Aulas vacías, restaurantes sin clientela y hospitales llenos de pacientes. Esa fue la escena en la Ciudad de México del 2009 cuando una nueva mutación de gripe se extendió por gran parte del país y se propagó por todo el mundo.
Apenas 11 años después del brote de gripe porcina, que infectó a más de 60 millones de personas sólo en los Estados Unidos y cobró hasta medio millón de vidas en todo el mundo, el nuevo Coronavirus amenaza con desencadenar otra epidemia mundial. Una pandemia no tiene una definición numérica. Es una epidemia que se convierte global, extendiéndose en múltiples países. En la mayoría de los casos, las medidas para contener la epidemia en una región o país han fracasado, y el objetivo cambia a mitigación de daños.
Hoy en día funcionarios de salud están tratando de contener el virus que causa el Covid-19, una enfermedad parecida a la neumonía que puede ser grave en una minoría de pacientes y que se propaga a partir de otros que parecen sanos. Las tasas de mortalidad estimadas en alrededor del 2% son superiores al 0,1% de la gripe estacional, otra infección pulmonar, pero muy inferiores a las del síndrome respiratorio agudo severo, o SARS, el virus relacionado que mató alrededor del 9,6% de unas 8.000 personas infectadas. Ahora, los investigadores y los rastreadores de la enfermedad están a punto de llamarla pandemia, una crisis que probablemente afectará a todo el mundo.
Dos meses después de haber surgido en la provincia China de Hubei, el coronavirus ha golpeado al menos cuatro continentes, con un aumento en el número de casos y una enorme respuesta en Irán, Corea del Sur, Italia y Japón. Se han reportado más de 80.000 casos, incluidas unas 2.800 muertes. En los Estados Unidos se informó de un presunto caso de transmisión comunitaria, que no podía vincularse a un brote en el extranjero.
Sin embargo, la mayoría de los casos y grupos son rastreables, según la Organización Mundial de la Salud. Esto significa que en su mayor parte la propagación comunitaria fuera de China es poco frecuente. Las preguntas sobre la naturaleza del virus ponen en relieve la renuencia de la OMS a calificar el brote de pandemia por el momento, sobre todo cuando hay indicios tempranos de una transmisión más lenta o detenida en algunos países.
Las razones para llamar a este brote una pandemia ahora son muchas, según Tom Frieden, ex director de los CDC y comisionado de salud de la ciudad de Nueva York. Los investigadores no pueden rastrear todos los vínculos entre los brotes en diferentes naciones; la propagación en hospitales y familias muestra que el virus es bastante transmisible; algunos países que no han reportado casos probablemente los tienen; y simples cálculos sugieren que las cuentas de viajeros con la enfermedad son probablemente sólo una fracción del número real.
“Una pandemia es inevitable y deberíamos llamarla por su nombre”, dijo Frieden. “Lo que no es inevitable es que sea grave”.
Medidas tan simples como el lavado frecuente de las manos pueden ayudar a prevenir la propagación del virus, dicen los expertos en salud pública. Las restricciones de viaje como las implementadas en China han frenado su propagación global, pero probablemente no la detendrán, dijo Frieden.