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¿Venceremos al coronavirus con ‘refuerzos eternos’?

Hace un año, se pensaba que solo dos dosis de una vacuna para la COVID-19 —o incluso una, en el caso de la formulación de Johnson & Johnson— ofrecían suficiente protección contra el coronavirus.

Ahora, ante la variante ómicron, extraordinariamente contagiosa, Israel ha empezado a ofrecer una cuarta dosis a algunos grupos de alto riesgo. El miércoles, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades ampliaron la posibilidad de recibir refuerzos a los adolescentes y dejaron de describir a las personas como “con esquema de vacunación completo” porque dos dosis ya no parecen suficientes.

En su lugar, el estatus de vacunación será ahora “al día”, o no. No es de extrañar que muchos estadounidenses se pregunten: ¿dónde acaba esto?, ¿debemos arremangarnos para recibir vacunas de refuerzo cada pocos meses?

Aleccionados en repetidas ocasiones por un virus que ha desafiado las expectativas, los científicos se resisten a predecir el futuro. Pero en varias entrevistas la semana pasada, cerca de una docena de ellos afirmaron que, pase lo que pase, tratar de que toda la población se aplique dosis de refuerzo de nuevo después de algunos meses no es realista. Tampoco tiene mucho sentido desde el punto de vista científico.

“No es una locura eso de administrar vacunas de forma periódica, pero creo que hay mejores formas que aplicar refuerzos cada seis meses”, dijo Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Universidad de Yale. Otras estrategias, dijo, podrían “sacarnos de este tipo de situación de refuerzos eternos”.

Para empezar, convencer a la población de que acuda a hacer filas para recibir dosis de refuerzo después de algunos meses es una propuesta fallida. Cerca del 73 por ciento de los adultos estadounidenses cuentan con el esquema completo de vacunación, pero hasta ahora apenas poco más de un tercio de ellos ha decidido aplicarse una dosis de refuerzo.

“Sin duda, esta no parece ser una estrategia sostenible a largo plazo”, dijo Deepta Bhattacharya, inmunólogo de la Universidad de Arizona.

Además, igual de importante es el hecho de que no existen datos que respalden la efectividad de una cuarta dosis de las vacunas actuales (el cálculo es diferente para las personas con un sistema inmunitario comprometido, quienes sí podrían beneficiarse de una cuarta dosis).

No cabe duda de que las vacunas de refuerzo aumentan los niveles de anticuerpos y ayudan a prevenir la infección y, en consecuencia, pueden aliviar la presión sobre el sistema de salud al frenar temporalmente la propagación del virus. Todos los expertos afirmaron que, dada la oleada de la variante ómicron, los estadounidenses deberían recibir una tercera dosis lo antes posible.

Pero el refuerzo de la inmunidad es transitorio; los estudios preliminares ya muestran un descenso de los niveles de anticuerpos apenas unas semanas después de una tercera dosis. E incluso en los niveles máximos de anticuerpos, el refuerzo no previene uniformemente la infección por la variante ómicron, que es menos vulnerable a las defensas inmunitarias del organismo.

“Incluso con esa cantidad de anticuerpos, es muy difícil detener el virus durante mucho tiempo”, afirma Shane Crotty, virólogo del Instituto de Inmunología de La Jolla, en California. “Es una vara mucho más alta ahora que antes, y quizá una vacuna específica para ómicron haría un mejor trabajo”.

Pfizer-BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson han dicho que están probando vacunas dirigidas a la variante ómicron que podrían estar disponibles en unos pocos meses.

“No tiene sentido seguir reforzando contra una variante que ya se desvaneció”, dijo Ali Ellebedy, inmunólogo de la Universidad de Washington, campus San Luis. “Si te vas a aplicar una dosis adicional después de tres, yo sin duda esperaría a una especializada en la variante ómicron”.

Si el objetivo es reforzar la inmunidad contra la ómicron o variantes futuras, los expertos afirman que existen otras tácticas que serían más efectivas que aplicarse continuamente dosis de refuerzo de una vacuna diseñada para reconocer el virus original.

Algunos equipos de investigación están desarrollando una vacuna apodada “pancoronavirus” diseñada para atacar partes del virus que no cambian o lo hacen de forma muy lenta.

Las vacunas actuales podrían combinarse con refuerzos de vacunas nasales u orales, que son más efectivas en la prevención de infecciones porque recubren la nariz y otras superficies mucosas —los puntos de entrada del virus— con anticuerpos.

Además, el simple hecho de permitir que pase más tiempo entre las dosis de la vacuna también podría fortalecer la inmunidad. Esta es una lección que los científicos aprendieron en diversas luchas contra otros patógenos.

Muchos expertos se opusieron inicialmente a la idea de una dosis de refuerzo. Algunos creían que los regímenes de vacuna originales eran suficientes para mantener a la mayoría de la población lejos de los hospitales y que esto debía ser la verdadera medida del éxito de una vacuna.

Otros sentían que era injusto que los países ricos acapararan la vacuna para dosis de refuerzo cuando millones de personas en todo el mundo todavía no habían recibido su primera dosis.

Pero la perspectiva cambió cuando los científicos vieron la rápida e implacable marcha de la variante ómicron por todo el mundo. “La ómicron realmente cambió mi opinión al respecto”, dijo Scott Hensley, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania.

