El tren lleva seis minutos parado en la estación de Candelaria. Juan de la Rosa no lleva prisa, va a ver a unos amigos, pero de repente se queja: “Va igual que siempre, lento”. El nuevo tramo de la Línea 1 del Metro que cruza desde Pantitlán, en los límites con el Estado de México, hasta el centro de la capital, se reinauguró el mes pasado. Este itinerario, el más antiguo de la Ciudad de México con 54 años, es ahora el más moderno. Con 29 nuevos trenes; cambios en las vías, estaciones y sistemas electrónicos; y la promesa de una disminución de fallas, sin embargo, rememora sus errores del pasado.
El director general del Sistema de Transporte Colectivo, Guillermo Calderón, dijo que las demoras se deben a una etapa de “asentamiento y maduración”. La conocida como Línea Rosa supuestamente mejorará poco a poco. Pero el retraso no se ha sentido únicamente en las estaciones. Claudia Sheinbaum, exjefa de gobierno de la capital, se comprometió a tener lista la reforma, que comenzó en julio de 2022, en marzo de este año. Su reapertura se aplazó siete meses más, después de que Martí Bartres reactivara el proyecto tras la renuncia de su predecesora para ser candidata presidencial de Morena.
Ahora toca el cierre del otro tramo de la línea, que se hizo el 9 de noviembre para la modernización desde Balderas hasta Observatorio. Las paradas de Isabel la Católica y Salto del Agua se encuentran cerradas para preparar las obras, aunque ya están remodeladas. El primer punto desde el que se puede subir al metro en dirección hacia Pantitlán es Pino Suárez, que a las 12.46 del martes estaba repleta de gente.
Allí se sube Alison, y tras varias paradas, esta enfermera que no quiere dar su apellido dice que ahora ”llega mucho más rápido” a su casa de Pantitlán desde su trabajo en la avenida Reforma. Cuando el metro estaba cerrado, tardaba 45 minutos en camión. Con el nuevo transporte, afirma que “más o menos” la mitad. Tras decirlo, el metro se para en Moctezuma, donde algunos carteles de publicidad todavía lucen en blanco a falta de empresas inversoras, y tarda 5 minutos en volver a arrancar. Alison ese día tardó 40 minutos entre Pino Suárez y su destino, a donde llegó a las 13.26. Bartres afirmó el pasado martes que el tiempo promedio de los viajes era de 25 minutos.
La estación de Pantitlán, que el mes pasado también sufrió el cierre parcial de la Línea 9, es un punto neurálgico de la conexión entre el oriente de la capital y el Estado de México. Allí llegan cada poco tiempo los vagones, de los que bajan cientos de personas. Los nuevos trenes lucen impolutos: por fuera, blancos con franjas naranjas; por dentro, con unos asientos que imitan los colores de los vagones y unas barras grises cromadas para que se agarren los que van de pie.
Las pegatinas que informan de cada parada- hasta Observatorio, aunque es imposible llegar en ese vagón- están inmaculadas. Las nuevas pantallas se encuentran apagadas, y aunque la mayoría de presentes tienen la cara pegada a la pantalla de su teléfono, de momento tampoco hay conexión a la red gratuita CDMX Metro Wifi.
Están disponibles 12 de los 29 trenes que el Gobierno de la Ciudad de México compró en China. Tienen un 35% más de capacidad que los anteriores. Recién estrenados, lucen perfectos – aunque ya se ven envoltorios de chocolatinas y papeles en su suelo- y son la novedad más vistosa, junto a la renovación de las estaciones, que lucen nuevas. Las demás mejoras incluyen raíles y sistemas electrónicos modernos que mejorarán el servicio, pero que son imposibles de apreciar.
Josune Duran ha visto a su hijo nacer. Ella fue parte del equipo que retiró los equipos antiguos para el pilotaje automático de los trenes, y también parte de la instalación de los nuevos sistemas. Vino desde Pino Suárez y está muy emocionada cuando se baja en Pantitlán porque lo que ha visto “le gusta mucho”.
Las opiniones son divididas, porque de Pantitlán hacia el centro el tren se para en San Lázaro y tras 5 minutos parado una mujer le dice a otra que “se tarda demasiado”. Mientras, de los altavoces del vagón se escucha una voz metálica que dice: “En breve continuaremos la marcha del Metro. Por su comprensión, gracias”. Justo un hombre corre para subirse al metro. No sabe que tendrá que esperar 10 minutos más. Cuando la luz que avisa el cierre de puertas parpadea, se escucha un gran suspiro de alivio colectivo.
El tren, en el trayecto desde Pantitlán, llega en 42 minutos hasta la céntrica parada de Isabel la Católica. La estación es una trampa inversa, de la que se puede salir pero no entrar. Fuera, dos personas indican a los que quieren pasar el umbral que los separa de la nueva Línea 1 que la parada más cercana para ir dirección Pantitlán es Pino Suárez, a dos cuadras de allí.
El tramo inhábil de la Línea 1
Los usuarios esperaban poder volver a usar la Línea 1 desde Pantitlán hasta Observatorio para cruzar la Ciudad de México. Sin embargo, en Isabel la Católica solo se puede bajar del tren, y Salto del Agua está completamente cerrada. Esta última funciona como punto de acopio de materiales y es el lugar de ingreso de las maquinarias que servirán para remodelar el segundo tramo, desde Balderas hasta Observatorio. Las obras comienzan el 9 de noviembre, y Bartres no ha dado una fecha de reapertura, aunque espera que se produzca en menos de un año.
En la superficie, el cierre de las dos paradas intermedias supone un caos. En Balderas, donde se corta el itinerario hacia Pantitlán, una mujer le dice a su acompañante: “¿Cuál es cuál?, no dicen nada”. Se refiere a las dos filas que hay junto a ella: una con un bus a Pantitlán que simula el recorrido del Metro y otra con una Red de Transporte de Pasajeros (RTP) que cubre con buses las paradas de Salto del Agua, Isabel la Católica y llega a Pino Suárez, donde los usuarios podrían tomar de nuevo la Línea 1. Para el RTP nadie espera, la mayoría de gente se suma a los buses que llegan hasta Pantitlán, que de momento hacen la ruta hasta el oriente de Ciudad de México más rápido que la nueva Línea 1 del Metro.