En los últimos meses, se ha hablado mucho sobre la posible relocalización de empresas provenientes de China y de otras partes del continente asiático hacia México y otras economías latinoamericanas. Este fenómeno, conocido por su nombre en inglés como nearshoring, presenta oportunidades y retos interesantes para los potenciales países receptores de dichos flujos de inversión.
Las oportunidades son evidentes: según el Banco Interamericano de Desarrollo, estamos hablando de la posibilidad de incrementar las exportaciones latinoamericanas por alrededor de 78 mil millones de dólares en el corto y mediano plazo. Los flujos de inversión extranjera que serían necesarios para materializar estas oportunidades también serían enormes. Tan solo para el caso de México, ya se han realizado anuncios de inversión extranjera en el primer trimestre del año por más de 16 mil millones de dólares. Este monto es apenas ligeramente inferior a las nuevas inversiones extranjeras recibidas en todo 2022, las cuales ascendieron a 17 mil millones de dólares. En ese sentido, es razonable prever un aumento importante en los flujos de inversión extranjera a México en este y en los años por venir.
La llegada de mayores flujos de inversión extranjera representa múltiples oportunidades de desarrollo para las economías receptoras. No solo permite generar mayores alternativas laborales, sino que los empleos en este tipo de empresas suelen ser mejor remunerados y con mejores condiciones laborales. Además, junto con la inversión extranjera, también puede ocurrir una cierta transferencia de tecnología y la posibilidad de integrar a las economías locales a las cadenas globales de valor. Esto puede conllevar a mejoras en la eficiencia productiva, a una mayor diversificación geográfica o sectorial y a abrir nuevos mercados a la exportación.
México está particularmente bien preparado para salir ampliamente beneficiado de este proceso de relocalización de empresas: no solo tenemos una ubicación geográfica privilegiada, sino que también tenemos una amplia red de tratados comerciales con diversas regiones en el mundo. Además de ello, México cuenta con una estabilidad económica, política y social que no pueden ofrecer otros países de la región y con una mano de obra joven, abundante y relativamente bien calificada. Finalmente, la reciente firma de un tratado comercial con nuestros vecinos de Norteamérica implica que no solamente estamos hablando de nearshoring, sino que también de lo que se ha dado en llamar friendshoring o ally-shoring, es decir, que no es solo la cercanía geográfica la que importaría, sino también la coincidencia en intereses y visiones desde una perspectiva regional.
Sin embargo, para que todo esto pueda materializarse, es necesario que los potenciales países receptores realicen lo conducente para que las inversiones realmente ocurran. En el caso específico de México, es claro que se tiene que mejorar la infraestructura de puertos, aeropuertos y carreteras del país. La capacidad de movilizar la producción del interior del país a los puntos de comunicación del comercio internacional es clave. Los puertos deben tener el calado suficiente y una infraestructura logística moderna que permita garantizar el manejo adecuado de todo tipo de productos.
De igual forma, el país tiene que asegurar el abastecimiento de insumos clave para la producción, como la energía eléctrica, el gas y, crecientemente, el agua. En ese sentido, las inversiones públicas o privadas que garanticen la provisión de todos estos insumos serán parte clave de una estrategia exitosa de atracción de inversiones foráneas.
Por supuesto, el avance en el combate a la inseguridad pública también es de fundamental importancia. En varias regiones del país, la inseguridad se traduce en mayores costos para las empresas que deben destinar cuantiosos recursos económicos y humanos para proteger ya sea sus áreas de producción, almacenamiento y distribución o incluso para el traslado de sus mercancías. En el caso de las pequeñas y medianas empresas, la inseguridad pública también está asociada a mayores costos de financiamiento bancario.
Finalmente, México debe demostrar un claro compromiso con los acuerdos comerciales y de inversión en los que participa, así como con los mecanismos de solución de controversias contemplados en ellos. Si bien es normal que entre socios comerciales existan discrepancias o diferencias de opinión sobre algunos temas específicos (como en el caso del subsidio a los autos eléctricos en Estados Unidos o los temas energéticos o de maíz transgénico en México), lo importante aquí es ceñirse a lo establecido en los acuerdos comerciales y dirimir cualquier posible diferencia mediante los mecanismos que han sido aceptados y definidos por todas las partes. Solo así se podrá otorgar la certidumbre necesaria para que las inversiones realmente ocurran.
Estos son algunos de los retos y oportunidades que plantea el nearshoring para México y otros países de la región. Existen además otro tipo de desafíos que nos deben llevar a tratar de no repetir los errores del pasado. Esto, sin embargo, será materia de un artículo posterior.