Xóchitl Gálvez, la principal candidata presidencial de la oposición en México, aboga por una transformación significativa en la empresa estatal de petróleo, Pemex. Su visión incluye la apertura del sector energético a la inversión privada y la promoción de fuentes de energía renovable.
Durante una entrevista en las oficinas de Bloomberg en Ciudad de México, Gálvez no hizo una promesa de privatización total de la empresa, pero señaló su admiración por el modelo de Petrobras en Brasil, que cotiza en bolsa. Enfatizó que México no cuenta con los recursos suficientes para llevar a cabo una transformación completa de su sector energético y economía por sí mismo, y argumentó que la inversión privada es esencial para acelerar el desarrollo de manera responsable.
“Tenemos un problema muy grave de que las empresas del Estado son pésimas para administrar el dinero del mexicano y son pésimas para ser productivas”, dijo, prediciendo que sus oponentes políticos la criticarían. “Pero no me importa, porque quiero defender el planeta”.
Gálvez se encuentra en una contienda electoral próxima contra Claudia Sheinbaum, quien previamente fue alcaldesa de Ciudad de México y cuenta con el respaldo del presidente Andrés Manuel López Obrador. A pesar de que López Obrador no puede presentarse para la reelección, su elevada popularidad presenta un desafío significativo para Gálvez en su camino hacia la victoria. Sheinbaum, una ingeniera ambiental, enfrenta el complejo reto de mantener la continuidad de las políticas presidenciales existentes, al mismo tiempo que mejora sus credenciales en temas ecológicos.
Gálvez, quien actualmente ocupa el cargo de senadora y cuenta con el respaldo de una coalición de partidos de oposición, aspira a convertirse en la primera presidenta de México. Ha expresado su interés en reactivar las rondas de licitación petrolera que fueron suspendidas por el presidente en 2018, como parte de su enfoque en impulsar la economía. Además, Gálvez ha manifestado su compromiso con la energía renovable y su intención de promover inversiones en hidrógeno y energía solar, marcando un cambio en algunas de las políticas actuales implementadas por López Obrador.
“Si no tienes dinero para explorar, sí te ayuda la inversión privada”, dijo Gálvez, una ingeniera que salió de la pobreza y fundó una exitosa consultoría centrada en la eficiencia de la construcción. “Para mí, Petrobras es un buen modelo”.
Aunque todavía estaba bajo el control del Gobierno brasileño, Petróleo Brasileiro SA cotizaba en São Paulo en la década de 1990 y los accionistas minoritarios están representados en su directorio. Un sistema mixto en el que también operan compañías petroleras internacionales en el país ha ayudado a Brasil a desarrollar su yacimiento presal de aguas ultraprofundas, y ahora es el mayor productor de petróleo de América Latina.
Energías Mexicanas
Gálvez expresó su creencia en la importancia del hidrógeno y otras fuentes de energía limpia para el progreso de México. Llegó incluso a bromear sobre la idea de cambiar el nombre de la empresa estatal de petróleo de “Petróleos Mexicanos” a “Emex: Energías Mexicanas”.
En su crítica hacia López Obrador, señaló que se ha destinado una cantidad significativa de dinero para respaldar a Pemex, la empresa petrolera más endeudada del mundo. Además, mencionó la construcción de una megarefinería que experimentó considerables sobrecostos y retrasos. Simultáneamente, el Gobierno debilitó la independencia de los reguladores, lo que resultó en la disminución de la emisión de permisos para proyectos relacionados con energías renovables, importaciones de combustibles y terminales. Como resultado, varios proyectos quedaron estancados o fueron abandonados.
“Hay que ser muy estúpidos para apostarle al combustible fósil porque además de caro, es sucio. Sosteniendo el potencial que México tiene en hidrógeno verde, en renovables, hay política pública en energías limpias, no hay duda”, dijo Gálvez, quien agregó que las medidas de López Obrador habían perjudicado a los inversionistas. “Viniste a abrir plantas de generación eólica, solar y después no las pudiste conectar por el berrinche del Gobierno de querer apostarle a los combustibles fósiles”.
