CO2.
¿Cómo es posible que los inviernos y ciertos lugares se hagan cada vez más fríos si el planeta se está calentando?
Cuando una gran tormenta de nieve azota a Estados Unidos, los negacionistas climáticos suelen intentar utilizarla como prueba de que el cambio climático no está ocurriendo. El senador James Inhofe, republicano por Oklahoma, es recordado por haber lanzado una bola de nieve en el Senado en 2015, mientras denunciaba la ciencia climática. Sin embargo, estos eventos en realidad no refutan el cambio climático.
Si bien ha habido algunas tormentas memorables en los últimos años, los inviernos en realidad se están calentando en todo el mundo. En Estados Unidos, las temperaturas promedio en diciembre, enero y febrero se han incrementado alrededor de 1,39 grados Celsius este siglo.
Por otro lado, los días récord de frío se están volviendo menos comunes que los días récord de calor. En Estados Unidos, los máximos históricos de temperatura superan en la actualidad a los mínimos históricos en una relación de dos a uno. Y las áreas del país que experimentan temperaturas invernales extremadamente frías son cada vez más pequeñas (las mismas tendencias están sucediendo a nivel mundial).
Entonces, ¿por qué suceden las tormentas de nieve? El tiempo siempre varía, por lo que no es de extrañar que todavía tengamos fuertes tormentas invernales incluso cuando las temperaturas promedio vayan en aumento. Sin embargo, algunos estudios sugieren que el mismo cambio climático podría ser el culpable. Una posibilidad es que el rápido calentamiento del Ártico haya afectado la circulación atmosférica, incluyendo el aire de gran altitud y flujo rápido que por lo general se arremolina sobre el Polo Norte (también conocido como el vórtice polar). Algunos estudios sugieren que estos cambios están generando temperaturas más frías en latitudes más bajas y provocando que el sistema climático se paralice, lo que permite que las tormentas produzcan más nevadas. Esto podría explicar lo que hemos experimentado en Estados Unidos durante las últimas décadas, así como una tendencia de enfriamiento invernal en Siberia. Sin embargo, la manera exacta en que el Ártico afecta el tiempo a nivel global sigue siendo un tema de debate científico continuo.
El cambio climático también puede explicar la aparente paradoja de la existencia de otros lugares en el planeta que no se han calentado mucho. Por ejemplo, una mancha de agua en el Atlántico Norte se ha enfriado en los últimos años, y los científicos sospechan que podría deberse a que la circulación del océano está bajando su velocidad como resultado del agua dulce que fluye por el derretimiento de Groenlandia. Si esta circulación llegara a casi detenerse, como lo ha hecho en el pasado geológico, alteraría los patrones del clima en todo el mundo.
No todo el clima frío se debe a alguna consecuencia contradictoria del cambio climático. Pero es un buen recordatorio de que el sistema climático de la Tierra es complejo y caótico, por lo que los efectos de los cambios causados por los humanos se desarrollarán de manera diferente en diferentes lugares. Es por eso que el término “calentamiento global” quizás sea una simplificación excesiva. Algunos científicos han sugerido que un nombre más acertado para el fenómeno del cambio climático causado por el ser humano sería “rareza global”.
Los incendios forestales y el mal tiempo siempre han existido. ¿Cómo sabemos que existe una conexión con el cambio climático?
El tiempo extremo y los desastres naturales son parte de la vida en la Tierra (que lo digan los dinosaurios). Sin embargo, existen pruebas convincentes de que el cambio climático ha incrementado la frecuencia y severidad de ciertos fenómenos como las olas de calor, las sequías y las inundaciones. Algunas investigaciones recientes también les han permitido a los científicos identificar la influencia del cambio climático en eventos específicos.
Empecemos por las olas de calor. Los estudios muestran que los periodos de temperaturas anormalmente elevadas ahora suceden con una frecuencia aproximada cinco veces mayor a la que sería sin el cambio climático y, además, duran más tiempo. Los modelos climáticos proyectan que, para la década de 2040, las olas de calor serán casi 12 veces más frecuentes. Y eso es preocupante, ya que el calor extremo a menudo causa un incremento de hospitalizaciones y muertes, en particular entre las personas mayores y con problemas de salud subyacentes. Por ejemplo, en el verano de 2003, una ola de calor provocó un estimado de 70.000 muertes adicionales por toda Europa (el calentamiento causado por los humanos amplificó el número de muertos).
