¿Se alinearán los astros en la relación bilateral?

Desde hace 24 años no coincidía la posible elección de un nuevo presidente en Estados Unidos (EEUU) con el de México. Cómo los fenómenos astronómicos, cada 12 años encajan los comicios de los dos países. Pero en 2012, con la reelección de Barack Obama, la relación con Peña Nieto seguía la misma línea que con Calderón por parte de nuestro vecino del norte.

Pero hoy, los ánimos renovados en EEUU pueden tener efectos interesantes en la relación más importante de Norteamérica y una de las más relevantes a nivel mundial. La última vez que esto sucedió fue con Vicente Fox y George W. Bush, y después de un inicio estelar, la relación se vino abajo.

La historia empieza con dos vaqueros, uno de Texas – estado fronterizo y con un alto porcentaje de habitantes mexicanos – y otro de Guanajuato. Ambos venían de quitarse la estrella de “Gobernador”, para ponerse la de “Presidente”. La primera salida internacional del vaquero texano fue a México, bajo una lógica de consolidarse en el sector latino y dispuesto a hablar sobre los temas torales en la agenda bilateral: migración, seguridad, tráfico de drogas y energía.

Para cerrar la analogía vaquera, la gira del mandatario estadounidense comenzó en el rancho de Fox en San Cristóbal, Guanajuato y, ese febrero de 2001, con unos tequilas en mano, la relación no pudo haber empezado mejor. El 5 de septiembre del mismo año, Vicente Fox viajó a Washington y se notó.

En un artículo, Arturo Sarukhan, que en ese momento era parte de la delegación de la Cancillería mexicana, narra que mientras estaban viendo los fuegos artificiales que había organizado Bush para dar la bienvenida a su contraparte, el entonces Senador Joe Biden le dijo: “Man, does this president like you guys!”(¡Hombre, a este presidente sí que le caen bien!). Seis días después sucedió la tragedia que todos conocemos y que fue parteaguas en la relación entre México y EEUU.

Por una parte, la atención del presidente Bush se ubicó por completo en Afganistán y por otro, Fox no fue asertivo en respaldar a los EEUU con alguna declaración durante los siguientes días. Y aunque se logró una cooperación coordinada, resultado de dichos ataques, en temas de seguridad fronteriza, la relación ya no fue la misma.

Hoy nos encontramos ante la posibilidad de un cambio en la relación. La suerte en México ya está echada y ya tenemos un rumbo marcado. Bien sabemos que independientemente del resultado en EEUU, Sheinbaum se enfrentará con temas relevantes para la relación: migración, seguridad, comercio y energía; y, en el marco de los “100 pasos para la transformación”, podemos denotar algunos puntos que abonan a los mismos:

1.     Seguridad fronteriza y cooperación en migración: Desde su periodo como Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ha tratado con caravanas migrantes y sabe los retos que implica el aumento en la migración del Triángulo del Norte y Sudamérica. La presidenta propone fortalecer la seguridad en la frontera sur de México y atender a las causas de la migración, lo que impactará la relación bilateral, particularmente en la gestión de flujos migratorios y el combate al tráfico de personas y drogas. 

2.     Nearshoring y T-MEC: Los compromisos anteriormente mencionados atacan, sin conceder que resuelvan, los temas en los que más se fijan los inversionistas extranjeros para colocar su capital en nuestro país: seguridad, energía y mayor capital humano. Pero esta administración no busca competir directamente con EEUU. Durante el “U.S. Mexico CEO Dialogue 2024”, la presidenta Sheinbaum destacó la complementariedad económica del bloque norteamericano, no la competencia entre un país y otro. En el mismo sentido, mencionó que durante la revisión del T-MEC en 2026, México solo promoverá pocas modificaciones al acuerdo multilateral.

3.     Impulso a energías limpias: Sabemos que durante la administración pasada este fue uno de los huesos difíciles de roer en la relación México-EEUU. La controversia promovida por Canadá y nuestro vecino del norte argumentaba que las políticas energéticas mexicanas favorecían a PEMEX y CFE con respecto a las empresas de los países promoventes. En respuesta la nueva presidenta mexicana se comprometió a avanzar en la transición energética hacia fuentes limpias y renovables respondiendo a los compromisos hechos en el T-MEC.

Como nuestro ya retirado abuelo tabasqueño, Sheinbaum tendrá que moderar su narrativa con respecto a algunos temas, pero sin duda tendrá que velar por que esta relación se conciba como una entre iguales.

Del lado norte de la frontera las cosas se ponen muy parejas entre Kamala y Trump. Un pronóstico publicado por “The Economist” pone a la candidata demócrata en 273 votos electorales contra 265 del republicano, pero por estados como Wisconsin, Michigan y Pensilvania, las cosas pueden cambiar. Dada la incertidumbre, es necesario analizar los dos posibles escenarios, que, a diferencia de la creencia popular, coinciden en temas muy importantes. 

Si Kamala Harris llega a la Casa Blanca, marcaría un hecho histórico tanto para EEUU como para la relación bilateral: dos mujeres liderando las naciones más grandes de Norteamérica. Habiendo marcado este hito, existe otra coincidencia importante para esta relación.

Como vicepresidenta, Harris lidero la implementación de la estrategia “root causes” (causas fundamentales), que, como dice su nombre, ataca las causas de la migración irregular en los países del Triángulo del Norte. El invertir en que los lugares de origen sean más seguros y prósperos, según dicha política, disminuirá el flujo migratorio hacia EEUU.

Resultado que, de manera generosa, encaja perfectamente en la perspectiva de Harris con respecto al T-MEC, la cual se cristalizó durante la votación de dicho tratado en el Senado en 2020. La entonces senadora por California votó en contra de este por no proteger los derechos de los trabajadores estadounidenses. Menos migración implica que habrá más trabajos para nuestros amigos del norte. Proteccionismo altruista, pero altruista.

Ahora, si Donald Trump regresa a la presidencia de EEUU, nos encontraremos de nuevo con el “gran” negociador. Primero, en temas migratorios ha sido muy claro: los migrantes que busquen asilo en EEUU tendrán que hacerlo fuera del este país, principalmente en el nuestro.

De igual manera ha dicho en repetidas ocasiones que, de llegar a la presidencia, tendrá el programa de deportaciones masivas más grande de la historia de EEUU. “Resolviendo” el problema migratorio, pero exponiéndose a diversas violaciones a derechos humanos. Nada nuevo por ahí. Segundo, en temas comerciales, hemos visto el completo desinterés de Trump por negociar a través de mecanismos oficiales.

Lo cual será un interesante reto para el Secretario que llevará la batuta mexicana en el tema, Marcelo Ebrard. Quien tendrá que ser muy hábil en las negociaciones debido a la posición de nuestro país en la relocalización de las cadenas productivas. Capitalizando la guerra comercial entre China y EEUU y desmarcándose de la inversión china en México sin desincentivarla. Sencillo, y más después de todas las amenazas lanzadas por el candidato republicano durante estos últimos meses sobre aranceles, renegociaciones y hasta alusiones personales al Secretario de Economía.

Como podemos observar, en el fondo encontramos pocas diferencias. En consecuencia, la forma recobra valor, y es justo ahí donde pueden venir oportunidades para Norteamérica.

Después de 24 años no sabemos si el 5 de noviembre veremos un cometa o un eclipse solar, pero la diferencia es así de grande. Y, como cuándo suceden este tipo de fenómenos, ahora nos toca ser espectadores. Pero lo que hagamos con la luz o la penumbra, es completamente responsabilidad nuestra.