El pasado mes Chile dio otro paso gigante rumbo a diseñar sus nuevas bases institucionales. En una de las elecciones más importantes en la historia del país, Chile escogió a los redactores de la nueva Constitución; comicios que fueron ordenados como concesión al “estallido social” ocurrido en 2019.
La nueva convención constituyente esta encargada de reemplazar la actual Constitución presente desde 1980, compuesta durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet y enmendada varias veces desde allí. Chile se dispone así a crear una Carta Fundamental redactada desde su concepción en un ambiente de libertad en vez de seguir ajustando desesperadamente la concebida en tiempos de dictadura para acoplarse lo mejor posible a la democracia.
En medio de una fuerte segunda ola de contagios de Covid-19 y su consiguiente crisis económica, los chilenos se dirigieron a las urnas y seleccionaron a los 155 representantes que tendrán la enorme responsabilidad de establecer una nueva Constitución en doce meses. Chile se convierte en el primer país del mundo en crear una Constitución conformada de manera igualitaria por hombres y mujeres, gracias al sistema electoral efectuado que también garantiza 17 escaños para las poblaciones indígenas. La falta de integración de los pueblos originarios y el que Chile no sea definido como un Estado plurinacional fue uno de los determinantes para las revueltas sociales del 2019, con la nueva representación indígena se prevé rectificar.
Si los resultados aseguran un hecho, es que la nueva Constitución no será puesta en manos de los partidos políticos tradicionales que han compartido el poder desde la salida de Pinochet. La coalición centroderechista del presidente Sebastián Piñera se adjudicó solo 37 puestos, por su parte la izquierda tradicional logró 25; ninguna de las dos coaliciones podrá imponer cambios importantes por sí solas.
Candidatos independientes de una izquierda considerada radical sorprendieron y lograron 52 escaños, lo que les permite vetar cualquier propuesta que no les agrade. Muchos de estos candidatos debutantes en la política son académicos, líderes sociales y activistas.
La falta de coaliciones políticas establecidas en la Convención Constitucional tendrá como obstáculo el difícil proceso que será lograr acuerdos sobre los temas más importantes.
El estallido social de hace dos años oficializa su mensaje de repudio hacia las fuerzas políticas tradicionales; fuerzas que han sido denunciadas como negligentes al abordar las demandas del pueblo y rectificar los altos niveles de inequidad.
Los chilenos rechazaron a una derecha socialmente incapacitada y a una izquierda inhábil al combatir la desigualdad a pesar de haber estado en el poder durante décadas.
Chile ha sido considerada un modelo a seguir, su alto y constante crecimiento económico convirtió al país en uno de los más ricos de la región; sin embargo, la concentración del éxito económico en las élites también lo convirtió en un país desigual, por lo que su eventual implosión era inevitable.
El mercado de valores se desplomó como respuesta a la victoria de candidatos independientes de izquierda, evidencia del temor a que el modelo económico pro-mercado sea erradicado con la nueva Constitución. Se prevé que con el nuevo estatuto empiece un período con mayor gasto público en educación, salud y pensiones – áreas donde se busca reducir la fuerte influencia del sector privado. El incremento del gasto y centralización de programas de bienestar social tendrán que ser financiados con mayor déficit y deuda pública.
Así como la derecha tradicional se equivoca al pensar que la única vía para mantener el desarrollo económico sostenido chileno era conservar la ilegítima Constitución de Pinochet, la sorpresiva cantidad de poder que los comicios del mes pasado le atribuyeron a la nueva fuerza política de izquierda abren la puerta a potenciales deslices que esta pueda cometer en su intento de corregir errores pasados; como interferir en la independencia del Banco Central y crear una Constitución no para Chile sino únicamente para los intereses de su ideología. Reemplazar unos cimientos ideológicos inflexibles con otros de la misma naturaleza degradaría los avances logrados y las demandas sociales.
A pesar la importancia de las elecciones, la participación electoral no logró el 50% que el de los comicios del año pasado consiguió, donde se aprobó categóricamente la redacción de la nueva Carta Fundamental. El 43% de participación infiere tener como posible causa el ausentismo de los votantes que pusieron a Sebastián Piñera en la presidencia, lo que se puede percibir como una prueba más de la poca popularidad que el mandatario disfruta en sus últimos meses de administración.
La poca participación electoral presagia unas elecciones presidenciales en noviembre sin ningún partido o candidato como favorito. A pesar de la sorpresiva victoria del socialismo independiente, la izquierda llegará a las elecciones una vez más fragmentada, junto con el pobre desempeño de los partidos conservadores y apenas el 43% de participación, Chile no tiene pronóstico sobre quién será el próximo presidente que tendrá la labor de acoplar al poder ejecutivo a una Constitución naciente. La nueva Constitución no asegura superar los conflictos que afligen al país y desataron las históricas revueltas sociales, como la desigualdad, la desconfianza en los políticos y cuerpo policial o la negligencia de los servicios públicos, pero el que los nuevos cimientos de Chile sean redactados en un sistema legítimo y democrático con pluralidad de representación social es un paso importante.