El cambio climático también ha exacerbado las sequías, principalmente al aumentar la evaporación. Las sequías ocurren de manera natural debido a la variabilidad climática aleatoria y a factores como la prevalencia de condiciones como El Niño o La Niña en el Pacífico tropical. No obstante, algunos investigadores han encontrado evidencia de que el calentamiento provocado por los gases de efecto invernadero ha estado afectando las sequías desde incluso antes del fenómeno conocido como el Dust Bowl. Y continúa haciéndolo hoy. Según un análisis, la sequía que afectó al suroeste estadounidense entre 2000 y 2018 fue casi un 50 por ciento más grave debido al cambio climático. Fue la peor sequía que había experimentado la región en más de mil años.
El aumento de las temperaturas también ha incrementado la intensidad de las fuertes precipitaciones y las inundaciones que a menudo las siguen. Por ejemplo, los estudios han descubierto que, debido a que el aire más cálido retiene más humedad, el huracán Harvey, que azotó Houston en 2017, dejó caer entre un 15 y un 40 por ciento más de lluvia de lo que habría sido sin el cambio climático.
Todavía no está claro si el cambio climático está cambiando la frecuencia general de los huracanes, pero sí los está haciendo más fuertes. Y el calentamiento parece favorecer ciertos tipos de patrones climáticos, como los eventos de la “Midwest Water Hose” que causaron inundaciones devastadoras en todo el medio oeste en 2019.
Es importante recordar que en la mayoría de los desastres naturales hay múltiples factores en juego. Por ejemplo, las inundaciones del medio oeste de Estados Unidos en 2019 ocurrieron después de que una reciente ola de frío congelara todo el terreno, lo que impidió que el suelo absorbiera el agua de lluvia e incrementó la escorrentía hacia los ríos Misuri y Misisipi. Estas vías fluviales también habían sido remodeladas con diques y otras formas de ingeniería fluvial, algunas de las cuales fallaron durante las inundaciones.
Los incendios forestales son otro fenómeno con múltiples causas. En muchos lugares, el riesgo de incendio ha aumentado porque los seres humanos han combatido de forma agresiva los incendios naturales y han impedido que los pueblos indígenas lleven a cabo prácticas tradicionales de quema. Esto ha permitido una acumulación de combustible que empeora los incendios actuales.
Sin embargo, el cambio climático también juega un papel importante al calentar y secar los bosques, convirtiéndolos en polvorines. Los estudios muestran que el calentamiento es el factor determinante del reciente aumento de incendios forestales; un análisis encontró que el cambio climático fue responsable de haber duplicado el área incendiada en el oeste de Estados Unidos entre 1984 y 2015. Los investigadores afirman que el calentamiento solo generará incendios más grandes y peligrosos en el futuro.
¿Qué tan graves serán los efectos del cambio climático?
Eso depende de cuán agresivamente actuemos para abordar el cambio climático. Si continuamos como si nada estuviera ocurriendo, para finales de siglo el calor será tan fuerte durante las olas de calor en el Medio Oriente y el sur de Asia, que no se podrá salir. Las sequías se apoderarán de Centroamérica, el Mediterráneo y el sur de África. Muchas naciones insulares y áreas bajas, desde Texas hasta Bangladés, serán rebasadas por el aumento del nivel del mar. Por otro lado, el cambio climático podría traer un apreciado calentamiento y temporadas de cultivo extendidas a la parte superior del medio oeste estadounidense, Canadá, los países nórdicos y Rusia. No obstante, más al norte, la pérdida de nieve, hielo y permafrost trastocará las tradiciones de los pueblos indígenas y amenazará la infraestructura.
Es complicado, pero el mensaje subyacente es simple: el cambio climático sin control muy probablemente agudizará las desigualdades existentes. A un nivel nacional, los países más pobres serán los más afectados, a pesar de que históricamente hayan emitido solo una fracción de los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento. Esto se debe a que muchos países menos desarrollados tienden a estar en regiones tropicales donde el calentamiento adicional hará que el clima sea cada vez más intolerable para los humanos y los cultivos. Estas naciones también suelen tener mayores vulnerabilidades, como grandes poblaciones costeras y personas que habitan viviendas improvisadas que se dañan con facilidad con las tormentas. Además, tienen menos recursos para adaptarse, lo que requeriría de medidas costosas como reestructurar ciudades, diseñar costas y cambiar la forma en que las personas cultivan alimentos.
