La semana pasada, el pánico en los mercados tiró prácticamente todos los índices bursátiles y la mayoría de las monedas a nivel mundial por temores a una recesión económica en Estados Unidos, así como un ajuste en la política monetaria del banco central de Japón. Pero entre las monedas de mercados emergentes, la más golpeada fue el peso mexicano, algo que inquietó a los mexicanos.
La caída del peso mexicano tiene que ver con su integración económica con Estados Unidos, con el hecho de que los activos en pesos perdieron atractivo y con su condición como la moneda más fácil de liquidar entre países pares.
El episodio bursátil empezó la semana pasada, cuando el Banco de Japón elevó su tasa de interés de referencia de entre 0 y 0,1% a 0,25%. Esto afectó a la moneda mexicana porque los operadores del mercado llevaban meses de canjear el carry trade: una estrategia de inversión de corto plazo en la que piden prestado dinero en yenes, por tener una tasa de interés cercana a 0%, para invertir en instrumentos en pesos mexicanos, con una tasa de 11%. Ya que México representa una apuesta más riesgosa que Japón, muchos inversionistas prefirieron regresar a invertir en yenes una vez que la tasa subió el martes pasado, provocando la caída del peso mexicano.
Después vino un reporte de empleo en EE UU que mostró que el país norteamericano solo había creado 114.000 puestos de trabajo en julio, por debajo de los 175.000 previstos. Las alarmas se encendieron con fuerza porque los economistas han estado advirtiendo de una desaceleración en la mayor economía del mundo durante meses. Con el reporte, pasaron de esperar una desaceleración a una recesión y México, principal socio comercial de EE UU, sería el país más afectado. Esto tumbó aun más la moneda.
Por si fueran pocas estas razones para vender pesos y comprar otras monedas más atractivas, se suman a la lista de razones el hecho de que la mexicana es la moneda más fácil de liquidar entre países emergentes. Según los datos más recientes del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés), el peso mexicano es la decimosexta moneda más negociada en el mundo, posicionándose como la tercera moneda más negociada entre las de los países en desarrollo, superada por el renminbi chino y la rupia india.
A diferencia del renminbi y la rupia, la moneda mexicana cotiza las 24 horas del día durante 5 días de la semana. Esto la ha convertido en una moneda proxy para apostar en mercados emergentes en general. Si el lunes los inversionistas querían reducir su exposición a activos de países emergentes, los primeros en vender, por ser los más líquidos, son los denominados en pesos mexicanos.
A los mexicanos les ha tocado vivir episodios que pocos países entenderían. A finales de junio en 2016, por ejemplo, amanecieron con la noticia de que el peso había perdido 7% de su valor contra el dólar porque el Reino Unido votó por salirse de la Unión Europea, un referéndum conocido como Brexit. La moneda recuperó cerca del 4% de su valor al día siguiente. Tres semanas después, el peso mexicano cayó más de 1%, más que ninguna otra moneda de países emergentes excepto la lira turca, luego de que se conociera la noticia de que las fuerzas armadas turcas estaban intentando llevar a cabo un golpe de Estado.
Ambos episodios se explican porque el peso mexicano se utilizó como moneda señal para que los inversionistas se deshicieran de sus posiciones en mercados emergentes lo más rápido posible, sin que la razón particularmente tuviera que ver con México.
Hace un par de meses la moneda cayó por razones internas. En las elecciones del 2 de junio, el partido oficialista, Morena, y sus aliados ganaron una mayoría en el Congreso, lo que facilita la aprobación de reformas para eliminar reguladores y cambiar el Poder Judicial. Los inversionistas reaccionaron con mucho miedo y en los días siguientes la moneda perdió 10% de su valor contra el dólar.
“El lunes fue la tormenta perfecta y en esta ocasión sí se justifica la caída del peso”, dijo Gabriela Siller, directora de análisis en Banco Base. Pero en esta ocasión, dice Siller, la caída de la moneda mexicana no es solo por sus particularidades. “México depende de la economía de Estados Unidos la cual se dice que podría entrar en recesión y, además, el peso se había visto beneficiado por el carry trade cuyo rendimiento ha disminuido por la apreciación del yen y el incremento en tasas de interés del banco central de Japón”, resume. La economista y su equipo esperan que el tipo de cambio cierre el año entre 18,50 y 20 pesos por dólar, dependiendo del desempeño de la economía estadounidense.
“El peso va a seguirse viendo afectado porque si EE UU se está desacelerando, vamos a seguir viendo datos malos del empleo, esto se debe reflejar en las remesas que mandan los connacionales y en las exportaciones desde México”, concluye la especialista. “Por otro lado, si hay menos atractivo para el carry trade, todo se suma para que el peso mexicano siga mostrando una alta volatilidad”.