Vientos peligrosos desde la derecha en Europa, el caso de Francia e Italia

Los pesares que históricamente sirven de tierra fértil para el populismo, corrupción  y autoritarismo en Latinoamérica no siempre han tenido el mismo fruto en Europa.  Las bases democráticas más sólidas en el continente europeo representan una  resistencia de mayor fuerza y coordinación ante caudillos emergentes y sus  intenciones de mercantilizar las necesidades e injusticias de la gente. Sin embargo,  Europa no es inmune, y su fuerza en unión ya presenta grietas importantes ante las  presiones que la pandemia, crisis económicas, altos índices de migración y una  reducida influencia de la Unión Europea en la esfera global han generado. 

La retórica anti-migratoria, separatista, anti-derechos de partidos de ultraderecha  está encontrando oídos dispuestos en diversos nichos. Su presencia en el ambiente  político no es sorpresa, pero con un esparcido ataque, ningún país está libre de la  creciente amenaza que estos representan. En esta miniserie de artículos explicamos 

cómo las potencias europeas enfrentan a crecientes coaliciones populistas de  ultraderecha y sus representativas ofensas democráticas. 

Francia e Italia son otras potencias europeas que al igual que España y Alemania, son  unos ejemplos importantes de cómo esta postura política fluctúa en el continente y  cambia con los años. 

Francia: 

Francia es una de las potencias donde la extrema derecha tiene la presencia más  longeva y reconocible, su representación se resume en un apellido… Le Pen. El  partido Frente Nacional se creó en 1972 contando con Jean-Marie Le Pen como  presidente, cargo que ocupó hasta 2011, su hija Marine lo sucedió desde allí. Esta  organización familiar ultraderechista con astucia ha sabido mantenerse a lo largo de  las décadas como la cabeza de este espectro ideológico en Francia. 

En los primeros años, Le Pen era el representante, con su estilo fanfarrón, de una  derecha autoritaria que, sin embargo, siempre tuvo cuidado de respetar la legalidad  para evitar problemas. Al principio, en tiempos de la Guerra Fría, las principales  preocupaciones de esta formación eran la amenaza del socialismo, pérdida de  colonias tras los procesos desencadenados con el fin de la Segunda Guerra Mundial,  y una popularidad cada vez más grande de la izquierda francesa. No obstante, pese  a su obstinación, tampoco fueron muy reconocidos; durante mucho tiempo no  consiguieron resultados electorales relevantes, y hubo una racha de diez años en la  que no llegaron al 1% de los votos en ningún comicio. 

Aun así, el Frente Nacional fue adaptándose a las distintas épocas y modas, y empezó  a entonar un discurso anti-inmigración que, pese a lo que pueda sorprender, estaba  desprovisto de una envoltura racial. En teoría, la formación de extrema derecha  rechazaba a los trabajadores extranjeros no por el color de su piel o su religión, sino  porque les quitaban puestos a los franceses. Pero esto era todavía muy al principio.  Más adelante, el partido puede ser ya reconocido entre dos ejes: el populismo de  protesta y el nacional populismo o, como también es conocido, populismo de la  identidad. El primero se refiere a una versión más clásica: la denuncia del sistema  desde una perspectiva de los de “abajo” contra los de “arriba”. 

El segundo, en cambio, introduce dos ejes nuevos: es la denuncia del sistema desde  una perspectiva de los de “dentro” contra los de “fuera”. Los que se consideran  franceses contra los que no cumplen con los requisitos a criterio de ellos,  cualesquiera que sean, para poder ser aceptados como naturales de Francia.

Estas dos corrientes parecen haberse unido ahora en la figura de Marine Le Pen, la  actual presidenta, que se está esforzando por des-demonizar la impresión que sus  compatriotas tienen de la formación que lidera. Así, por ejemplo, en lugar de ser  abiertamente racista o islamófoba, asegura que se limita a defender la laicidad que  debe caracterizar a Francia. Aunque pueda dar la sensación de que se trata de un  truco barato, no deja de ser efectivo, ya que logró llegar a la segunda vuelta en las  elecciones presidenciales que se celebraron en mayo de 2017, siendo derrotada en  esa instancia. Sus eventuales deslices en palabras y actos dejan ver la verdadera  ideología que tiene detrás. No hace mucho Marine Le Pen fue juzgada por incitación  al odio debido a que twitteó, en mitad de una pelea con un periodista francés que  acusó a su partido de ser el equivalente al Daesh en Francia, tres fotografías de  asesinatos cometidos por el grupo terrorista junto al mensaje: “Esto es lo que es el  Daesh”. Controversialmente este año ha sido absuelta de todos los cargos. 

La Oficina dedicada a la lucha contra la corrupción en Francia la ha acusado de  malversación de fondos públicos europeos y fraude en banda organizada, ya que  supuestamente se ha apropiado de 6,8 millones de euros que en realidad estaban  destinados a trabajos parlamentarios y que ella y su padre, a través de un sistema de  financiación ilegal, han estado desviando para beneficio de su partido político. 

Cabe destacar también algunas salidas de tono, como la ocasión en la que felicitó que  ganara la opción de salir de la Unión Europea en el referéndum británico de 2016 que  inició el proceso conocido después como Brexit, y que ella calificó como “victoria de  la libertad” para después pedir un referéndum similar en Francia. 

