A pocas semanas del Mundial de Fútbol, uno de los espectáculos deportivos más vistos a nivel mundial, se puede sentir la emoción de los hinchas y de los países participantes en las calles. Este año, el Mundial de la FIFA se llevará a cabo en Qatar, y se estima que alrededor de 5 billones de personas van verlo, superando el récord de 3.5 billones de espectadores en el mundial pasado en Rusia 2018. Además, cabe resaltar que el mundial en Qatar ha sido el más costoso de la historia, con un total de $220 billones de dólares invertidos. A pesar de esta emoción de poder por fin llevar a cabo un evento de tal tamaño después de casi 2 años de distanciamiento social, es importante destacar la elección errónea y corrupta de la FIFA al permitir que Qatar fuera el anfitrión de la competencia.
En el 2010, Qatar fue ‘elegido’ como el país donde se jugaría el mundial después de Rusia en el 2018, convirtiéndolo en el primer país musulmán en la historia en llevar a cabo un mundial de la FIFA. Se estima que el país va a recibir alrededor de 1.5 millones de fans a partir del 20 de noviembre, pero siendo un país con menos de 3 millones de habitantes, se comenzó a cuestionar la capacidad infraestructural del país para alojar a todos los fans. Es por esto que Qatar tuvo que construir 7 estadios con la ayuda de la mano de obra de alrededor de 30.000 inmigrantes, la mayoría proveniente de países del tercer mundo como India, Bangladesh, Nepal y las Filipinas. Las condiciones de trabajo han sido criticadas a nivel global, y un reporte de las embajadas de estos países en Qatar evidenciaron que para febrero del 2021 ya habían muerto 6.500 trabajadores que habían sido contratados para trabajar en la infraestructura del mundial.
A estos problemas se le suman además las características particulares tanto culturales como climáticas. Qatar, al estar situado en el Medio Oriente, sufre de un clima bastante caliente y seco, complicando las condiciones para los jugadores. Con una temperatura de alrededor 40-50 grados centígrados durante los meses de junio y julio, el evento se tuvo que posponer y se jugará por primera vez en la historia en los meses de noviembre y diciembre. Además, como el clima durante estos meses es de igual forma bastante cálido, rondando alrededor de los 25 grados, se tuvo que reducir el tiempo de la competencia a 29 días. Por otro lado, el peso cultural de un régimen musulmán bastante estricto también ha contribuido a cambios extremos en la cultura del mundial.
Qatar tiene una sociedad bastante conservadora con leyes estrictas cuando se trata del comportamiento en público, pues el alcohol está restringido en las áreas públicas, no se puede maldecir y las relaciones homosexuales son consideradas ilegales. Un informe de ‘Human Rights Watch’, una entidad que busca defender los derechos de las personas en más de 100 países, reveló que las fuerzas públicas en Qatar siguen arrestando a los ciudadanos que pertenecen a la comunidad LGBTQ+, e incluso se han visto casos donde estos son forzados a participar en terapias de conversión. De igual forma, las leyes en el país son más restrictivas para las mujeres que para los hombres, y se espera que la mujer se vista de una manera más cubierta de lo que se acostumbra en los países occidentales.
Esta violación a muchos derechos humanos básicos que son protegidos en la mayoría de los países occidentales, junto con todas las excepciones a cambios extraordinarios por parte de la FIFA, ha llevado a que muchos se cuestionen: ¿por qué se eligió Qatar como sede?, y después de una investigación de más de 2 años, se descartó la acusación de que Qatar había sobornado a la FIFA con un monto de 3.7 millones de dólares. Sin embargo, el mundial de Qatar ha sido uno de los eventos que ha contribuido a lo que se conoce como el “sportswashing”, una palabra de origen anglosajona que se usa para describir el uso del deporte para mejorar la reputación de un país. No es la primera vez que un país usa un evento deportivo como cortina de humo para tapar sus malas acciones, pero es preocupante que organizaciones mundiales permitan que esto siga sucediendo.
El deporte es un fenómeno que unifica países, pues muchas personas dejan a un lado sus diferencias para alentar a su equipo. Pero es poco responsable pensar en una sociedad ignorando los aspectos sociales y políticos que la caracterizan, y pretender que está bien celebrar un evento deportivo masivo en un país donde se violan derechos humanos básicos. Tristemente, el mundo ha estado experimentando una tendencia de desarrollo de eventos de deporte global en regímenes autoritarios, dejando a un lado la legitimidad de estos países y las graves circunstancias bajo las que sus ciudadanos viven su día a día. Un ejemplo, además del mundial en Qatar, fueron los catastróficos Juegos Olímpicos de invierno en China en el 2022 y el mundial de Rusia en el 2018. Muchos critican que llevar a cabo un evento así de masivo y que obtiene tanta atención en países con problemas políticos termina distrayendo e interrumpiendo las discusiones importantes, pues el mundo se centra en por ejemplo el éxito de la Copa del Mundo.
Pero cabe resaltar que no se tiene que ir tan lejos ni organizar un evento masivo para participar en dicho sportswashing, pues políticos, individuos y compañías también lo practican a través de patrocinio corporativo y la compra de equipos deportivos. Un caso famoso es el de Silvio Berlusconi, un político italiano que se convirtió en el primer ministro del país en 1994, y muchos opositores opinan que esto se debió a la popularidad que adquirió debido a su equipo, el A.C. Milán de la Serie A, del cual tenía el 98% de las acciones hasta el 2017. Una vez en el poder, propuso y aprobó leyes a favor de su propio negocio como la ley salva-calcio en 2003 que permitió al A.C. Milán aliviar una deuda de 242 millones de euros. Otro caso un poco menos conocido fue el del acuerdo de patrocinio de la aerolínea Royal Brunei Airlines con AFL Europe en el 2014, el cual se consolidó incluso a pesar de que varios grupos de derechos humanos salieran a protestar en contra debido a la situación actual de Brunei.
Europa es un continente que dice proteger los derechos humanos y se enorgullece de ser el centro de la democracia, pero prefiere mirar a un lado cuando se trata de estos espectáculos. Respuestas adecuadas a este sportswashing como un boicot no son implementadas, y aunque equipos como Inglaterra van a usar una camisa especial durante el mundial de Qatar para mostrar su apoyo a la comunidad LGBTQ+, no son suficientes para el problema que está creciendo de manera exponencial. Un caso temprano de sportswashing fueron los Juegos Olímpicos de 1936 en Alemania durante la época del holocausto y el régimen Nazista, y el hecho de que casi 100 años después el mundo siga ignorando los regímenes autoritarios y otorgándoles privilegios para organizar eventos es realmente preocupante. ¿Seremos una sociedad sin memoria ni empatía? ¿O la corrupción ha llegado a tales niveles que nos parece imposible pelear contra este fenómeno?