Vientos peligrosos desde la derecha en Europa, el caso de España y Alemania

La retórica anti-migratoria, separatista, anti-derechos, de partidos de  ultraderecha está encontrando oídos dispuestos en diversos nichos. Su  presencia en el ambiente político es ya usual, y con un esparcido ataque,  ningún país está libre de la creciente amenaza que estos representan. En  esta miniserie de artículos explicamos cómo las potencias europeas  enfrentan a crecientes coaliciones populistas de ultraderecha y sus  distintivas ofensas democráticas.

Los pesares que históricamente sirven de tierra fértil para el populismo,  corrupción y autoritarismo en Latinoamérica no siempre han tenido el mismo  fruto en Europa. Las bases democráticas más sólidas en el continente europeo  representan una resistencia de mayor fuerza y coordinación ante caudillos  emergentes y sus intenciones de mercantilizar las necesidades e injusticias de  la gente. Sin embargo, Europa no es inmune, y su fuerza en unión ya presenta  grietas importantes ante las presiones que la pandemia, crisis económicas,  altos índices de migración y una reducida influencia de la Unión Europea en la  esfera global han generado. 

La retórica anti-migratoria, separatista, anti-derechos, de partidos de  ultraderecha está encontrando oídos dispuestos en diversos nichos. Su  presencia en el ambiente político es ya usual, y con un esparcido ataque, 

ningún país está libre de la creciente amenaza que estos representan. En esta  miniserie de artículos explicamos cómo las potencias europeas enfrentan a  crecientes coaliciones populistas de ultraderecha y sus distintivas ofensas  democráticas. 

España: 

En España, el máximo exponente de la extrema derecha es Vox. El nacimiento  reciente de este partido a finales del 2013 y su exponencial incremento en  relevancia en los últimos años demuestra lo idóneo del ambiente político  español para la discriminación migratoria, de minorías y violaciones  democráticas en la última década. Vox se ha convertido en una constante  fuente de titulares, polémicas, enfrentamientos, y protagonista de las  campañas electorales más importantes. 

No es un partido conservador de derecha más como usualmente pretenden  identificarse. Sus posturas van alineadas a un populismo temerario más que a  una economía de mercado. 

El partido surgió hace ocho años como causa del divorcio de la derecha  conservadora clásica, propulsado por el descontento entre algunos de sus  afiliados en torno a la dirección que estaba tomando. En sus indicios, su  manifiesto fundacional se limitaba a exponer promesas que no difieren mucho  del partido del que surgen: establecer un poder judicial independiente,  promover la cultura de la vida y la familia, abogar por la unidad territorial de  España ante los movimientos independentistas de algunas de las  Comunidades Autónomas. Sin embargo, a medida que pasan los años se  observa una radicalización importante en su discurso, acercándose, y luego ya  convirtiéndose por completo en una formación perteneciente a la corriente de  la derecha populista europea. Así, comenzaron a introducir a la inmigración  como un problema urgente e importante. 

Poco a poco, fueron añadiendo los demás ingredientes necesarios para  convertirse en una receta perfecta de partido de ultraderecha: antifeminismo,  islamofobia, rechazo al aborto, propuestas económicas ultraliberales,  reivindicación de los valores tradicionales por encima de cualquier posible  evolución. 

Nos encontramos, entonces, con un partido ultranacionalista, que reacciona y  se revuelve contra los cambios culturales con fiereza, y que es sobre todo  conocido por su nativismo y autoritarismo. Entre otras cosas, pretenden  ilegalizar todo partido, asociación u ONG que busque acabar con la definición  que ellos tienen de unidad en España, la retirada del país de todo migrante  indocumentado, y la suspensión del Estado de Autonomías, con lo que  conseguirían una España totalmente centralizada en la que absolutamente 

todas las decisiones se tomarían desde la capital, negando el carácter de  nación histórica de alguna de las Comunidades Autónomas. 

El debate de la inmigración es uno de sus predilectos y con los que siempre  intentan exaltar más a la opinión pública. Esto se ha podido ver a la perfección  en las pasadas elecciones en la Comunidad de Madrid, en las que empapelaron  todos los accesos a metros y cercanías con carteles en los que se decía: “Un  Mena: 4.700 euros al mes. Tu abuela: 426 euros de pensión al mes”. “Mena” es  como se conoce a los menores de edad no acompañados que entran en el país  totalmente solos, la mayoría procedentes de África, y que reciben varias  ayudas del Estado para su desarrollo e integración. Aquí, sin embargo, hacen  una comparación bastante tergiversada y malintencionada para hacer creer  que son los culpables de que las personas mayores estén sufriendo recortes en  sus pensiones. 

El partido no sólo ejemplifica a la ola de movimientos autoritarios populistas  que se están desarrollando con fuerza en el Este europeo, sino que también  busca alianzas más allá de Europa. Hace pocos meses, figuras prominentes de  Vox viajaron a Sudamérica, donde tuvieron encuentros con políticos  latinoamericanos con los que discutieron “cómo frenar el avance del  comunismo en la Iberosfera”. Asimismo, impulsaron un documento conocido  como “Carta de Madrid” en el que hablaban de esos mismos objetivos y de  defender la libertad. Esta declaración de principios ha sido firmada, entre  otras personalidades, por el hijo de Bolsonaro, actual presidente brasileño,  Arturo Murillo, ex-jefe de gabinete del gobierno boliviano, y Roger Noriega,  republicano estadounidense. 