Entre 1961 y 2000, el cambio climático parece haber perjudicado a las economías de los países más pobres, al tiempo que ha impulsado las fortunas de las naciones más ricas, que son las que más han contribuido al problema, haciendo que la brecha de la riqueza mundial sea un 25 por ciento mayor de lo que hubiera sido. Del mismo modo, el Índice de Riesgo Climático Global descubrió que los países de menores ingresos —como Birmania, Haití y Nepal— ocupan los primeros puestos en la lista de naciones más afectadas por el clima extremo entre 1999 y 2018. El cambio climático también ha contribuido a aumentar la migración humana, que se prevé que aumente considerablemente.
Incluso dentro de los países ricos, los pobres y marginados serán los que más sufran. Las personas con más recursos disponen de mayores amortiguadores, como aires acondicionados para mantener sus casas frescas durante las peligrosas olas de calor, y de los medios para pagar las consiguientes facturas de energía. También les resulta más fácil evacuar sus casas antes de las catástrofes y recuperarse después. Las personas con menos ingresos tienen menos de estas ventajas, y también es más probable que vivan en barrios más calurosos y trabajen al aire libre, donde se enfrentan a lo peor del cambio climático.
Estas desigualdades se manifestarán a nivel individual, comunitario y regional. Un análisis de 2017 sobre Estados Unidos encontró que, si todo sigue igual, el tercio más pobre de los condados, que se concentra en el sur, experimentará daños que sumarán hasta el 20 por ciento del producto interno bruto, mientras que otros, en su mayoría en el norte del país, verán ganancias económicas modestas. Solomon Hsiang, economista de la Universidad de California en Berkeley y autor principal del estudio, ha dicho que el cambio climático “puede dar lugar a la mayor transferencia de riqueza de los pobres a los ricos en la historia del país”.
Sin embargo, incluso los “ganadores” climáticos no serán inmunes a todos los impactos climáticos. Los lugares beneficiados se enfrentarán a una afluencia de migrantes. Y como ha demostrado la pandemia del coronavirus, los desastres en un lugar no tardan en propagarse a través de nuestra economía globalizada. Por ejemplo, los científicos esperan que el cambio climático aumente las posibilidades de que se produzcan múltiples malas cosechas al mismo tiempo en diferentes lugares, lo que generaría una crisis alimentaria mundial.
Además, el tiempo más cálido ayuda a la propagación de enfermedades infecciosas y a los vectores que las transmiten, como garrapatas y mosquitos. Algunas investigaciones también han identificado correlaciones preocupantes entre el aumento de las temperaturas y el incremento de la violencia interpersonal, y el cambio climático es ampliamente reconocido como un “multiplicador de amenazas” que eleva las probabilidades de conflictos mayores entre países y dentro de ellos. En otras palabras, el cambio climático generará muchas alteraciones que ninguna cantidad de dinero podrá detener. Lo que podría ayudar es tomar medidas para limitar el calentamiento.
¿Cuánto costaría hacer algo con respecto al cambio climático, y cuánto costaría no hacer nada?
Uno de los argumentos más comunes en contra de tomar medidas agresivas para combatir el cambio climático es que hacerlo acabaría con muchos empleos y paralizaría la economía. Pero esto supone que existe una alternativa en la que no tendríamos consecuencias por el cambio climático. Y por desgracia, no es así. En realidad, no abordar el cambio climático tendría un gran costo, y causaría enormes daños ambientales y sufrimiento humano, mientras que hacer una transición a una economía más ecológica beneficiaría a muchas personas y ecosistemas de todo el mundo.
Comencemos con el costo de abordar el cambio climático. Para mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados Celsius —el objetivo del acuerdo climático de París— la sociedad deberá alcanzar la meta de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para mediados de este siglo. Eso requerirá inversiones significativas en cosas como energía renovable, automóviles eléctricos e infraestructura de carga de baterías, sin mencionar los esfuerzos que hay que hacer para adaptarnos a las temperaturas más altas, el aumento del nivel del mar y otros efectos inevitables de los cambios climáticos actuales. Y tendremos que hacer esas modificaciones rápidamente.
