Millones de ciudadanos chinos se sorprendieron a principios de año cuando se hizo viral en las redes sociales el vídeo de un niño de 13 años de Guangxi que amenazaba a su padre con un cuchillo. El motivo de la furia del hijo: su padre le había quitado el teléfono por pasar demasiado tiempo con él. El incidente se convirtió en un ejemplo extremo de los peligros de la adicción a las pantallas que asola a la juventud china.
Ahora, es el Gobierno el que quiere quitarles los teléfonos a los niños. El miércoles, el regulador del ciberespacio del país anunció una propuesta para frenar el uso de smartphones entre los niños, exigiendo a los proveedores de dispositivos inteligentes un “modo para menores” que limitaría el uso por parte de los menores de 18 años a un máximo de dos horas.
La propuesta se encuentra en periodo de comentarios hasta el 2 de septiembre, pero ya ha provocado caídas en los mercados tecnológicos del país. Las acciones de las tecnológicas chinas en Hong Kong cayeron el miércoles, con Alibaba bajando más de un 3% y Bilibili cerca de un 7%, y continuaron cayendo ligeramente al día siguiente. Tencent cayó más de un 3% y Weibo más de un 5%.
Hay todo tipo de empresas que prestan servicios en línea a los niños, por lo que sus intereses se verían enormemente perjudicados si se adopta esta política.
Aun así, la medida no era precisamente inesperada. El gobierno del Presidente Xi Jinping ha afirmado en repetidas ocasiones que los jóvenes son cruciales para el desarrollo de China, y las autoridades han introducido anteriormente medidas para regular la adicción de los jóvenes a la tecnología, como limitar el tiempo que los niños pueden jugar a los videojuegos a menos de tres horas a la semana, y tomar medidas enérgicas contra la cultura del fandom en línea. Sitios de redes sociales como Douyin, el equivalente chino de TikTok, y la plataforma de microblogging Weibo, también han establecido restricciones similares para los niños, incluyendo un límite de 40 minutos diarios y la prohibición de usuarios menores de 14 años, respectivamente.
La adicción a los teléfonos inteligentes, en particular, se ha visto exacerbada por la pandemia del COVID-19. Un estudio realizado en 2022 por investigadores de la Universidad McGill de Canadá reveló que China, junto con Malasia y Arabia Saudí, ocupaba el primer puesto entre 24 países en cuanto al uso problemático de teléfonos inteligentes. El periódico estatal chino Global Times reconoció el problema, citando una encuesta que mostraba que el 21,3% de los niños abandonados (menores de 16 años cuyos padres salen de su ciudad para trabajar) se habían vuelto seriamente adictos a los teléfonos inteligentes.
Las consecuencias pueden ser graves. La adicción a los teléfonos se ha relacionado no sólo con la improductividad y el comportamiento antisocial, sino también con mayores niveles de estrés, mala calidad del sueño y trastornos del estado de ánimo. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) apoya la prohibición de los teléfonos inteligentes en las escuelas por su relación con el bajo rendimiento académico y la mayor incidencia del acoso escolar.
“Son niños que dentro de unos años serán la mano de obra de China”, afirma Chen. “Así que siempre ha habido una gran preocupación por [cómo se educa a los niños para que] sirvan a los intereses del Estado en el futuro”.
La propuesta normativa
Según la propuesta de la Administración del Ciberespacio de China (CAC), los dispositivos y aplicaciones móviles inteligentes deben tener un modo para menores que los usuarios adultos puedan activar o desactivar fácilmente.
Se ” recomendaría ” a los padres que activaran el modo menor en los dispositivos de sus hijos, y para salir del modo menor sería necesaria la aprobación de los padres.
En el modo para menores, los dispositivos y las aplicaciones deberán limitar su uso diario a 40 minutos para los menores de 8 años, una hora para los menores de 16 y dos horas para los menores de 18. Una vez transcurrido el tiempo, los menores tendrán que abandonar el dispositivo. Una vez transcurrido el tiempo, el dispositivo debe cerrar las aplicaciones que no estén exentas por los padres.
Algunas funciones, como las relacionadas con servicios de emergencia y programas educativos, no estarán sujetas a ningún límite de tiempo.
En el modo para menores propuesto, también se prohíbe el acceso a comunidades en línea, chats de grupo y foros en los que se hable de recaudar fondos para ayudas, votar por clasificaciones y hacer spam.
Dificultades de aplicación
Está por ver hasta qué punto será efectiva esta prohibición, ya que los usuarios con conocimientos tecnológicos podrían saltarse las restricciones, algo que también preocupa en otros lugares del mundo donde se están estudiando normas similares. Aplicaciones como TikTok han intentado regular el tiempo que los menores pasan en la plataforma, pero para muchos de sus jóvenes usuarios, estos controles son fáciles de eludir.
A pesar de los requisitos específicos para los fabricantes de dispositivos y aplicaciones, la propuesta de China no deja claro cómo se aplicará la política, aparte de las inspecciones gubernamentales. Tampoco se especifican las sanciones para los infractores, lo que preocupa a las empresas tecnológicas, que temen tener que rendir cuentas por la aplicación de las nuevas normas.
No obstante, China dispone de un registro de todos los usuarios de Internet, incluidos los que juegan habitualmente a videojuegos, lo que le permite controlar y regular su uso. Ha empleado un estricto sistema de registro de nombres reales en Internet que ha seguido reforzando a lo largo de los años. A pesar de ello, muchos niños que quieren jugar a videojuegos más allá de los límites impuestos han encontrado soluciones, desde carnés falsos hasta máquinas recreativas para teléfonos inteligentes.
Alfred Wu, profesor asociado que investiga la gobernanza china en la Escuela Lee Kuan Yew de Políticas Públicas de Singapur, afirmó que, dados los problemas de aplicación, la propuesta parece ser más una “señal” para las empresas tecnológicas y los niños que una norma rígida: “Es como entrar en un área [en la que el] gobierno no tiene ningún control en realidad”.