China ha prácticamente cumplido la promesa del Presidente Xi Jinping de erradicar la pobreza extrema para el año 2020. Más de 800 condados que se consideraban gravemente empobrecidos hace poco menos de una década han superado ahora la línea establecida por el Gobierno de 4.000 yuan, o unos 600 dólares, de ingresos anuales per cápita. Los últimos nueve, en la provincia de Guizhou en el suroeste de China, fueron eliminados de la lista la semana pasada.
La magnitud de los logros alcanzados por China en el ámbito de la reducción de la pobreza es impresionante. Más de 850 millones de personas han salido de la pobreza extrema en menos de cuatro décadas. Según el Banco Mundia, casi el 90% de la población estaba por debajo del umbral internacional de pobreza en 1981. En 2019, esa cifra era inferior al 1%.
Es cierto que el mundo en su conjunto ha visto una dramática reducción en las tasas de pobreza. Sin embargo, más de tres cuartas partes de esa reducción se debe a China. Y la mejora de la vida de las personas durante el ultimo tramo del proyecto -que implicó el seguimiento de las aldeas remotas y las familias más pobres, una por una- han sido reales y visibles.
El logro, un año antes del centenario del Partido Comunista, es una gran victoria propagandística. Le da un impulso oportuno a Xi, que hizo de ésta una campaña muy personal, y probablemente finalmente marcará oficialmente el logro con fanfarria. Es una demostración moralmente loable, y muy pública, de lo que la maquinaria del gobierno puede lograr con su habilidad única de movilizar recursos.
No es, sin embargo, el éxito categórico que los funcionarios de Beijing, y el propio Xi, retratarán cuando se celebre oficialmente.
Se trata tanto de la semántica como de la realidad sobre el terreno. La pobreza extrema ha desaparecido oficialmente y millones de pobladores han sido trasladados desde las cimas de las montañas, pero muchos más continúan viviendo con importantes carencias. Los que no han recibido educación y los ancianos lucharán por ascender más, y hay mucha penuria en las zonas urbanas y entre los migrantes, a menudo excluidos del discurso oficial que se ha centrado en la pobreza rural. La desigualdad también está aumentando.
La mayoría de los que antes vivían en asentamientos de colinas difíciles ahora tienen nuevas casas y carreteras asfaltadas. Pero eso no significa que hayan dejado de ser pobres, o que su situación -y la de millones de personas más- siga mejorando.
El gobierno es muy consciente de esto. El Primer Ministro Li Keqiang desató un debate a principios de este año cuando señaló que 600 millones de personas – más de dos quintos de la población total China – todavía tenían un ingreso por persona de apenas 1.000 yuanes, o unos 150 dólares, al mes. Apenas lo suficiente, dijo, para alquilar una habitación en una ciudad de tamaño medio. Aquella es posiblemente una lectura pesimista de las estadísticas. Pero Li destacó un problema muy real. China todavía tiene una vasta población con bajos ingresos, un problema mucho más difícil de solucionar. Por un lado, muchos no tienen suficiente educación: Scott Rozelle, de la Universidad de Stanford, ha señalado que, de hecho, China tiene una de las fuerzas laborales menos educadas del mundo de ingresos medios, con sólo tres de cada diez personas que han asistido a la escuela secundaria, según el censo nacional de 2015.
Muchos de los integrantes de la cohorte inferior son también trabajadores rurales que han emigrado a las ciudades pero que, gracias al sistema hukou de registro de hogares, tienen poco acceso a las prestaciones locales, otro problema de difícil solución
Una de las grandes ventajas de China es que la mitad inferior de su población se ha beneficiado de su crecimiento económico en las últimas décadas. Un estudio realizado por el economista Thomas Piketty y otros el año pasado encontró que los ingresos medios de esa cohorte se multiplicaron por más de cinco veces en términos reales entre 1978 y 2015, en comparación con una caída del 1% para el mismo grupo en los Estados Unidos. Pero eso puede no continuar.
Peor aún, está el hecho de que sacar a la gente de la pobreza con sumas globales y préstamos sin interés no necesariamente se sostiene. No es imposible retroceder y encontrar que las ganancias se invierten, como muchos descubrieron durante el brote de Covid-19. A China le ha ido mejor en la pandemia que a muchos otros, pero los trabajadores siguen sufriendo cuando la demanda externa se derrumba. La provisión de bienestar es escasa.
Resulta alentador que Pekín no sea indiferente a la cuestión de lo que sucede a continuación, como sugirieron los comentarios de Li. Para ir más lejos, podría hacer algo mejor que reconsiderar cómo se mide y se controla la pobreza. Eso no significa un debate infructuoso sobre si el umbral de pobreza absoluta de China es marginalmente más alto o bajo que el estándar internacional una vez que se consideran todos los factores. El hecho es que, una vez superado un modesto obstáculo a nivel de condado y tratado el problema de los indigentes, para abordar adecuadamente el problema más amplio de una enorme clase de bajos ingresos en una economía aún en expansión, sería mejor una definición más dinámica que también considere la pobreza como relativa, e incluso subjetiva. No sólo porque la forma en que se sientan los ciudadanos de China determinará la forma en que vean a sus líderes.
Hong Kong, que no suele ser un ejemplo en lo que concierne a cuestiones de distribución de ingresos, utiliza la pobreza relativa, fijando la línea en el 50% de los ingresos medios de los hogares, antes de la intervención del gobierno, ajustada al tamaño del hogar. La Unión Europea utiliza un umbral de riesgo de pobreza del 60% de la renta media nacional disponible, después de las transferencias sociales. Los “dos sin preocupaciones y tres garantías” de China que cubren la alimentación, el vestido, la vivienda, la atención sanitaria y la educación muestran que también puede pensar de forma más amplia. Ninguna provincia es rica si los niños están mal alimentados y educados. Podría ser peor que ahora tomar una visión más amplia de las medidas y objetivos, tal vez incluso considerando la movilidad social. Eso debería dar lugar a enfoques más holísticos para combatir el problema también.
El partido que complete su siglo el próximo año ha prosperado a medida que los ingresos han aumentado. Necesita mantener a todos en ascenso.