En los comicios regionales que se han celebrado en mayo de 2021, el Frente Nacional  no ha alcanzado los resultados esperados y ha sido incapaz de conquistar ninguna  región, lo que sin duda ha disminuido sus perspectivas de cara a las elecciones  presidenciales que tendrán lugar el año que viene. 

Italia: 

Continuando con Italia, país del sur europeo que luchó en la Segunda Guerra Mundial  junto con Alemania y que sufrió la dictadura fascista de Benito Mussolini, vivió con  intensidad un renacimiento de la ultraderecha hace tres años, cuando en mayo de  2018 Matteo Salvini, el líder del partido de extrema derecha conocido como la Liga,  se convirtió en vicepresidente y ministro del interior. 

La formación, que en su origen se alzó con el nombre de Liga Norte, nació como  movimiento nacionalista reivindicando el norte rico italiano frente a las regiones  empobrecidas del sur, pero rápidamente supo evolucionar y transformarse en algo 

con más alcance y pasó a convertirse en un partido radical, anti-inmigración y anti Europa que llegó a poner a la Unión contra las cuerdas en más de una ocasión. De esta manera, Matteo Salvini accedió al poder entre amenazas de deportar a más  de 500.000 migrantes, de abandonar la moneda única europea, el euro, y de acercar  la política italiana más a la rusa, lo que por supuesto suponía un grave problema para  las autoridades europeas. 

Así comenzó entonces su ascensión fulgurante hacia una popularidad sin  precedentes en el país transalpino. De liderar un simple partido regional, Salvini  consiguió llevar a la Liga a las más altas esferas, convirtiéndose en 2019 en el partido  más popular de toda Italia. El político continuó con sus salidas de tono, utilizando  duras palabras en referencia a los inmigrantes, a quienes reprochó solo llevar  enfermedades y un aumento del crimen a su nación. Además, se convirtió en el gran  adalid de otros políticos de ultraderecha de talla mundial como Donald Trump o Jair  Bolsonaro, a quien felicitó públicamente cuando ganó las elecciones escribiendo un  tweet en el que hablaba de cómo se fortalecería la amistad entre ambos países ahora  que iba a ser presidente. 

Entre otros escándalos más, podemos hablar de su política de puertos cerrados en  lo referente a la inmigración, con lo que se refiere a abstenerse de acoger a los barcos  que transportan inmigrantes o que estén en peligro de naufragio, lo que viola un  deber constitucional y la ley internacional. Existe, incluso, un caso en el que bloqueó  el desembarco de inmigrantes en Italia por el que ha estado a punto de ir a juicio dos  veces. 

Además, justo como su compañera francesa, Salvini ha pedido un referéndum en  Italia sobre su salida de la Unión Europea. Las declaraciones se dieron en pleno  comienzo de la pandemia de coronavirus en abril del año pasado, un momento en el  que Salvini sentía que desde Bruselas y Berlín se estaba humillando a Italia debido a  su actitud egoísta y lejana. 

Otro ejemplo más podría ser el viaje que realizó a Libia para reunirse con las  autoridades locales para tratar de alcanzar acuerdos con los que impedir que los  inmigrantes salgan de las costas del país hacia Italia, o salidas de tono hablando de  conflictos como el sirio. 

Pero, pese a todo esto que lo hizo más o menos popular entre los italianos, su  ambición le ha acabado por jugar una mala pasada. Queriendo acaparar todos los  poderes políticos posibles que pudieran estar a su disposición, el todavía  vicepresidente rompió la alianza de gobierno con su socio, el partido ecologista y  populista Movimiento 5 Estrellas, y convocó elecciones anticipadas con la esperanza  de alcanzar una mayoría que le permitiera convertirse en primer ministro. 

Pero esto no llegó a suceder, y lo que sí pasó fue que el Partido Democrático, de corte  de centroizquierda, consiguió los votos suficientes para reemplazar a la Liga en la  coalición gobernante y mandar a Salvini a la oposición. Y desde que eso pasara, algo  ha cambiado en el escenario de la extrema derecha italiana.

El nuevo primer ministro es Mario Draghi, ex-presidente del Banco Central Europeo.  Lo natural, dada su antigua postura, sería que Salvini se hubiera opuesto a su  gobierno. Pero en contra de lo que todos creían que haría, ha decidido apoyarlo, y  eso es solo uno de los sorprendentes cambios por los que está pasando el antiguo  ministro del interior, que además ha suavizado bastante su discurso en lo respectivo  a la inmigración y quiere dejar de ser visto como líder de un partido euroescéptico.  Esta transformación ha dejado paso a que una nueva formación radical de extrema  derecha se alce: Fratelli d’Italia, o Hermanos de Italia, a quienes precisamente ya se  les ha podido ver estrechando lazos con Vox, el partido español de ultraderecha. Este tipo de formaciones son muy volátiles y son proclives a cambiar con el paso de  los años y las circunstancias que van trayendo, por lo que queda ver cómo se seguirán  desarrollando estos movimientos en el futuro: desde la dirección hacia la que virará  el Frente Nacional francés dependiendo del resultado de las elecciones de mayo del  año que viene, a si Salvini mantiene su postura más o menos moderada, y hasta  dónde son capaces de llegar los Hermanos de Italia.