El preocupante ascenso de Vox no termina ahí, puesto que se puede incluso  considerar que la formación encabeza la tendencia de crecimiento de la  ultraderecha en el occidente europeo. Tanto es así, que en vista a las leyes en  contra de la comunidad LGBT que se están aprobando en esos países,  desencadenando una verdadera batalla entre dos facciones que representan  valores muy distintos dentro de la Unión Europea, Vox dedica la mayoría de  su tiempo a lanzar apoyo a esas leyes, pidiendo el regreso de no sólo los  valores de la familia tradicional como únicos concebibles, sino también del  Estado-Nación alejado de la entidad de la Unión. Hoy en día, se puede  considerar que se trata incluso del único partido euroescéptico que existe en  España. 

Esto es alarmante en vista al enorme crecimiento que ha experimentado en las  encuestas; cuando surgió, hace ocho años, no lo votó ningún porcentaje  considerable que pudiera tenerse en cuenta, y la mayoría del país ni siquiera  sabía de su existencia. En las últimas elecciones generales, se ha convertido en  la tercera fuerza política más importante de España.

Además, es ahora un aliado clave para que las otras distintas fuerzas de  derecha puedan acceder al poder en las diversas elecciones que se han ido  celebrando desde entonces, apuntalando su relevancia en el sistema. 

Alemania: 

En el compás democrático del continente europeo, hace años el máximo  exponente del crecimiento de la ultraderecha era Pegida, que surgió hace siete  años como un movimiento político alemán, nacionalista, que se posicionaba  en contra de la islamización de Europa. Sin embargo, poco queda ya de ese  movimiento, su relevo lo ha tomado el partido Alternativa para Alemania, AfD  por sus siglas en alemán. 

Esta formación está liderada por Tino Chrupalla y Alice Weidel, miembros del  ala más radical del partido. Fueron elegidos para disputar la campaña  electoral en las elecciones generales de este año. Al igual que Vox en España,  AfD intenta evitar ser catalogado con una ideología ultraderechista, sin  embargo, sus acciones gritan lo contrario (un ex-miembro importante del partido, Christian Lueth, llegó a decir que los migrantes que llegasen a  Alemania podrían ser fusilados o gaseados). No es sorpresa que Chrupalla y  Weidel hayan sido los ganadores, porque, pese a sus opiniones extremas, los  dos tienen una fachada amable que los acerca al electorado; Chrupalla es  pintor y propietario de una empresa familiar, por lo que lo consideran un  ciudadano común alejado de las élites políticas tan distanciadas de la realidad  que usualmente representan a los partidos liberales en Europa, y Weidel, una  mujer homosexual que tiene dos hijos, es una académica con experiencia en la  banca internacional, por lo que atrae a la clase media o alta descontenta con  los partidos tradicionales. 

Ambos son firmes críticos de las políticas ecológicas y de transformación de la  matriz energética del gobierno actual, están en contra de las medidas que se  han ido imponiendo en este año y medio de pandemia, ya que las consideran  exageradas y un peligro por su capacidad para llevar a la bancarrota a cientos  de industrias y dejar desempleados a miles de personas; ante estas  necesidades latentes del pueblo, ellos se autoproclaman como la única  alternativa que les devolverá sus vidas como lo eran antes. 

Detrás de esta cara amable se esconde una realidad mucho más aterradora.  Hace un año, la agrupación más radical del partido, conocida como Der Flügel  (El Ala), fue declarada como extrema por la Oficina para la Protección de la  Constitución alemana. Ahora, el marzo pasado, fue el partido completo el que  pasó a tener esa calificación, lo que lo hace más que sospechoso de ir en contra  de los principios democráticos. Esto ha hecho que los pusieran bajo vigilancia  del servicio de inteligencia alemán, convirtiéndose en la primera formación  política a la que le ocurre esto desde la Segunda Guerra Mundial y la época  nazi.

Alemania, dado sus fantasmas del pasado, no da rodeos cuando se trata de  investigar una posible deriva de ultraderecha. Y esa es exactamente la base  principal que las autoridades han dado para justificar la investigación: los  

discursos abiertamente xenófobos de la formación. Han llegado a recopilar, en  un informe de casi 1.000 páginas, numerosas intervenciones en público y en  medios de comunicación que pueden calificarse de anti-inmigración, lo que  lleva a afirmar que existen “pruebas contundentes y tangibles suficientes” que  demuestran “una actividad extremista” por parte de este partido relativamente  nuevo que, precisamente, ganó popularidad en 2017 cuando la canciller  Angela Merkel se comprometió a acoger a más de un millón de inmigrantes en  el país, lo que enfadó mucho a una parte importante del electorado alemán. 

Merkel lleva dieciséis años siendo una figura de conciliación y unión en  Alemania y Europa en general. Qué actualmente gobierne en una coalición  entre su partido y otro de derecha es prueba de ello. Le ha dado estabilidad al  país, siendo reelegida elección tras elección, que ahora, con su retirada de la  política en septiembre en vista de los nuevos comicios generales, a los que no  se presenta por primera vez en más de una década, deja una especie de  preocupación y anticipación en el país germano por ver quién ocupará ese  vacío de poder. Ante esta oportunidad, AfD acecha y amenaza con extinguir la  antorcha democrática que representa Alemania para Europa.