Las estimaciones del costo varían mucho. Un estudio reciente reveló que mantener el calentamiento a 2 grados Celsius requeriría una inversión total de entre 4 y 60 billones de dólares, con una estimación promedio de 16 billones de dólares, mientras que mantener el calentamiento a 1,5 grados Celsius podría costar entre 10 y 100 billones de dólares, con una estimación promedio de 30 billones de dólares (para tener una referencia, la totalidad de la economía mundial fue de aproximadamente 88 billones de dólares en 2019). Otros estudios han encontrado que alcanzar el cero neto requerirá de inversiones anuales que van desde menos del 1,5 por ciento del producto interno bruto global hasta un cuatro por ciento. Es bastante, pero está dentro del rango de inversiones históricas energéticas de países como Estados Unidos.
Ahora, consideremos los costos de un cambio climático descontrolado, el cual afectaría más a los más vulnerables. Esto incluye daños a la propiedad y la infraestructura por el aumento del nivel del mar y el tiempo extremo, enfermedades y muertes relacionadas con desastres naturales, contaminación y enfermedades infecciosas, rendimientos agrícolas reducidos y pérdida de productividad laboral debido al incremento de las temperaturas, una menor disponibilidad de agua y mayores costos de energía, la extinción de especies y la destrucción de hábitats. Solomon Hsiang, economista de la Universidad de California, campus Berkeley, lo describe como una “muerte por mil heridas”.
Como resultado, los daños climáticos son difíciles de cuantificar. Moody’s Analytics calcula que incluso 2 grados Celsius de calentamiento le costarán al planeta 69 billones de dólares para 2100, y los economistas esperan que el costo siga aumentando junto con la temperatura. En un estudio reciente, los economistas calcularon que el costo de llegar a 3 grados Celsius de calentamiento (que está en el horizonte con nuestras políticas actuales) equivaldría al 5 por ciento del PIB mundial y 5 grados Celsius, al 10 por ciento. Otra investigación indica que, si continúan las tendencias actuales de calentamiento, el PIB per cápita mundial disminuirá entre un siete y un 23 por ciento para finales de siglo, un golpe económico equivalente a múltiples pandemias de coronavirus cada año. Y algunos temen que estas estimaciones se estén quedando muy cortas.
Ya hay estudios que sugieren que el cambio climático ha recortado los ingresos de los países más pobres hasta en un 30 por ciento y ha reducido la productividad agrícola mundial en un 21 por ciento desde 1961. Los fenómenos meteorológicos extremos también han pasado factura. En 2020, en Estados Unidos, las catástrofes relacionadas con el clima, como huracanes, sequías e incendios forestales, causaron casi 100.000 millones de dólares en daños a empresas, propiedades e infraestructuras, en comparación con una media de 18.000 millones de dólares al año en la década de 1980.
Dado el elevado precio de la inacción, muchos economistas afirman que abordar el cambio climático es un mejor negocio. Es como el viejo dicho: más vale prevenir que lamentar. En este caso, limitar el calentamiento reducirá en gran medida los daños futuros y la desigualdad causada por el cambio climático. También producirá los llamados beneficios colaterales, como salvar un millón de vidas cada año gracias a la reducción de la contaminación atmosférica, y millones más gracias a una dieta más sana y respetuosa con el clima. Algunos estudios incluso consideran que el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París podría crear puestos de trabajo y aumentar el PIB mundial. Y, por supuesto, frenar el cambio climático preservará muchas especies y ecosistemas de los que dependen los seres humanos, y que muchas personas consideran que tienen un valor innato.
El reto es que necesitamos reducir las emisiones ahora para evitar daños en el futuro, lo que requiere grandes inversiones durante las próximas décadas. Y cuanto más nos demoremos, más pagaremos para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Un análisis reciente reveló que llegar al cero neto para 2050 le costaría a Estados Unidos casi el doble si decidiéramos esperar hasta 2030 en vez de actuar ahora. Pero incluso si no alcanzamos el objetivo de París, la economía sigue siendo un argumento sólido a favor de la acción climática, porque cada grado adicional de calentamiento nos costará más, tanto en dólares como en vidas.