Él y otros apoyan ahora una tercera dosis. Pero ven poca utilidad en seguir el camino de Israel y desplegar una cuarta, argumentando que otras partes del sistema inmunitario —como los linfocitos T y los linfocitos B— se mantienen firmes contra el virus después de tres dosis, y quizás incluso después de dos.

Si bien estas células inmunitarias no pueden prevenir la infección, sí alivian la gravedad de los síntomas y mantienen bajas las hospitalizaciones.

“A las personas que están vacunadas en realidad les está yendo muy bien en cuanto a evitar hospitalizaciones”, dijo Michel Nussenzweig, inmunólogo de la Universidad Rockefeller en Nueva York. La ómicron ha dejado en claro que prevenir todas las infecciones es una causa perdida, agregó.

Si las vacunas previnieran la infección y la propagación del virus, los refuerzos regulares podrían tener sentido. “Pero con la existencia de la ómicron, ¿cuál es el punto?”, dijo Nussenzweig. “Lo fundamental aquí es evitar que la gente requiera hospitalización”.

El otoño pasado, Anthony Fauci, el principal asesor sobre la pandemia en Estados Unidos, habló repetidas veces sobre la importancia de prevenir las infecciones sintomáticas. Pero en los últimos días, también ha comenzado a afirmar que lo fundamental es evitar las hospitalizaciones.

Para prevenir infecciones, las dosis de refuerzo deben tener una sincronización casi perfecta con la circulación de una variante en la población. Por ejemplo, muchas personas que recibieron una tercera dosis a principios de otoño, quedaron vulnerables a la ómicron porque el refuerzo inmunológico ya había disminuido.

Por lo general, a las personas se les recomienda vacunarse contra la influenza justo antes de que el virus comience a circular durante el invierno. Si el coronavirus termina asentándose en un patrón estacional similar al de una gripe, algo bastante posible, “podríamos imaginar un escenario en el que simplemente apliquemos refuerzos antes del invierno cada año”, dijo Hensley.

Las lecciones de la temporada de gripe también sugieren que es poco probable que la vacunación frecuente sea útil. Vacunar contra la gripe dos veces al año “tiene un rendimiento decreciente, por lo que puede no tener sentido vacunar con tanta frecuencia”, dijo Ben Cowling, epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong. “Para las dosis iniciales que la gente recibe las respuestas son cada vez mejores, pero luego hay un punto de inflexión”.

“Creo que será difícil conseguir una alta aceptación con vacunaciones más frecuentes”, añadió.

Algunos expertos han expresado su preocupación de que recibir refuerzos con demasiada frecuencia —como lo hacen algunas personas por su propia cuenta— podría incluso llegar a ser perjudicial. En teoría, hay dos formas en las que podría ser contraproducente.

Actualmente, la mayoría de los inmunólogos descartan como improbable la primera posibilidad, en la que el sistema inmunitario se agota por la estimulación reiterada —una condición llamada anergia— y deja de responder a las vacunas contra el coronavirus. “En realidad no estamos detectando la presencia de estas extrañas células de memoria que son indicativas de anergia o disfunción”, dijo Bhattacharya.

La segunda preocupación, llamada “pecado antigénico original”, parece más plausible. Desde este punto de vista, la respuesta del sistema inmunitario se adapta a la primera versión del virus, por lo que sus respuestas a las variantes posteriores son mucho menos potentes.

Con más de 50 mutaciones, la ómicron es lo suficientemente diferente de las variantes previas como para que los anticuerpos fabricados para la versión original tengan dificultades para reconocer a la versión más reciente.

“Tenemos suficientes pistas de que podría ser un problema”, dijo Amy Sherman, experta en vacunas de la Universidad de Harvard. “Sin duda, hemos visto una evolución en un corto periodo”.

La rápida evolución del virus se produce en gran parte porque tiene acceso a un gran número de huéspedes humanos. Si los casos siguen acumulándose al ritmo actual, o algo parecido, el virus puede seguir acumulando cambios importantes, lo que significa que las vacunas podrían tener que actualizarse periódicamente.

Pero si la pandemia se ralentiza en la mayor parte del mundo, puede limitar las oportunidades de que el virus surja en una forma radicalmente diferente. Y ese es un argumento para ayudar a otros países a inmunizar a sus poblaciones en lugar de reforzar la nuestra, dijo Hensley.

Los estadounidenses también estarían mejor servidos si adoptaran estrategias distintas a las vacunas para controlar la propagación del virus, dijeron algunos expertos. En el caso del neumococo, por ejemplo, inmunizar a los niños protege indirectamente a los adultos mayores al limitar la transmisión.

Mejorar la ventilación en las escuelas limitaría la propagación del coronavirus entre los niños y todos sus contactos, dijo Sarah Cobey, bióloga evolutiva de la Universidad de Chicago.

“Si volvemos a la situación anterior a la pandemia y no realizamos ningún tipo de cambio duradero en las escuelas, los niños podrían estar provocando proporcionalmente una gran cantidad de transmisiones”, afirmó.

Para que Estados Unidos adopte cualquier estrategia, ya sean refuerzos periódicos u otros enfoques, el gobierno de Joe Biden debe definir primero lo que está tratando de lograr, dijeron los expertos.

La prevención de las infecciones requeriría un enfoque muy diferente al de la prevención de las hospitalizaciones, por ejemplo.

“Vamos rápido a algún sitio, pero no sabemos a dónde vamos”, dijo Natalie Dean, bioestadística de la Universidad de Emory en Atlanta. “Sea cual sea el futuro, hay que tener claro cuál es el objetivo”.