México fue uno de los últimos países del mundo en abrir su mercado energético a la inversión privada, ya que hace mucho tiempo que el petróleo es un símbolo político de la soberanía de México. Hasta las reformas de 2013- 2014, Pemex había mantenido un monopolio en el sector durante más de 75 años después de que el país expropiara las operaciones petroleras extranjeras en 1938, un acontecimiento que se conmemora cada año el 18 de marzo. La toma de control del Gobierno fue una reacción a años de explotación extranjera de los recursos de la nación, y en el país aún está muy arraigado el sentimiento de que la empresa pertenece al pueblo.
Los críticos argumentan que las políticas energéticas nacionalistas de México que han impuesto a Pemex la carga de desarrollar la mayor parte del territorio petrolero de México representan una oportunidad desperdiciada, donde una potente combinación de deuda creciente, mala gestión y proyectos fallidos se han combinado para arrastrar a la petrolera estatal. La producción de crudo ha disminuido casi todos los años desde 2004, y ahora produce menos de la mitad que en ese entonces. Mientras tanto, la carga de deuda de Pemex se ha disparado a más de US$110.000 millones, lo que la convierte en el productor de petróleo más endeudado del mundo.
Peor aún, Pemex está perdiendo dinero en un momento en que sus rivales globales perciben enormes ganancias debido al repunte de los precios del petróleo. AMLO mantiene a la empresa en cuidados intensivos, ya que considera que la independencia energética es un objetivo noble para el país y ha invertido más de US$77.000 millones en inyecciones de capital, exenciones fiscales y proyectos energéticos de Pemex desde 2019.
Volver a las subastas petroleras y joint-ventures podría significar que Pemex obtendría el apoyo financiero y técnico que tanto necesita para desarrollar campos más rentables.
Pemex se ha centrado en desarrollar prospectos terrestres y de aguas poco profundas en lugar de campos de aguas profundas más riesgosos y prometedores que podrían aumentar sus reservas en el largo plazo. La empresa no tiene la liquidez, la tecnología ni los conocimientos de ingeniería para asumir dichos proyectos.
Modelo Petrobras
A muchos de los críticos de Pemex les gustaría que la compañía siguiera el modelo de la brasileña Petrobras, que regularmente se asocia con otras empresas del sector privado. Petrobras también tomó la decisión de vender activos no esenciales, lo que le permite concentrarse en la perforación. En contraste, bajo AMLO, gran parte de los recursos de Pemex se han canalizado hacia su deficitario negocio de refinerías y la construcción de una nueva planta en Dos Bocas que costó más del doble de su precio original y apenas ha comenzado a producir combustible. Pemex también compró la participación de Royal Dutch Shell Plc en la refinería de Deer Park en Texas.
A pesar de las políticas de López Obrador, existe un pequeño grupo de productores privados que obtuvieron derechos de exploración durante el Gobierno anterior. Produjeron 104.309 barriles de crudo por día en julio, el 6,4% de la producción total de petróleo de México.
Gálvez dijo que utilizaría petróleo extraído con la ayuda de inversionistas externos para la industria petroquímica en lugar de electricidad, la que produciría con energías renovables. López Obrador canceló las subastas de petróleo en un intento por revertir las históricas reformas energéticas del país de 2013 a 2014 que habían atraído a los mayores perforadores del mundo, entre ellos Exxon Mobil Corp. y Shell.
“Estas empresas tienen muchísima tecnología que no tiene Pemex. No tiene dinero Pemex para explorar”, dijo. “Además, el petróleo es demasiado valioso para quemarlo, para producir electricidad. El petróleo se debería de usar en la industria petroquímica que esa está súper abandonada”.
Volver a las subastas de petróleo sería un cambio que las compañías petroleras internacionales acogerían, ya que en los últimos años han devuelto muchos bloques petroleros al Estado porque no pudieron hacer que las inversiones perduraran bajo la Administración nacionalista.
Gálvez cuenta con el respaldo de los que habían sido los tres partidos políticos más poderosos de México antes de que el partido Morena de López Obrador llegara al poder. Si bien uno de sus partidarios es el conservador PAN, ella se describió a sí misma como de “centroizquierda”.
Para ganarse el apoyo de los partidos aliados, avanzó con una estrategia llamativa y un estilo de comunicación sencillo. En las encuestas, figura actualmente muy atrás de Sheinbaum, que gozará de los enormes recursos e infraestructura del partido gobernante Morena, incluidos dos tercios de las gobernaciones del país.