El revolucionario ruso León Trotski se sentaba frente al cauce del río Churubusco. La imagen que recuerda el ecólogo Luis Zambrano sirve para pensar que los ríos de Ciudad de México, hace no tanto tiempo, fluían por la superficie. “Es muy curioso. Particularmente a los mexicanos, se nos olvida muy pronto en la naturaleza en la que estamos viviendo”, explica.
Entre 1940 y 1950 el Gobierno decidió entubar los cauces por la contaminación que transportaban y para construir sobre ellos grandes avenidas para los coches. Todos. En el debate que llevaron a cabo hace dos semanas los candidatos a gobernar Ciudad de México se propuso recuperar el curso natural del río de la Piedad, hoy viaducto de la Piedad, que cruza la ciudad de oeste a este. Una obra que puede tener un gran impacto ambiental y social para la ciudad, a un precio bastante elevado y que dependerá de la voluntad política de quien esté al mando de la capital.
La mayoría de los ríos de Ciudad de México se entubaron entre los sexenios de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y Miguel Alemán (1946-1952). Una de las razones que esgrimían las administraciones era la de las enfermedades que originaban la contaminación de los caudales, históricos desagües de la ciudad. El motivo principal era otro. Construir encima de ellos las grandes avenidas de Churubusco, la Piedad, Mixcoac y Consulado, entre otras, para favorecer la circulación de más vehículos. Sobre el río de la Piedad se construyó el Viaducto Miguel Alemán. “A la fecha lo ven como un logro de desarrollo”, explica Zambrano.
No todo el mundo ve las grandes planicies de cemento como progreso. En el último debate de los candidatos a gobernar Ciudad de México, dos de ellos propusieron emerger el cauce del río de la Piedad, que comienza en Tacubaya y se une con el Churubusco en Pantitlán, en el oriente de la ciudad. La idea ya llevaba años en la mente del especialista en arquitectura regenerativa Elías Cattan. “Es un problema que nadie ha querido afrontar. Lamentablemente, nadie le da el seguimiento real”, asume.
El reto de sacarlo a la superficie comienza en los límites naturales de la megaurbe. “Tenemos que empezar por honrar el bosque de Agua, trabajar con los ejidos para que puedan tener un buen manejo del bosque, que es la mejor presa”, dice Cattan. Esa agua es la que acaba en los ríos de la ciudad y debe venir en mejores condiciones de las zonas urbanas periféricas. “Nuestra propuesta es casa por casa, calle por calle. Que el agua se trate directamente en los hogares y la bajada de las cañadas ya nos traiga agua limpia a la parte baja de la ciudad”, relata el arquitecto.
Con agua de mejor calidad será el momento de reflotar los ocho kilómetros entubados del río de la Piedad. No es solo sacarlo, también construir a su alrededor zonas verdes, nuevos carriles para las bicicletas y el Metrobús, crear humedales que sirvan para tratar el agua residual y hacer un espacio de ocio alrededor del cauce. “Se llaman calles completas, un proyecto integral para que las vías sean más seguras, regulen mejor los efectos del calor y nos ayuden a fomentar la movilidad alternativa”, explica Cattan.
Sacar el río a la superficie también será un gran paso para aliviar uno de los grandes problemas de la Ciudad de México: la escasez de agua. “Si desentubamos el río Piedad, estamos mejorando la cañada de Tacubaya, la del río Becerra, la Venta, Desierto de los Leones. Lo que tenemos que hacer es tratar el agua residual donde la contaminamos. Al estar tratando nuestros drenajes y reutilizando agua tratada, estamos ahorrando el 40% de usos”, explica el arquitecto.
Si hay algo que frena el proyecto son las reticencias de los conductores y de las administraciones, que crean una demanda inducida al facilitar las vías para el transporte privado. “La gente valora más la prisa que la propia vida. El hecho de que sea un proyecto integral beneficiará a los conductores de coche porque van a tener menos tráfico y a los que van a dejar el coche para usar la bicicleta o el Metrobús”, argumenta el arquitecto. El plan incluiría un tren subterráneo bajo el río de la Piedad que conectaría el aeropuerto con Observatorio, de este a oeste de la ciudad.
El ejemplo internacional de desentubar un río es el Cheonggyecheon, que fluye por Seúl, la capital de Corea del Sur. En 2005 se sacaron a cielo abierto ocho kilómetros del cauce. Los beneficios fueron prácticamente inmediatos. Descenso de las temperaturas, nuevos ecosistemas en plena ciudad, tráfico más rápido, mayor uso del transporte público. “Nunca hay más tráfico cuando quitas carriles. En lo que se redistribuye puede aumentar alrededor de esa zona, pero a la larga se va a distribuir y no va a pasar nada”, explica Zambrano.
¿Y cuánto costaría a los mexicanos? El precio de emerger el río de la Piedad es uno de sus mayores inconvenientes. El proyecto está valorado en unos 17.000 millones de pesos (unos 1.000 millones de dólares), casi un 6% de todo el presupuesto de la Ciudad de México. El otro inconveniente es la voluntad política. “La cuenca es federal, el flujo del río es federal, de un lado del río es un partido, del otro lado otro. Cambian cada tres años. Estos son proyectos que debemos cargar la ciudadanía”, se queja Cattan.
Los expertos discrepan en el tiempo que llevaría hacer el proyecto. Zambrano lo estima en 10 años. Su creador, el arquitecto Cattan, entre tres y seis. El plan sería reproducible en toda la ciudad: “Si se hiciera, lo siguiente que debemos hablar es del río Churubusco y del río Consulado. También podríamos empezar la regeneración de canales con el Gran Canal o el canal Nacional. Lo que queremos es una red metropolitana de calles completas”.