Las apuestas en su contra se han acumulado y se ha pronosticado su debilidad, pero el peso mexicano se mantiene estable en medio de grandes caídas de las bolsas a nivel global. Para muchos en México, su desempeño tiene que ver con las políticas macroeconómicas del Gobierno, pero ¿qué es lo que mueve realmente al peso? Y, quizás de manera más urgente, ¿se cumplirán los vaticinios?
El peso no es como otras monedas de países en desarrollo. La segunda más líquida entre monedas emergentes, después del renminbi (o yuan) chino, el peso mexicano es muy fácil de vender y comprar en mercados financieros globales las 24 horas del día, cinco días de la semana. Esto la ha convertido en la favorita de operadores, o traders, que quieren apostar a favor o en contra de países emergentes en todo el mundo. Es decir, se usa como un proxy, de manera que si el inversionista se siente optimista sobre otro mercado emergente, por ejemplo, Turquía, compraría pesos mexicanos como inversión si no puede comprar liras.
Esto la hace una moneda muy sensible, y es así por diseño. Traumáticas devaluaciones en los ochenta y noventa instalaron el tipo de cambio en la psique mexicana y forjaron en las autoridades una convicción de que la moneda debía flotar libremente. De esta manera, la moneda sería el primer canal que absorba los choques económicos, tanto externos como internos. Es por esto que cuando ocurren eventos globales, como el llamado Brexit en el Reino Unido o la guerra en Ucrania, el peso es una de las primeras monedas en el mundo en reaccionar.
Durante años, bancos de inversión en Wall Street pronosticaban que el peso mexicano sería la moneda emergente que más se apreciaría y, cada año, el peso decepcionaba. Esto fue particularmente evidente durante la Administración Federal anterior, que promovió la apertura de la economía a capital extranjero como el “mexican moment”. Hoy las cosas son muy diferentes. La globalización va en franco retroceso, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha cerrado el sector energético a los privados, y, mientras se augura una depreciación del peso mexicano, este se ha apreciado más de un 7% desde su cotización más baja en lo que va del año.
México ha visto fuertes entradas de dólares a su economía por la vía de las exportaciones, de las remesas y de la inversión extranjera directa, lo que explica su estabilidad en medio de la turbulencia financiera global actual, dice Gabriela Siller, directora de análisis económico en Banco Base. Además, el alza en la tasa de interés referencia a cargo del Banco de México crea un rendimiento atractivo en comparación con EE UU, por lo que los inversionistas siguen comprando activos mexicanos.
La estabilidad del peso “nada tiene que ver con los fundamentales económicos de México”, apunta Siller, “inclusive las iniciativas y reformas que ha llevado a cabo la Administración generan mayor incertidumbre y eso le agregan un poco de inestabilidad del peso mexicano. Si no se hubieran dado esas iniciativas y reformas, si no existiera aversión al riesgo sobre la economía mexicana, yo creo que fácilmente podríamos estar viendo niveles del tipo de cambio cercanos a los 19,50 por dólar”. La cotización al viernes es de 19,83.
Los eventos de los últimos meses apoyan la tesis de Siller. En julio, Estados Unidos inició un proceso formal en contra de la política energética de López Obrador, poniendo en riesgo el tratado de libre comercio que ha impulsado las exportaciones mexicanas durante décadas. En el peor de los escenarios, EE UU pudiera imponer aranceles a México, generando pérdidas de miles de millones de dólares a sectores enteros de la economía. Pero el anuncio no movió el tipo de cambio.
El peso tampoco reaccionó hace tres semanas, cuando la funcionaria a cargo de dichos procesos, Tatiana Clouthier, renunció. Ni tampoco esta semana, cuando Raquel Buenrostro, quien reemplazó a Clouthier como secretaria de Economía, pidió la renuncia de directores y técnicos con memoria y conocimiento de comercio exterior. En otros países emergentes, estos hechos, bajo estas condiciones, hubieran provocado un movimiento en el tipo de cambio, pero en el caso del peso mexicano, no es así.
Hasta hace un mes, operadores en el mayor mercado de futuros en el mundo, el Chicago Mercantile Exchange (CME), apostaron durante 11 semanas consecutivas por una depreciación del peso mexicano. “Por un tiempo, estos movimientos especulativos sí tuvieron un impacto significativo sobre la cotización del peso mexicano”, dice Siller, “sin embargo, ahora ya no se ve ese impacto”. Además, el 20 de octubre, un reporte de la firma Moody’s Analytics pronosticó que el peso pudiera depreciarse hasta un 20% en relación con el dólar si EE UU entra en recesión, lo que generó nerviosismo.
“Yo no comparto esa opinión porque las exportaciones están creciendo mucho, las remesas también siguen creciendo”, opina Siller, “si Estados Unidos se desacelera o llega a caer en una recesión leve, sí implicará una depreciación, pero moderada, del peso mexicano. Se puede depreciar a 20,30 por dólar al final del año y el siguiente año cotizar en promedio en 20,77″. Esto implicaría una caída de entre un 2% y un 5%.
Luis Gonzali, estratega de mercados de la firma Franklin Templeton, se declara un escéptico de los pronósticos del tipo de cambio. En realidad, argumenta el matemático, el tipo de cambio “puede moverse muchas veces de manera contraintuitiva a lo que está pasando en una economía y, en el corto plazo, es una variable aleatoria que se mueve con la misma probabilidad para arriba que para abajo”.
Históricamente, la inflación en México tiende a ser más alta que en EE UU y eso hace que, en el largo plazo, el peso se tienda a depreciar frente al dólar. “Entonces, no es descabellado decir que, hacia delante, podríamos ver una depreciación”, apunta Gonzali. Pero el momento actual es “un episodio bastante particular”, dice Gonzali. Nunca antes se había inyectado tanto dinero a una economía como se hizo en EE UU y Europa durante la pandemia de la covid-19. Además, un factor impredecible, como lo fue la ofensiva rusa en Ucrania, influye directamente en el tipo de cambio.
Los mercados son, en el fondo, emocionales y el peso mexicano es de los más sensibles. “Al final del día, los modelos económicos se basan en que eventualmente las variables o el sistema económico llegará a un equilibrio. Pero ese equilibrio es una quimera. Nunca llegamos a ese equilibrio, siempre estamos fuera”, dice Gonzali. “El tipo de cambio es de las variables más complicadas para pronosticar porque es la primera que absorbe todo golpes, expectativas, miedos, euforias. Predecir su nivel implicaría predecir cómo se van a sentir las personas mañana”.