En muchos sentidos vivimos una paradoja. Aspirantes que se sustentan, circulan y consiguen adeptos en torno de la figura de Andrés Manuel López Obrador, que se ha tornado definitoria, una especie de piedra de toque con signo contrario: criticarlo, distanciarse de él, fortalece a las precandidaturas de la oposición; y en cambio postular que son la continuidad de su proyecto, fortalece a quienes buscan la candidatura de Morena.
Eso mismo genera una especie de ayuno programático e ideológico. Son muy pocas las expresiones que dibujan o atisban un proyecto de nación, o una propuesta de gobierno que rectifique o mejore las condiciones actuales, según sea el caso. Es la diatriba o la reverencia, como la encarnación más sintética de la polarización política que vivimos.
No hay todavía desenlace en ninguno de los dos grandes polos electorales, como resultado definitivo de sus procesos de selección, y ya asoman las contradicciones sobre las cuales decidieron construir, por un lado, su oferta de cambio, y por el otro, la propuesta de continuidad. El PAN enfrenta las consecuencias de su aberrante alianza con el PRI, que sólo desprestigio, desánimo y descaro le ha traído. Las antípodas están atenazadas por un pacto de disimulo para su sobrevivencia.
Apenas habían transcurrido 14 horas de los desastrosos resultados electorales en el Estado de Mexico, cuando los dirigentes del PRI, PAN y PRD salieron de inmediato a confirmar la continuidad de su alianza. Ayudados por una buena parte del conjunto de medios de comunicación que militan abiertamente en el antilopezobradorismo, consiguieron relativizar la importancia de la derrota y, sobre todo, diluir el golpe brutal que significó para Acción Nacional su desfondamiento electoral en esa entidad.
Cualquier intento de discusión interna en el PAN sobre la alianza con el PRI, partido al que la mayoría de la población considera como el mas corrupto de todos, fue sofocada. Se decidió continuar con el desgaste, el desdibujamiento, la pérdida de votos, y seguir echando mano de la gran discrecionalidad de la que gozan los dirigentes partidistas para nombrar candidatos bajo el esquema de coalición.
La alianza se confirmaba, además, porque ya estaba en marcha la operación de un grupo de empresarios para convencer a Xóchitl Galvez que cambiara de ruta electoral; en lugar de buscar la natural candidatura a la jefatura de gobierno de la CDMX y con ello una más probable victoria, que se lanzara a la Presidencia de la República, ofreciendo influir para que el mecanismo de selección fuera abierto a la ciudadanía y no solo entre militancias partidistas.
Ese grupo de empresarios es el mismo que ha sabido tripular no solo la mediocridad, sino las debilidades éticas de los dirigentes partidistas, y sostener la alianza para impulsar su agenda especifica de intereses y negocios particulares. Una candidatura competitiva hacia falta para incrementar el valor de las negociaciones para el Congreso y los cargos regionales, gubernaturas, presidencias municipales. En esa apuesta convergieron dirigentes y empresarios.
Luego del portazo de Palacio a la Senadora panista, la manera en la que el propio Presidente de la República la catapultó como su opositora preferida, y habiendo conseguido el método abierto de elección, se anunció la participación de Gálvez. Después de muchos errores cometidos, la oposición por primera vez daba un destello de inteligente pragmatismo. Sin embargo, su gran aliado el PRI, tan incomodo como necesario, les salió respondón en la contienda: Beatriz Paredes ha llegado hasta el final competente y competitiva.
Ahora ese mismo grupo promueve que Santiago Creel Miranda decline a favor de Xóchitl, para que la candidatura de esa coalición no quede en manos del corrupto PRI, como traducen y difunden en los chats de whatsApp, la eventual nominación de Beatriz Paredes Rangel.
Es que por más que la estrategia semiótica y mediática ha pretendido vender a Xóchitl Gálvez casi como un producto milagro, cosa que ella lo ha asumido a plenitud, es posible que ganando la encuesta final del frente opositor, pierda la votación de la jornada del próximo 3 de septiembre.
No solo porque con enorme facilidad la priísta se ha colocado intelectualmente por encima de sus competidores en los tres foros organizados, sino porque incluso con menos dificultad ha logrado exhibir una faceta realmente insospechada, al menos para mi, de Xóchitl Gálvez: una abultada concepción y aprecio de si misma, que la hizo sentirse aludida cuando se habló de carisma, y también de corrupción. Se puso el saco, pero lo bordó además de lentejuelas: “y también soy inteligente, valiente, emprendedora, echada pa delante, comprometida”.
La otra insinuación en la que cayó con gran facilidad, fue cuando Beatriz Paredes abordó con un aplomo casi convincente el tema de la corrupción, particularmente de quienes consiguen contratos aprovechándose de sus cargos; la reacción ha sido de una torpeza mayúscula, no solo porque se volvió a colocar en el supuesto, sino porque destejió muy pronto (no por la noche como lo hacía Penélope, sino en una entrevista radiofónica), el sorpresivo concepto que tenía del actual PRI, al que llamó “el buen PRI”, momento en el que también sacó a relucir con orgullo la militancia priísta de su padre.
Contra la lógica de su objetivo, pero haciéndose cargo de la profunda contradicción a la que se presta, arremete contra el PRI “que se esconde siempre en la insinuación”, y resulta que el frente amplio solo tiene viabilidad con un candidato que no sea del PRI, porque tiene dudas “de si los mexicanos quieran a un priista”.
Para Xóchitl Gálvez la actuación de Beatriz Paredes es la vieja política, “no como la mía que es frontal, clara, directa, sincera. Yo digo las cosas de frente”. Desbordada en su entusiasmo, según sus propias palabras, ella generó en unos cuantos días “un encanto” que no pudo lograr Paredes a mas de un año de que levantó la mano. “Los tres partidos deben reconocer que esto mejoró a raíz de que tu servidora entró a la contienda”, le dijo a Loret de Mola en W Radio.
Lo cierto es que la ex gobernadora de Tlaxcala ha crecido, más allá de lo imaginado. Del millón novecientos mil registros de votantes válidos con el que cerró la segunda etapa del proceso de selección que lleva el Frente Amplio por México, los identificados con el PRI pueden ser por lo menos la mitad. No estoy tan seguro de que la otra mitad se la lleve sólo el PAN, pues permanecen los registros que consiguió el PRD, que termina siendo siempre mas funcional al PRI que al PAN. Es de esperar que el registro definitivo cierre con algo mas de 2 millones de enlistados.
En ese terreno de la jornada electoral el PRI es mas astuto que el PAN, por su larga carrera en el control y movilización de sus estructuras, y entre su militancia opera una disciplina institucional muy arraigada.
En la contradicción histórica, ética y democrática del Frente Amplio por Mexico, está su propio dique. Y el gas helio con el que se infló la estrategia Xóchitl parece que tampoco llegará tan alto.