Hubo una época de mi vida que se basó en viajar ida y vuelta entre Ciudad de México y Roma. Cada dos, tres meses subía a un avión y cruzaba el Atlántico para aterrizar, por lo general en horarios poco convenientes, en Fiumicino. Entre las costumbres que adquirí con los años, un gesto simbólico que decidí marcaba mi llegada a Italia, estuvo la de tomar un tren desde el aeropuerto hacia Roma Termini y beber un café al banco en un cafetín que quedaba –y todavía queda según pude corroborar en mi último viaje hace un par de meses– en la esquina de la estación.
Lo que era solo una divertida tradición terminó por convertirse en una maldición. Cuando mi temporada itinerante llegó a su fin, pasé muchos años persiguiendo la sensación de ese café en otras geografías. En algún punto, el cansancio me venció.
La respuesta llegaría tarde aunque ciertamente en forma de taza. Fue en una cena con amigos donde probé Nespresso por primera vez y recuperé, salvando la distancia kilométrica y la ausencia de gritos decididamente italianos de fondo, algo de aquella sensación. Desde aquel día, inicio cada mañana con un café de mi máquina Nespresso.
Por fuera del gran impacto que tuvo sobre mi rutina de café, Nespresso también modificó mis hábitos de viaje y esto, además de privarme de un terrible jet lag, también le ahorró a la atmósfera aproximadamente 285 gramos de CO2 por kilómetro entre Ciudad de México y Roma cada tres meses. Es decir, casi 12 toneladas por año.
Si bien es probable que Nespresso no sepa hasta este instante, en el que algún encargado de relaciones públicas lea este artículo y se pregunte: ¿estará bien la persona que escribe?, el enorme impacto en el medioambiente que tuvo su aparición en mi vida, lo que sí tiene perfectamente claro es todo lo que la compañía hace por generar un impacto positivo en el planeta y en su comunidad.
Para empezar, a través del reciclaje de las cápsulas de aluminio, Nespresso ahorra un 94% del costo energético de la producción del metal. Este material reciclado es, a su vez, utilizado en la fabricación de nuevas cápsulas o de otro tipo de objetos metálicos mientras que el café ya utilizado se convierte en composta natural y, así, se cierra el círculo.
En cuanto a su cadena de suministro, Nespresso está comprometida con lograr un impacto social en las comunidades agrícolas encargadas de producir el café que consumimos. Ubicadas en el Cinturón Verde de Café, una franja que va del trópico de Cáncer al de Capricornio, la región de Aguadas en Colombia, el Congo en África y la comarca Ixhuateca de Veracruz, entre otras, se benefician de su vínculo con Nespresso gracias a su asociación con el programas Reviving Origins y su alianza con Rainforest Alliance, AAA, que trabaja en el encuentro entre los negocios, la agricultura y los bosques.
Además de aportar al crecimiento de la economía mexicana llevando café local al mundo, Nespresso se ha encargado de traer el café del mundo a los hogares mexicanos. Desde Italia a Indonesia, un viaje sensorial se encuentra ahora al alcance de los dedos. Y si con eso no basta, tiene que ser el sabor de tomar un café hecho con responsabilidad y compromiso el que lo convenza. Y si aún así no me cree, vaya y pruébelo usted mismo en la nueva boutique in box de Nespresso en el centro comercial Antea de Querétaro.