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Y cuando despertó, “Alito” Moreno seguía ahí.

El dirigente priista acapara ahora más poder y sobrevive a la guerra interna en su partido gracias a sus fuertes alianzas externas, no solo con el PAN y el PRD, pero sobre todo con el Gobierno de López Obrador

Y cuando despertó, Alito Moreno seguía ahí. El presidente del PRI ha vuelto a dar de qué hablar, como ya es casi costumbre. Su más reciente polémica fue haber impuesto una reforma a los estatutos del partido que le permitirán prolongar su dirigencia hasta 2024, pasada la madre de todas las elecciones, en la que él mismo quiere contender como candidato presidencial de la alianza Va por México. Si Alejandro Moreno consuma su reforma, que debe ser validada por el Tribunal Electoral federal, cumplirá cinco años al frente del PRI. Desde mediados del siglo pasado, ningún priista había permanecido tanto tiempo en la dirigencia del partido. La maniobra de Alito provocó el descontento de viejos priistas, lo que demuestra que el partido más antiguo de México —está a poco de cumplir un siglo de existencia— no ha perdido la capacidad de asombrar a propios y extraños.

Alito Moreno ha tenido la contradictoria habilidad de crear alianzas al exterior del PRI y discordia al interior. O probablemente sí haya unión interna: en su contra. Es cuestión de perspectiva. Los senadores Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Ruiz Massieu ya impugnaron las reformas estatutarias de Alito ante el Tribunal Electoral. Osorio Chong, que fue mandatario de Hidalgo y secretario de Gobernación en la Administración de Enrique Peña Nieto, señaló que Moreno busca “adueñarse del partido”. El exgobernador de Guerrero Héctor Astudillo renunció al Consejo Político Nacional en protesta. Roberto Madrazo, excandidato presidencial y expresidente del PRI, reprochó que el partido ha perdido 10 gubernaturas bajo el mandato de Alito. El exmandatario de Oaxaca Ulises Ruiz Ortiz llamó a los militantes a desconocer al dirigente y a tomar las instalaciones del partido. Ruiz Ortiz, un viejo lobo del tricolor, ha sido un activo denunciante del enriquecimiento ilícito de Moreno, a quien ha llamado “criminalito”.

El líder priista ha sido capaz de lo que ningún otro dirigente del partido: sentar a sus dos antagonistas históricos, el PAN y el PRD, a la misma mesa de negociación para crear un frente contra Morena, la alianza Va por México. El PRD tenía en sus estatutos una disposición explícita que le prohibía formar alianzas con el PRI, partido del que nació como una escisión y una crítica en 1988, tras la caída del sistema. Alito ha logrado que el partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas se deshiciera de ese candado, que de alguna manera protegía la identidad del PRD, y regresara, en cierta manera, al redil del pater familias. Las negociaciones en el PRD se han logrado con el grupo comúnmente conocido como Los Chuchos, encabezado por Jesús Zambrano, actual dirigente del partido, y Jesús Ortega.

En el PAN las cosas tampoco han sido sencillas para su pragmático dirigente, Marko Cortés, un joven político cuya carrera ha impulsado Santiago Creel, exsecretario de Gobernación y actual presidente de la Cámara de Diputados. Acción Nacional nació en 1933 como una alternativa conservadora y cristiana a la hegemonía de los caudillos posrevolucionarios del PRI. Los cuadros panistas más tradicionalistas han reprochado los pactos de Cortés con el partido tricolor, en el que perciben la encarnación de los vicios morales y políticos más pueriles: la ambición por el dinero, la corrupción, el anhelo por el poder. A Cortés le han recordado que el PRI ha sido el origen de algunos de los gobiernos estatales más corruptos de la historia de México, encabezados por César Duarte, Roberto Borge y Javier Duarte. A nivel federal también abundan los ejemplos de corrupción, como Odebrecht, la Casa Blanca y la Estafa Maestra.

Formada ya la alianza con Va por México, mantenerla ha sido una labor titánica para Alito. Entre sus aliados reina la desconfianza por las negociaciones que ha mantenido con el Gobierno federal por debajo de la mesa. Le acusan de venderse para salvar el pellejo tras las investigaciones que ha emprendido la Fiscalía de Campeche en su contra por enriquecimiento ilícito. A nivel federal, la Fiscalía General de la República (FGR) indaga un desfalco al erario de Campeche —de donde fue gobernador— de 3.800 millones de pesos. Los pactos de Alito, que se han traducido en alianzas del PRI con Morena en el Congreso para aprobar reformas impulsadas por Palacio Nacional, ya han puesto a Va por México al borde de la ruptura. “Nosotros estamos dando una fuerte batalla. El problema es que el partido con el que nos coaligamos, el PRI, es un partido muy endeble que se deja presionar, porque el Gobierno tiene mucha información y porque usan el aparato del Estado, la Unidad de Inteligencia Financiera, la Fiscalía General de la República, el espionaje del Estado, para perseguirlos y amedrentarlos”, dijo Marko Cortés en octubre pasado.

Alejandro Moreno, nacido en Campeche, se afilió al PRI en 1991 y comenzó su carrera dentro del partido en el Frente Juvenil Revolucionario, donde escaló posiciones hasta convertirse en su presidente. Entre 2007 y 2010 fue secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional, bajo el cobijo de Beatriz Paredes, que era la dirigente. Madrina política de Alito, Paredes ha estado al margen de los sectores del PRI que lo han criticado duramente y han exigido su renuncia. Moreno se mantuvo en la dirigencia del partido y en 2012 un nuevo presidente, Pedro Joaquín Coldwell, lo designó secretario de Operación Política, desde donde ejecutó un papel relevante en la movilización electoral a favor de la campaña de Peña Nieto.

El turno de Alito al frente del señero partido llegó en agosto de 2019. La reforma estatutaria que impuso en el Consejo Político Nacional le permitiría quedarse en la dirigencia hasta finales de 2024. El enquistamiento en la dirigencia se asemeja a la época en que el PRI era dirigido por caudillos del Ejército: el general Rodolfo Sánchez Taboada fue presidente de 1946 a 1952, y el general Alfonso Corona del Rosal lo fue de 1958 a 1964. No parece que Moreno Cárdenas vaya a quedarse los cinco años como dirigente del partido. Extender su mandato en realidad le sirve para controlar el reparto de candidaturas para la elección federal de 2024 y, al menos, buscar la silla presidencial. La sombra del nuevo caudillo es transitoria, pero lo suficientemente duradera para bloquear las aspiraciones de otros aspirantes, como Osorio Chong, Ruiz Massieu y la misma Paredes.