Es ingenuo creer que la información acerca de un producto por sí sola pueda cambiar los hábitos alimenticios de una nación; sin embargo, puede ayudar.
Existen 31 tipos diferentes de etiquetados en todo el mundo que sirven para advertir a los clientes cuánta grasa, sal y azúcar hay en los alimentos que compran, según un estudio de BMJ de 2019. Hay muchas otras investigaciones que evalúan qué etiquetas, incluyendo “semáforos”, etiquetas nutricionales de diferentes colores y garrapatas de “elección saludable”, son más eficaces para combatir la obesidad.
La semana pasada, el Financial Times informó que los compradores mexicanos pronto verán grandes etiquetas negras en sus alimentos y bebidas advirtiendo si contienen “demasiada azúcar”, “demasiada grasa” o “demasiadas calorías”. Algunos alimentos, como las patatas fritas y las galletas, llevarían las tres etiquetas. México sigue a Chile, cuyas etiquetas negras parecen haber dado resultados, entre ellos una disminución del 25% en las ventas de bebidas azucaradas durante el año pasado.
Jaime Zabludovsky, presidente del Consejo Mexicano de la Industria de los Bienes de Consumo, amenazó con dictar medidas cautelares. “Es una cruzada ideológica contra la industria de alimentos procesados”. Añadió: “Es una locura”.
Las organizaciones de salud, por otro lado, se alinean en apoyo de las etiquetas negras. Juan Rivera, director general del Instituto Nacional de Salud Pública de México, dijo: “La industria no se ha dado cuenta de que estamos en medio de una epidemia de obesidad en México.” Dijo que la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Mundial de Nutrición de Salud Pública también apoyaban las etiquetas.
La industria alimentaria en México, como en otros lugares, apoya otro sistema de etiquetado: el que indica a los consumidores el porcentaje que cada alimento contiene de su cantidad diaria recomendada de grasa, sal y azúcar. El razonamiento de la industria alimentaria, que he escuchado repetidamente a lo largo de los años, es que las cantidades diarias recomendadas indican a los consumidores que deben tomar decisiones más sensatas en materia de alimentación. Las etiquetas contundentes, como los semáforos rojos, ámbar y verdes, significan que la mantequilla y las cremas para untar, por ejemplo, llevan una etiqueta roja para las grasas saturadas, aunque las cremas para untar contengan muchas menos grasas saturadas que la mantequilla.
Hay un mérito teórico en este argumento. El problema es que no tiene en cuenta lo distraída y ocupada que está la gente cuando compra sus alimentos, lo complicado que sería mantener un total de porcentajes de grasa, azúcar y sal a lo largo del día y lo mucho más difícil que es todo esto para los consumidores más pobres y menos educados que más lo necesitan.
Un estudio de más de 14.000 consumidores franceses llegó a la conclusión de que las etiquetas que incluían números y porcentajes “resultaban confusas para muchos consumidores, en particular para los que tenían un nivel educativo o de alfabetización más bajo”.
Una serie de estudios han demostrado que las etiquetas con códigos de color son más fáciles de entender que las basadas en porcentajes, aunque no todas. Un estudio realizado en 2015 entre consumidores del Reino Unido, Alemania, Polonia y Turquía encontró pocas diferencias en la comprensión de las distintas formas de etiquetado por parte de las personas.
Si bien este estudio es atípico, sus investigadores llegaron a una conclusión pertinente. La mayoría de los estudios examinan el comportamiento de los consumidores en entornos artificiales, pidiéndoles que digan qué etiquetas entienden mejor. La vida del consumidor no es así. Independientemente de lo que diga la investigación, “hay una falta de evidencia que sugiera que el suministro de… etiquetas conduce a mejores elecciones de alimentos en situaciones del mundo real”.
Los investigadores añaden que la reducción del consumo de tabaco y alcohol requiere una serie de estrategias. Lo mismo es casi seguro para combatir la obesidad, que es mucho más difícil. Aunque fumar y beber puede ser adictivo, podemos prescindir tanto de los cigarrillos como del alcohol. Pero tenemos que comer, y la grasa, el azúcar y la sal son difíciles de resistir. Para los que tienen poco dinero, también proporcionan una satisfacción más inmediata del hambre.
Sería tonto creer que las etiquetas por sí solas pueden cambiar los hábitos alimenticios. Pero pueden ayudar. Y cuando la gente está apurada, estresada y no presta mucha atención, las etiquetas negras, como las de México y Chile, pueden ayudar a dirigir a los consumidores hacia algo más saludable.
-Sísifo